La generación del 98 en sus anécdotas / José Esteban

La generación del 98 en sus anécdotas - José Esteban
Portada de La generación del 98 en sus anécdotas, de José Esteban. Ed. Renacimiento, 2ª ed. mar. 2021. Colección Los Cuatro Vientos, v. 69

Hoy vengo con un libro que es pura gozadera: La generación del 98 en sus anécdotas, de José Esteban Gonzalo. Contiene lo que describe el título: un conjunto de anécdotas sobre los autores más relevantes de la generación del 98 extraídas de distintas fuentes.

La verdad es que me lo he pasado teta leyéndolo, te tienes que reír con las movidas que se traen entre ellos. Dicho esto, mentiría si dijera que me ha parecido un libro de diez. Respecto a las historias que se cuentan no tengo pega ninguna, lo podría considerar como uno de los libros que más he disfrutado este año. Sin embargo, en cuanto a cómo está organizado y plasmado su contenido, deja muchísimo que desear. En tres palabras: un puto despropósito. Esto no quita que me lo volvería a comprar las veces que hiciera falta (todas aquellas en que lo pudiera prestar y no me lo devolvieran).

Así que, vistos los sentimientos encontrados que me provoca (gozo y cabreo, a partes iguales), el comentario sobre el libro debe dividirse en dos partes bien diferenciadas.

José (Pepe) Esteban Gonzalo

Antes de entrar en materia, hay que dedicarle un apartado al autor: un auténtico descubrimiento, se ha convertido en uno de mis héroes literarios. Cuando pillé esta recopilación de anécdotas de la generación del 98 no recordaba haber escuchado ni leído su nombre. Sin embargo, ya me había cruzado con él en los agradecimientos de Pólvora negra, donde se mencionaba su libro Mateo Morral: causa por un regicidio.

Pepe Esteban (lo voy a llamar así, haciendo como que lo conozco, aunque esto se reduce a un deseo) es un seguntino nacido en 1935, que llegó a Madrid con veinte años para «estudiar derecho». Pero eso en realidad era una excusa, tenía claro que lo que quería era ser escritor. Lo consiguió. Veni, vidi, vici.

Tuvo la suerte de conocer a Baroja, cuando estaba ya el «maestro» bastante cascado. Pero este es solo uno de los cientos de autores con los que se ha codeado: como escritor, editor, periodista y bohemio en general. Amigo del buen beber (cuenta que Hemingway fue quien le ofreció su primer güisqui), de la noche y de la buena literatura. Tanto es así que, una noche de borrachera, le regaló un bocata de nudillos a un escritor «por su mala prosa» (así justificó la agresión en el cuartelillo).

Tiene un gran número de obras publicadas, pero le tengo echado el ojo a una en concreto: Ahora que recuerdo, que son sus memorias. La razón de querer seguir indagando en su vida (y en todo lo que pueda contar) es haber visto una mesa redonda del III Congreso Hispanoamericano de escritores, donde presentan sus memorias y homenajean a su colega J.J. (Juancho, pa los colegas) Armas Marcelo.

Ver a Pepe Esteban y Juancho Armas recordando sus aventuras literarias a lo largo de más de medio siglo es una puta joya. Os recomiendo ver ese vídeo (tenéis el enlace en el párrafo anterior). Sus anécdotas son casi tan interesantes como las que vas a encontrar en el libro que nos ocupa. Me declaro FAN DE PEPE. Como me dijo alguien que lo conoce (♥): «es el último bohemio que nos queda».

La generación del 98 en sus beefs

Cuando terminé de leer el libro lo primero que pensé fue que La generación del 98 en sus beefs habría sido un buen título alternativo. ¡Hay que ver la de movidas que tenían los autores entre ellos! Y la verdad es que te echas unas buenas risas con la mala lengua (incluso manos largas) que gastaban.

«’Si es verdad que se respetaban, cierto es también que no se querían mucho. Azorín estimaba a Baroja con fervorosa fidelidad y ahí terminaba la historia de las simpatías. Maeztu tenía celos de Azorín y detestaba a Baroja; Baroja detestaba a Unamuno, y hablaba mal de Maeztu, y Unamuno no quería a nadie, como de costumbre, pues bastante tenía con atender a su gigantesca estimación de sí mismo. Unamuno hablaba mal de Pérez Galdós y de Ganivet. (…)’ (José María Salaverría). Y este mismo escritor, en otro lugar, añade que Baroja le dijo un día que Maeztu y Azorín llegaron un día a pegarse de bofetadas. Era, en verdad, el fin, y cada uno se retiró a su refugio».

