Última salida para Brooklyn / Hubert Selby Jr.

Hoy traigo la reseña de una novela que me ha recomendado mucha gente por activa y por pasiva, pero un puñao, no miento. Lo que tiene en común toda esa gente es que conocen bien el tipo de lectura que me atrapa (y que también es de su gusto, claro). «Si te mola ese rollo tienes que leer Última salida para Brooklyn, de Hubert Selby Jr., que es el mismo pavo de Réquiem por un sueño. Aunque hayas visto la peli, lee el libro, está en «Al margen», de Sajalín, el de Réquiem, digo; el de Brooklyn está por Anagrama. Pues eso, que si te mola el realismo sucio y no te lo has leído, vas a flipar».

Este ha sido más o menos el discurso común a todos los que me la han recomendado. He de decirle a toda esa pípol que estaba en lo cierto, han acertado de lleno, he flipao. Es de los libros más chungos y crudos que he leído (tengo un montón de adjetivos más, pero me los guardo para luego), resulta descorazonador ver que a nadie le importa lo que ocurre en su entorno. Nada se cuenta como si fuera un drama, porque en ese microcosmos es lo habitual. Ale, aquí está: tomad, zambullíos en una atmósfera agobiante, rodeaos de las personas más despreciables y/o desgraciadas que podáis echaros a la cara, que no pasa nada, no salpica. C’est la vie.

Está bien, aquí está el problema. No les voy a dar ninguna respuesta, pero aquí está el problema. Aquí está la oscuridad. Ahora, ¿qué quieres hacer al respecto?

Hubert Selby Jr. entrevistado por Ellen Burstyn hablando sobre su escritura.

Sobre Hubert Selby Jr.

Hubert Selby Jr. nació en 1928 en Brooklyn (I♥NY) y era un gran seguidor de los Cubs cuando era pequeño (como Punky Brewster —esta no os la esperábais—); le apodaron Cubby por eso mismo y dicho sobrenombre le acompañó siempre.

Hubert pertenece a ese tipo de autores que han tenido una vida bastante complicada. En algunos casos debido a circunstancias ajenas a ellos, en otras porque se lo han ganado a pulso y, lo más habitual, es que primero fueron las circunstancias y luego se empeñaron en ganárselo a pulso.

Cubby comenzó a escribir con 28 años, pero antes de eso ya había sido marino durante la segunda guerra mundial (se embarcó con quince años), pasó la tuberculosis, le cortaron diez costillas y pasó cuatro años en un hospital. Ahí es cuando se aficionó a contar historias.

Pocos años después de publicar Última salida para Brooklyn (1964), fue arrestado por posesión de heroína y estuvo enchironado. Tras eso, se mudó a Los Ángeles, consiguió dejar la heroína (que no el alcohol) y conoció a la que sería su mujer, Suzanne. La conoció en un bar del West Hollywood, esa zona en la que Bukowski se pasaba el día bebiendo, leyendo, escribiendo y peleándose. Llegó a escribir seis novelas (entre ellas la también conocida Réquiem por un sueño) y un par de libros de relatos. Finalmente, en 2004, falleció a causa de un problema pulmonar crónico con 76 años.

Nota: todo esto (y más) lo he descubierto en la wiki (versión inglesa, claro) y en una entrevista que hay subida en Youtube y transcrita en un blog (todo seguidor de Selby debería verla). Habla de su infancia, de cómo llegó al mundo con falta de riego en el cerebro y los problemas que le acarreó. De cómo estaba lleno de rabia todo el rato, debido a un fallo genético que le aportaba «un dispensador de rabia que se hereda de padres a hijos» (?).

Última salida para Brooklyn: una novela dividida en relatos

Como muchos sabréis, cuando se crea una entrada en un blog, lo habitual es tener que asignarle una categoría o etiqueta; en este caso tengo que elegir entre las categorías de: novela, cuentos, poesía, etc. Y, precisamente, una de las primeras cuestiones que se suelen sacar a colación de este título es si se puede considerar novela o si hay que entenderlo como un libro de relatos (o antología de). Yo he optado por categorizarlo como novela.

La obra está concebida como verios cuentos independientes, sí, pero todos ellos ocurren en un lugar (Brooklyn) y, más concretamente, en el entorno de un garito llamado El Griego, cuyos «parroquianos» serán algunos de los protagonistas. No es una novela de estas polimórficas o con puzles, enfocadas a jugar con las perspectivas, porque la mayoría de estas historias no se solapan; cada una desvela otra casilla de ese universo. Es como cuando en un videojuego vas desvelando el mapa, aquí ocurre lo mismo conforme avanzas y te adentras en cada relato.

Asfixiante y densa, definición de «cruda realidad»

Habrá a quien le cueste entrar, puede resultar denso. Por la forma en que se narra y por el ambiente, es de lo más tóxico que he leído. Agobia. Lo lees y crees que estás metido en uno de esos «espacios» (peceras) que había en los aropuertos para los fumadores, es igual de asqueroso, como estar en el fondo de un cenicero gigante rebosando mierda. Pero si superas ese primer impacto, lo tienes ganado, atento al espectáculo (drama).

