Malcom X (Autobiografía contada por…) / Alex Haley

Portada de «Malcom X. Una autobiografía contada por Alex Haley» (1964). Ed. Capitán Swing, 2015 [DL]. Colección  Entrelíneas. Trad. César Guidini y Gemma Moral
Portada de Malcom X. Una autobiografía contada por Alex Haley (1965). Ed. Capitán Swing, 2015 [DL]. Colección Entrelíneas. Trad. César Guidini y Gemma Moral

Ya sabéis que me gusta ir cambiando de palos, así que esta vez regreso con una «autobiografía» archiconocida: la de El-Hajj Malik El-Shabazz a.k.a. Malcom X. Entrecomillo «autobiografía» porque la escribió Alex Haley, pocos meses después del asesinato de Malcom, tras años de conversaciones entre ambos. Es un clásico que se publicó en 1965 y muchos habrán leído en ediciones anteriores. Actualmente se puede conseguir gracias a Capitán Swing, cuya línea editorial es de las más comprometidas, críticas y divulgativas que existen. Basta con echar un vistazo a las temáticas que tratan para hacerse una idea del rollo que llevan. Chapó.

El colega que me la recomendó me dijo: «Phibs, tronca, además de interesante porque te enteras de su vida, mola que te cagas, a veces es como estar leyendo Pimp» (novela rescatada hace unos años por la misma editorial). Llevaba razón, el primer cuarto del libro es como estar leyendo a Iceberg Slim, si bien la evolución en el propio Malcom X hace que la historia vire hacia otros derroteros tanto o más interesantes que los primeros. Gozada de libro.

«Siempre he pensado que a mí también me tocaría morir de forma violenta y, en consecuencia, hago todo lo posible para estar preparado».

Alex Haley y Malcom X

¿Quién no ha visto la peli interpretada por Denzel Washington? Yo misma, pero no es lo normal, casi todo dios la ha visto. En mi caso, todo lo que sabía lo sabía por la música, documentales o series (véase El padrino de Harlem), así que tenía muchas lagunas, solo conocía su historia por encima. Pero dudo mucho que alguien no sepa quién fue Malcom X, y si es así no sé en qué puto mundo vive.

Como comentaba al principio, esta autobiografía aborda desde la infancia de Malcom (cuando su apellido era todavía Little) hasta su muerte. Está basada en más de cincuenta entrevistas que mantuvo con Alex Haley entre 1963 y febrero de 1965, el mismo mes en que tuvo lugar el asesinato del activista por los derechos de los negros en Estados Unidos.

Alex Haley también escribió Raíces: la saga de una familia estadounidense, novela que trata la historia de su familia, empezando por Kunta Kinte. A muchos tampoco les serán indiferentes estos nombres gracias a la también muy conocida serie (yo al menos recuerdo que de pequeña la ponían en la tele y ya te parecía que era «vieja»).

Foto de Marion S. Trikosko – (Dominio público)

Alex Haley consigue que esta biografía se lea como una novela perfectamente, una que no se hace pesada en ningún momento. Considero que hay tres partes bien diferenciadas y todas igual de interesantes.

Infancia y juventud: supervivencia en Harlem

La primera parte es la que trata sobre su infancia, adolescencia y juventud más temprana. Esta es la parte que puede compararse con las novelas de Iceberg Slim, vivencias bastante chungas y mucha delincuencia; pero sin dejar de lado la crítica social, especialmente —como todos imaginaréis— en cuanto al racismo. Habla de su familia y la violencia que ejercieron sobre ellos, de sus años en casas de acogida, de sus primeros contactos con los blancos.

Finalmente llega a Harlem, el mítico barrio, donde terminaría convirtiéndose en un icono, pero para esto todavía falta mucho tiempo. De momento, retrata cómo era la vida ahí durante los años 20, la gente que lo habitaba, que lo visitaba y las costumbres de la época. Habla de la ley seca y te lleva de visita al Cotton Club, al Apollo, a Lafayette o a la Savoy. El goteo de artistas, con apariciones fugaces de Louis Armstrong, Duke Ellington y otros tantos nombres ilustres, es constante.

«Gente de sociedad. Políticos de primer rango. Magnates. Personas importantes que estaban de paso por Nueva York. Jerarcas del Ayuntamiento. Grandes figuras del espectáculo. Personalidades de Hollywood y del teatro. Y, por supuesto, gente del hampa. Harlem era el escondrijo de todos ellos, su lugar de perdición. Se deslizaban hasta allí furtivamente y dejaban caer sus máscaras asépticas, dignas e importantes que llevaban en el mundo blanco».