Además del «grupo de los tres» que formaron Azorín, Pío Baroja y Maeztu (una crew, hasta que dejaron de serlo), en este anecdotario aparecen muchos nombres más. Algunos de ellos tan conocidos como Valle-Inclán o Unamuno, otros menos reconocidos como Sawa o Emilio Carrère y otros tantos que han pasado sin mayor pena ni gloria. También aparecen autores de la siguiente generación (la del 27), como Gómez de la Serna u Ortega y Gasset; al fin y al cabo, coincidieron en tiempo (primera mitad del siglo XX) y espacio (Madrid).

Porque, más allá de las trifulcas y el salseo, en este anecdotario de José Esteban, también se retratan las costumbres de los literatos (bohemia incluida) y los sitios por los que danzaban: la calle, los cafés y sus tertulias, el Ateneo y su Cacharrería, etc.

Una auténtica gozada todo.

Cosas que hacer antes de publicar un libro (desde el punto de vista de una simple lectora)

Y ahora llegamos al PERO, un PERO en mayúsculas, un PERO superlativo (como diría aquel del Siglo de Oro). Nadie se creería que un desastre como este hubiera podido salir de una editorial tan conocida como Renacimiento. Este libro es un popurrí de legajos y apuntes que seguramente tuviera José Esteban: alguien los juntó de mala manera y los mandó a imprenta sin que nadie lo leyese.

Está lleno de erratas de todo tipo (ortográficas y tipográficas), no está organizado de ninguna forma y falta citar las fuentes muchas veces. Vas leyendo y ya no sabes si eso está extraído de las memorias de uno que se ha citado en la página anterior, si son apreciaciones del autor o de dónde cojones sale. Entre esto y que las citas (los entrecomillados) no tienen ni orden ni concierto, no tienes ni puta idea de dónde estás ni quién habla. Para más inri, hay anécdotas repetidas, párrafos completos, en diferentes páginas (joder, esto me suena haberlo leído ya… ¡Tachánnn! ¡Ahí está! ¡Exactamente lo mismo en las páginas 93 y 187!)

Imaginaos que lo organizan por autores (e incluyen un índice onomástico en vez del que aparece, que es completamente inútil) o cronológicamente. Que añaden una bibliografía, a falta de mencionar las fuentes en cada extracto, y le pasan una buena corrección en todos los aspectos.

En fin, estaría bien que hicieran una edición de La generación del 98 en sus anécdotas, en condiciones. Ojalá corrijan todo esto en una posible tercera edición, si es que la llega a haber. Se podría haber hecho muchísimo mejor, la verdad (—¡Pues hazlo tú! —¡Pues pásadmelo en .docx y cededme los derechos de explotación, madafakas!)

Un anecdotario de José Esteban para no perderse

Una vez exorcizada (tenía expulsar a los demonios) vuelvo a repetir aquello de que me lo volvería a comprar una y mil veces, te lo pasas debuti leyendo estas historias. Ingenio, esperpento (¡cómo no!), picardía, malaje, rivalidad, costumbres, política, historia, religión… tiene de todo.

Por medio de esos pequeños fotogramas de la vida de escritores que tanto nos han marcado y alimentan el espíritu (y lo seguirán haciendo) consigues hacerte una idea de cómo eran más allá del papel. A pesar de ser tan diferentes (compara a Sawa con Unamuno, a Valle con Azorín), tienen en común el habernos dejado obras maestras.

Es muy posible que algunas de las situaciones que se cuentan ya las conozcas porque son bastante famosas, como aquella de Unamuno en la universidad de Salamanca. Y quienes acostumbren a leer ediciones de La Felguera (tan divulgativas como siempre), también reconocerán varias de las historias que se cuentan, por haberlas leído en su Madrid Bohemio (Agente Provocador) o en prólogos de libros como Las calles siniestras (Baroja) o La lámpara maravillosa (Valle).

Aún así, la mayor parte para mí ha sido completamente nuevo y más que interesante. Como decía, me lo he pasado que te cagas. Incluso teniendo en cuenta la mala hostia que me ha entrado por la forma en que está editado, La generación del 98 en sus anécdotas me ha encandilado como pocos (por no hablar del hecho de haber sabido de José Esteban). Muy recomendado para cualquier lector que tenga curiosidad por conocer cómo se las gastaban muchos de los autores más importantes de la literatura española.


Fragmentos de La generación del 98 en sus anécdotas, de Pepe Esteban

Sobre Baroja

«El que Baroja hubiera heredado una panadería dio lugar a chistes literarios y a ciertas descalificaciones: Es panadero… tiene mucha miga… escribe cosas bien amasadas, etc.

Algunos críticos creían que el escritor era mozo de tahona, y un empleado de la casa Hernando, don Gabino Páez, decía: «Mire usted que publicar libros de un panadero».

