Vuelvo a La Felguera, otra editorial con la que es difícil fallar (a mí todavía no me ha pasado), por medio del soberbio ensayo titulado Todo el odio que tenía dentro, cuyo autor es Servando Rocha, quien ya ha aparecido por el blog unas cuantas veces. En esta ocasión nos lleva de paseo por la cara oculta (o más bien, «marginada») del Madrid de la segunda mitad del siglo XX, utilizando como hilo conductor la vida de Dum Dum Pacheco, recordada por él mismo en la época en que nos encontramos.
Como resultado, tenemos casi 500 páginas de historia con un contenido muy interesante y que se lee muy bien. A pesar de la cantidad de datos que incluye, no se hace pesado. Intercala la historia de Dum Dum, con las reflexiones y pesquisas que va realizando el autor sobre el resto de personajes que aparecen y le añade multitud de datos que ha ido pescando de diversas fuentes.
Servando Rocha termina creando un libro que «puede entenderse como una obra sobre urbanismo, la historia oculta de la ultraderecha o la biografía del Madrid del arrabal y el suburbio». Chapó.
Servando Rocha divulgando historia de Madrid
«Todo en esta vida depende de la atención que pongamos, no de la intensidad, tampoco de las experiencias que hayamos tenido. No es la acumulación de datos, viajes, personas o lecturas lo que nos convierte en expertos de algo, lo que sea, sino el modo en que aquello que vivimos se integra en nosotros y, sobre todo, la manera en que todo esto nos habla e interroga».
Si tuviera que destacar dos características de Servando Rocha (a quien no conozco personalmente y, por tanto, me baso en lo que he leído en sus libros o ediciones, además de lo visto en entrevistas o mesas redondas) serían la curiosidad y el gusto por la divulgación. Investiga, interroga, descubre y, finalmente, lo vuelca en el papel para que el resto nos enteremos de ese tipo de cosas que no están en la Wikipedia.
Todo el odio que tenía dentro es una demostración más de estas cualidades. Narra la historia de Madrid a la vez que se desarrolla —ahí mismo— la vida de Dum Dum Pacheco, nacido el 22 de agosto de 1949. El libro (además de tener prólogo, epílogo, agradecimientos y notas sobre las fuentes, que son muchísimas) se divide en cinco partes:
La ciudad del movimiento (1939-1961)
Los Ojos Negros (1961-1966)
Billy el Niño contra Dum Dum Pacheco (1966-1969)
Mear sangre (1969-1982)
El Sheriff (1982-1992)
Más o menos viendo los títulos podrías hacerte una idea de lo que te vas a encontrar tras esas páginas, pero te quedarías corta seguramente. Servando nos habla de los yeyés, los prequinquis y los quinquis; de cárceles, calles y garitos; también de la transición (😂), los fascistas, grises y maderos, políticos en general (y muchísimos familiares-de); o, cómo no, de delincuencia y supervivencia, de sociedad, historia y urbanismo. Y podría seguir sacando temas.
Nota: ¿Te imaginabas que te ibas a encontrar a Camilo Sesto ? ¿De cuando firmaba como Campillo porque se dedicaba a copiar cuadros —«hasta cuatro al día»— y venderlos después? Lo del Lute o Mickey Rourke (este tío estaba en todas), por aquello del boxeo, sí; pero no lo de Camilo.
Todo el odio que tenía dentro o Mear sangre con la perspectiva del tiempo
Como comentaba antes, el hilo conductor (o la excusa) de todo este libro es Dum Dum Pacheco. Muchos sabrán que Mear sangre es el título de su autobiografía publicada en 1976 y que, por otro lado, ha reeditado recientemente Autsaider Cómics añadiéndole una entrevista actual. Porque desde entonces han pasado más de cuarenta y cinco años, algunas ni habíamos nacido. Así que, tanto en la entrevista de la reedición, como en las conversaciones con Servando en Todo el odio que tenía dentro muestran al Pacheco de hoy recordando al de ayer.
«Cumple, aunque le cuesta. No renuncia, ni jamás lo hará, a la vida pendenciera. Aunque es generoso con los suyos, cree en el castigo. La venganza es una opción para hombres y dioses: ‘A mí, cuando una persona me hace una faena, no voy directamente a hundirla, me limito a avisarla y darle una oportunidad, que todo humano debe conceder el perdón para que este no vuelva a reincidir. Si lo hace, la mano del hombre o del destino le castigará’, advierte».