Durante esta época Malcom tocó casi todos los palos posibles del mundo de la delincuencia (que hará las delicias de aquellos que disfruten leyendo este tipo de testimonios). Pero como suele ocurrir en estos casos, al final terminan o muertos o enchironaos. Sin embargo, de momento le acompañaría la suerte, porque fue lo segundo.

«Tuve muy buenos maestros, verdaderos especialistas en lotería, proxenetismo, estafas de todo tipo, venta de droga y por supuesto, todas las formas de robo, sin olvidar el atraco a mano armada».

La revelación: Nación del Islam: Elijah Muhammad

En 1945 entró en la cárcel y su estancia entre rejas le cambió la vida para bien, algo que no es habitual pero tampoco excepcional (véase Edward Bunker). Ahí es cuando supo de Elijah Muhammad y conoció la Nación del Islam, religión a la que se hizo adepto.

«Enseñaba que el verdadero nombre de Dios es Alá, que su verdadera religión es el Islam, y que el verdadero nombre de sus seguidores es musulmanes. Enseñaba que los negros norteamericanos descienden directamente de los musulmanes y que son la oveja descarriada, desde hacía 400 años, de la nación del Islam. Él había llegado a EEUU para redimir a los negros y retornarlos a la religión verdadera».

El mensaje caló en él, pero se dio cuenta de que no era capaz de expresarse como le gustaría. Su lenguaje era demasiado hip, demasiado del gueto. No había tocado un libro en su vida y decidió recuperar el tiempo perdido.

«La mayoría de los que hoy me leen o me oyen hablar en público, en una conferencia o por televisión, se imaginan que fui mucho más allá de la escuela primaria. Ocurre simplemente que estudié en la cárcel».

Salió de ahí con las ideas muy claras, una gran fe y la convicción de que debía luchar por los derechos de los negros. La lucha era contra el hombre blanco, el demonio, a la que se dedicó durante los siguientes años, escalando posiciones con el apoyo de su mentor: Elijah Muhammad.

«Me van a disparar sobre el stage como a Malcom X, ellos eran mis ex… Amigos se hicieron verdugos al amanecer» (Plan C, Latex Diamond & Sholo Truth)

Durante mucho tiempo Malcom X predicó el mensaje que W.D. Fard (nacido en el seno de la tribu koreish de Muhammad Ibn Abdullah, o sea, la del mismo Profeta) había enseñado a Elijah. Quizá esta parte puede resultar algo repetitiva en ocasiones, pero también sorprendente, sobre todo si entiendes la religión como un conjunto de mitos y leyendas. Es muy curioso todo lo que rodea a la Nación del Islam.

Pero entonces, en 1964, Malcom X (ya se había desprendido del apellido otorgado por los blancos), «el furioso musulmán negro», peregrinó a La Meca. Y aquí es cuando le llegó su última revelación, gracias al contacto con el islam, lejos de esa escisión en la que había estado inmerso. A partir de este punto es cuando comienza lo que considero que es la tercera parte del libro, cuando sus ideas evolucionan y deja de señalar de forma general al «hombre blanco» como el demonio.

«Creo en el reconocimiento de todo ser humano como ser humano tanto si es blanco, negro, mulato rojo, y cuando uno habla de la humanidad como familia no se plantea la cuestión de la integración o de los matrimonios mixtos.

A pesar de esa apertura de miras, su defensa de los derechos de los negros en Estados Unidos (mucho antes del #BlackLivesMatter) siguió siendo acérrima. Sin embargo, el que durante muchos años había sido su guía y mentor, terminó posicionándose en su contra. Malcom X brillaba con luz propia y era temido por muchos sectores de la sociedad, la fuerza de su mensaje cada vez llegaba a más gente.

Y en esas estabas cuando ocurrió lo que sabía que iba a ocurrir: el 21 de febrero de 1965 lo mataron a tiros en el templo de Harlem, en presencia de Betty (su mujer) y sus acólitos.

Una autobiografía (contada por otro) más que entretenida e interesante

La verdad es que me lo he pasado teta leyendo este libro, que ahora es casi el doble de ancho por la parte inferior debido a la cantidad de esquinas que he doblado. Resulta apasionante leer sobre su vida y cómo evolucionan sus opiniones a lo largo de esta (aunque lo del machismo se mantuvo, eso sí, tenía «sus cosas»). Se trata de un testimonio crudo y honesto, que expone la problemática racial como víctima primero y como activista después.

También es muy interesante leer sobre la religión de la Nación del Islam, que algunos confundirán con el islam mayoritario. No obstante, a muchos aficionados al Hip Hop seguro que algo de esto les suena, puesto que ha influido en muchos de sus artistas. Sobre este tema, debo recomendar la lectura del magnífico artículo que escribió BigBrothaBob a.k.a TrueHipHopDetective en CryptaMag.