‘Algunos pobres necios -escribió el propio Baroja- andaban preocupados por mi tipo de «panadero» y me preguntaban cuándo iba a ingresar en la Academia:

»—Pero, ¿usted se va a poner el frac?

»—Sí, ¿por qué no?

»Esta ridícula preocupación por el frac se da en mucha gente’». 

(Enrique) «Cornuty fue el que en un mitin anarquista del Teatro Barbieri gritó con entusiasmo: ‘—¡Viva la anarquía! ¡Viva la literatura!’ Esta equiparación de la anarquía con la literatura no se podía considerar disparatada, sino más bien certera, porque la anarquía de ese tiempo era cosa más literaria que política». (Baroja)

«El gato es un animal independiente y divertido. Parece que a cada paso está diciendo: «No, no hay que extralimitarse conmigo. Cada uno que tenga su esfera de acción. Yo estoy aquí para cazar ratones; tengo derecho a comida y a una buena alfombra, o a un buen sillón cerca del fuego». Todos estos derechos son inalienables, como dicen los abogados». (Baroja)

Valle-Inclán

«—Valle es un escritor de talento. ¡Pero dice muchas tonterías!»

Azorín hablando con Baroja sobre Valle

«Felipe Sassone contó en el prólogo a La canción del bohemio, que al morir Rubén Darío se encontró a Valle-Inclán.

-¿Ha leído usted?… ¡Pobre Rubén! El escritor tenía los ojos rojos de las lágrimas..

-¡Es horrible! ¿Con quién comentaré ahora mi Lámpara maravillosa? Rubén hubiera tomado su whisky, y yo mi píldora de cáñamo índico, y nos hubiéramos internado en el misterio. Él era un hombre que estaba en contacto con lo misterioso».

«En otra ocasión, como un contertulio presumiera de saberlo todo, le advirtió:

-Recójaze uzted el talento… No vaya a pizárzelo».

«Juan Ramón Jiménez reaccionó muy bien cuando le dijeron que Valle-Inclán le ponía verde. Un día le dijeron:

—Es un maledicente, habla mal de usted y de los otros.

—No me importa que hable mal de mí —comentó—, porque él no me debe nada y yo le debo mucho literariamente».

«Antes de morir —escribe el diario La Voz en su información de aquel ‘suceso’ (números 5 y 6 de enero de 1936)—, cuando se le ofrecieron los auxilios espirituales, el señor del Valle-Inclán, manifestó. ‘¡Ni cura discreto, ni fraile humilde, ni jesuita sabihondo!’. Y añade el periódico: ‘Como tardó en venir la muerte, decía: «¡Me muero!». Pero… ¡lo que tarda esto!’».

Gómez de la Serna sobre Unamuno

«Siempre ha estado Unamuno provocando y desmintiendo sus provocaciones, avanzando y retrocediendo, creyendo que en España no iban a prender alguna vez las paradojas. ‘Yo también soy proletario -decía no hace mucho en una conferencia política, porque proletario es el que tiene muchos hijos, el que tiene mucha prole’.

Los obreros que le escuchaban oían con tristeza aquella paradoja, porque ellos sabían que proletario es el que tiene muchos hijos, pero no pueden mantenerlos; pero respetaban la broma de Unamuno porque parecía abundar en sus ideas». (Gómez de la Serna).

Otras anécdotas o curiosidades de la época

«Azorín que bajaba al metro ‘a sentarse en uno de sus bancos subterráneos y ver las los trenes uno tras otro’.

‘Es mi sitio de recreo y contemplación —le dijo el maestro Azorín—; allí me estoy largas horas contemplando a la gente que entra o a la gente que sale… Es como un espectáculo de juego en que las puertas actúan como las raquetas del banquero y pagan o cobran en viajeros… Todos los destinos se entrecruzan y se ve la más variada humanidad’».

«Por las noches era el Café de la Luna uno de esos sitios frecuentados spor los más distinguidos miembros de la ‘Cofradía de la Pirueta’, que dijo Carrère. Dorio de Gádex, José de Seijas, el señor de Montalbán, Pedro Luis de Gálvez y el imponderable Ildefonso Segundo Uriarte de Pujana, entre otros desquiciados personajes de la infra bohemia literaria del Madrid de la época».

Nota: ya que he rajao demasiado sobre el tema de los entrecomillados, quiero aclarar que la plantilla de WordPress que utilizo, me modifica las comillas inglesas a las latinas cuando escojo párrafos tipo cita SIEMPRE. Así que no puedo seguir ese orden de latinas > inglesas > simples. Por eso hay algunas citas en que es un poco caos, pero hago lo que puedo teniendo solo las latinas y las simples. 😀

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