Este libro es como un catálogo de maldades sobre las que pasas como si fueran las ascuas en San Juan, cuidao que te quemas. Imagino que ese es uno de los motivos por los que remueve tanto el espíritu al leerlo, porque te recuerda -si acaso lo habías olvidado- lo cruel, imbécil, desagradecido, egoísta y envidioso que es el ser humano. Y también, cómo sufre —merecidamente o no— y cómo cada cual aguanta su vela. Sálvese quien pueda, que esto siempre hace aguas.

Y unos cuantos de los mayores les quitaron una pelota de béisbol a unos niños y cuando el dueño de la pelota empezó a llorar corriendo detrás de su pelota, se la tiraron con mucha fuerza y le dieron en la nariz haciéndole sangrar, y uno de los amigos del dueño de la pelota les llamó negros hijoputas, y ellos volvieron y le dijeron que la mierda era pálida comparada con su asquerosa cara y los otros los llamaron piojosos y el de la pelota le dijo a uno que su madre era una jodida puta y el chico sacó una lima de uñas y le cruzó al otro la cara con ella y luego se alejó corriendo, y sus amigos salieron corriendo detrás de él; y en la esquina opuesta del terreno de juegos un grupito de chicos ignoraba las peleas y los gritos. Se cogían del hombro unos a otros y fumaban marihuana.

Costumbrismo en Brooklyn: lumpen neoyorquino de mediados del S.XX

Es una novela dura que también merece la pena leer por la crítica inherente que hay en ella. Se habla de clases, de racismo, de la guerra y el ejército, de los trabajadores y los sindicatos, de la mafia, de sexualidad, de música, de tradiciones y de la familia. Me suena raro hasta a mí cuando lo escribo, pero me parece que Última salida para Brooklyn tiene mucho de costumbrista.

Describe una zona (Brooklyn), una época (se entiende que entre los cincuenta y principios de los sesenta), a una gente y sus costumbres y problemas. Lo que ocurre es que esa gente son chulos, putas, exconvictos, chaperos, alcohólicos o pandilleros, por tanto hay que tomar el concepto de «costumbre» no en el sentido de un «hábito» sino, como era de esperar, por el de los «vicios» (clic aquí para una píldora aristotélica).

Novelón que te deja del revés, personajes que conmocionan, escritura que ahoga: literatura que desgarra. ¿No te gustaba el realismo sucio? Pues toma, dos tazas.


Extra: algunas curiosidades relacionadas con la novela

  • Última Salida para Brooklyn fue su primera novela, publicada por Grove Press, misma editorial que había publicado a gente como Burroughs.
  • Algunos países prohibieron su publicación por contenido violento. Italia la prohibió y Reino Unido lo intentó, pero no pudo. Anthony Burgess acudió al juicio (que finalmente falló a favor de la libertad de expresión) para testificar en defensa del neoyorquino.
  • Según Hubert, Beethoven fue su única influencia consciente al escribirlo.
  • Tardó dos años y medio en escribir Tralala. La reescribió mil veces y, al terminar, se quedó un par de semanas en la cama baldao. Peor que un parto.
  • En la adaptación al cine aparece Cubby haciendo un cameo como taxista (y en Réquiem por un sueño hace otro; en este caso haciendo de funcionario de prisiones)

Un par de fragmentos de Última salida para Brooklyn

Qué poco le gustaban los fines de semana; tenía que comprar en tiendas abarrotadas (Louis se que daba en casa dos días enteros -a veces-, y siempre tenía prisa por ir a la cama, no para dormir, sino para hacer el tonto toda la noche), y la lavandería estaba tan llena de gente… Por fin terminó de hacer la compra y salió del supermercado. Se apresuró calle arriba, con Robert de la mano, tirando del carrito, y con Johnny corriendo delante o quedándose detrás cada pocos minutos para mirar el escaparate de una tienda o ver cómo jugaban unos niños. Estaba doblemente molesta por culpa de la gente que paseaba disfrutando del buen tiempo y el resplandeciente sol. Ada sonrió cuando pasó junto a su banco pero Lucy la ignoró (aquella judía asquerosa. Nunca se cambiaba de ropa)

¿Qué decías, guapa? Georgette se volvió y empezó a abrir los brazos y Vinnie le pellizcó la mejilla, qué tal si vamos ahí dentro y la pones en funcionamiento, y se levantó lentamente cogiéndose la entrepierna con la mano. Georgette bajó una mano (no, todavía no… un poco más tarde) y dejó que la otra se deslizara por la pierna de Vinnie. ¿No me quieres ayudar a vaciar este aparato? Y se balanceaba ligeramente y luego separó las piernas y se reían mientras él se sopesaba las pelotas con la mano. Georgette se inclinó levemente hacia delante (¡¡¡no no no!!!, podrías echarlo todo a perder) y él se dio la vuelta, todavía riendo, y fue al cuarto de baño (los ojos se le salían de las órbitas. ¡Oh, Dios mío! Está pasadísimo. ¡¡¡Será maravilloso!!!), y ella se echó a reír cuando Camille salió disparada del cuarto de baño perseguida por Vinnie, dejando caer sus cepillos. Luego, se detuvo, mirando la puerta del cuarto de baño, los recogió y atravesó rápidamente el cuarto de estar.

3 comentarios en «Última salida para Brooklyn / Hubert Selby Jr.»

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