Nota: objetivamente ese artículo es la puta hostia y lleva un curro de investigación detrás que flipas. Muchos han bebido de este artículo para hablar sobre el tema. Por cierto, ¡un saludito al aguililla de Miguel Ángel Box!, que se lo pisó ENTERITO —sin mención ni referencia alguna ni a BigBrothaBob ni a Cryptamag, por supuesto— en el programa La radio de las mil danzas, de Radio 3, en un capítulo que tituló 5% Nation & Nation Islam. Menudo pájaro.

En resumidas cuentas, la autobiografía de Malcom X es una lectura obligatoria para cualquiera a quien le interese su figura o conocer el germen del actual Black Lives Matter.


Algunos extractos de Malcom X. Una autobiografía contada por Alex Haley

La infancia y el racismo

«Todos estaban satisfechos de mí, y como me querían, me aceptaron enseguida. Ahora me doy cuenta de que me tomaban por una mascota. Delante de mí, hablaban de todo lo que se les ocurría, como quien habla en presencia del canario. Hablaban incluso de mí, o de «los negros», como si yo no estuviera o no entendiera el sentido de esa palabra. La repetían al menos cien veces al día, pero no era con malicia, sino todo lo contrario. Lo mismo pasaba con Lucille, la cocinera, y con el marido. Un día, el señor Swerlin, al vol ver de un paseo por el barrio negro, dijo delante de mí a su esposa: «No entiendo cómo se las arreglan ‘los negros’ para ser felices y pobres a la vez». Añadió que vivían en chabolas, pero en cambio tenían magníficos coches en la puerta.

La señora Swerlin respondió, también delante de mí: «Los “negros” son así». No olvidaré nunca esa conversación».

«Pensé que los que veía en Roxbury eran los negros «bien», instruidos, importantes, de buena posición, que vivían en casas cómodas y tranquilas, rodeadas de jardín. Andaban con paso seguro y orgulloso. Iban al trabajo, a la iglesia, de compras, de visita, todo con mucha dignidad. (…) Se las daban de ser infinitamente más «cultos», «instruidos», «dignos» y más ricos que sus hermanos negros del gueto, que vivían a dos pasos de ellos. Los pobres se morían por imitar a los blancos, pensando que «blanqueados» serían «mejores»».

Malcom Little & Harlem

«Recorrí asimismo los bloques de casas de apartamentos, verdaderos tugurios que más bien parecían ratoneras, donde habitaba todo aquello que pueda considerarse ilícito e inmoral. Mugre por todas partes, cubos de basura llenos a rebosar o desparramados por la acera; borrachos, drogadictos, mendigos. Sórdidos bares, iglesias en cuyo interior se cantaba gospel a voz en grito, tiendas de «gangas», casas de empeño, agencias. Grasientos restaurantes de «comida casera», salones de belleza para mujeres atestados de humo por la fritura que allí hacían con el cabe llo de las mujeres negras, barberías con el anuncio de especialidad en estirado. Cadillacs, nuevos y de segunda mano, que sobresalian de los demás coches que circulaban en la calle».

«Mi uniforme de calle, por así llamarlo, era normalmente una pistola, una calibre veinticinco de color azul metálico, tan pequeña y plana que no se notaba. Pero para el trabajo prefería una treinta y dos, una treinta y ocho o una cuarenta y cinco. Recuerdo aquellos rostros que palidecían y las bocas que se abrían al contemplar el enorme orificio negro del arma».

Malcom X y la religión

«Esta religión [el cristianismo] enseñaba al «negro» que lo negro estaba maldito. Le enseñaba a odiar cualquier cosa que incluso a si mismo. Le enseñaba que el que es blanco es bueno, admirable, dig no de respeto y de amor. Ese lavado de cerebro se realizaba de tal manera que el «negro» acababa creyendo que cuanto más mancha da estaba su piel de la blancura del amo, «mejor» era. La religión cristiana de los blancos enseñaba al negro que debía ofrecer la otra mejilla, sonreír, cavar la tierra, inclinarse, humillarse, cantar, rezar y contentarse con las migajas que caían de la mesa del blanco; que tenía que esperar el maná que caería del cielo, aspirar a un paraíso en el otro mundo ya que el paraíso en la tierra estaba reservado a los blancos».

«La «X» del musulmán representa su verdadero apellido africano, el que no puede saber. La «X» sustituyó a «Little», el apellido que había impuesto a mis antepasados algún diablo blanco, un esclavista de ojos azules que también se llamaba Little. Desde entonces, se me conoce en la Nación del Islam por el nombre de Malcolm X. Muhammad nos decía que teníamos que guardar esa «X» hasta que Dios viniera a la tierra y nos concediera un nombre santo de sus propios labios».

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