El narrador, para mayor comodidad de quien lee, transforma todas esas conversaciones y no se limita a citar textualmente; dota de vida y sentimientos a los seres del pasado, con sus luces y sus sombras. Incluso tiene su «puntito» de suspense: un asesinato sobre el que se intentan esclarecer los hechos. Por medio de todos estos testimonios personales (que van más allá del de Dum Dum, puesto que quedan más supervivientes de esa época), la labor de documentación e investigación por parte del autor, y su —más que entretenida— forma de narrarlo, creo que Servando Rocha ha conseguido su cometido:
«En el fondo, lo que realmente perseguía era ofrecer un libro sobre el Madrid de la posguerra, algo (salvando las distancias) parecido al magistral Si te dicen que caí de Juan Marsé. Madrid estaba huérfana de una obra así. Espero humildemente haberme acercado, aunque sea tímidamente y el territorio de la no ficción, a ese colosal objetivo».
Algunos fragmentos de Todo el odio que tenía dentro
Historia, política y sociedad
«Gran Roma. Gran Berlín. Gran Madrid. Los sueños totalitarios se muestran de forma ejemplarizante en la ciudad que durante los días de la guerra fue el símbolo de una re sistencia que parecía un imposible. El suburbio ofende a la vista y al programa falangista. Sus habitantes son la hez. Arriba, el periódico falangista por antonomasia, en mayo de 1939, nada más acabar la guerra, monta en cólera contra el ‘contubernio de la chusma y lo judaico y masónico’ y, más tarde, afirma que ‘la chabacanería ha superado al burdel’».
«Ese mismo año de 1965, un joven escritor llamado Francisco Umbral, que visita tugurios y conoce bien los arrabales del arroyo Abroñigal, publica una pequeña novela premonitoria y brutal en forma de balada, Balada de gamberros, una versión española de los chicos italianos de las chaquetas de cuero negro que siembran el terror en el extrarradio y a los que se atribuyen muertes violentas, violaciones y desapariciones. El fenómeno se extiende por todo el continente. (…)
Umbral, que se ve a sí mismo como «una especie de Jaro de provincias vestido de ropa dada la vuelta por la Singer de mi tía», lo escribe en un pequeño apartamento en General Oráa, mientras por las mañanas trabaja como periodista y come en tabernas de albañiles. El manto nocturno es lo más parecido a vivir sin barreras: ‘Madrid, la noche, la libertad (vigilada), se abrían para mí como flores de violenta actualidad’, confiesa en el prólogo.»
«Los golpes y las torturas casi siempre las dirige y ejecuta un policía, entonces jovencísimo, que disfruta golpeando a los detenidos, y de quien se dice que es capaz de las mayores aberraciones, incluso del asesinato. Con el tiempo, su historial sanguinario lo convierte en uno de los policías más brutales: lo llaman Billy el Niño, pero en realidad su verdadero nombre es Juan Antonio González Pacheco. ‘Quien me daba palizas era el que llamaban Billy el Niño -recuerda Pacheco con dolor y rabia-. Creo que incluso mató a un detenido, o eso se decía. Era un auténtico asesino. Que conste que muchos policías me han tratado bien y no tengo nada contra ellos, pero aquel era un cabrón que por nada te amenazaba y sacaba la pistola. Era un perro’».
Sobre Pacheco
«Carabanchel, para menores de edad como el Lute o Pacheco, es una auténtica escuela criminal: ‘De reformatorio no tenía nada en el sentido de reformar. En realidad, nos deformaba -confiesa en su autobiografía-. Más que un reformatoio era una escuela de capacitación para el delito’».
«Pacheco lo describe todo con su particular manera de contar el mundo, una mezcla de socarronería y sarcasmo: ‘Cambiábamos las cosas de sitio’, dice. Roban en farmacias y billares, se hacen con decenas de motocicletas, entonces de moda. Son los primeros en especializarse en ‘tirones’, cuando la palabra aún no dice nada. La recompensa colma sus aspiraciones; por vez primera tiene un nombre, viste elegantemente, disfruta a su antojo».
«No puede escapar de sí mismo. No podrá hacerlo jamás. Es esa misma sombra la que ve en el gimnasio cuando sacude el saco; la observa de reojo y, a veces, hasta la ignora pasa de largo. Pero acaba regresando una y otra vez a por lo suyo. Es la culpable de sus desgracias. Adopta muchos disfraces: su relación con las mujeres (sus filtreos casi siempre acaban mal y su descubrimiento del sexo despierta un torbellino interno para el que no está preparado) o el juego (se gasta un dineral en timbas de cartas)».
Vaya, esa época me suena
Gracias
Gracias a ti 😍