La vida secreta de Roberto Bolaño / Montero Glez

Cubierta de «La vida secreta de Roberto Bolaño», de Montero Glez. Ed. Navona, 1ª ed. abr. 2023.

Los años en que publica Montero Glez vienen con premio, y hace unos meses salió La vida secreta de Roberto Bolaño, con la editorial Navona. Lo anterior fue en 2022, Carne de sirena, así que en esta ocasión no se ha hecho rogar demasiado entre uno y otro título. Como bien sabréis, este es uno de los autores predilectos en este blog, y cada nueva lectura no hace otra cosa que afianzarlo en ese podio.

Esta vez reaparece con una serie de cuentos, que fusionan realidad y ficción, por los que van desfilando un montón de artistas, escritores principalmente. A quienes nos flipa la literatura nos suelen gustar los libros que van sobre libros o sobre escritores, «metaliteratura» que se dice. El tipo de «meta» (sin anfeta) que cualquier médico te diría que es buena para la salud. Pues eso son los relatos que nos ofrece esta vez.

Un reencuentro con Montero Glez siempre es motivo de festejo, pero si encima trae de la mano a peña como Burroughs (¡y Kiki!), Chukri, Bolaño o Vila-Matas, pues ya es jolgorio absoluto. Pero no solo de letras se alimenta este hombre que escribe, sino que siempre le gusta tocar palos de diferentes artes (cosa que quedó muy patente en su libro La imagen secreta). Así que también aparecen por aquí artistas como El Agujetas o Ceesepe, actores principales en sus respectivos relatos.

Recientemente publicaron una entrevista en JotDown (muy interesante) en la que el autor comenta que este libro bien se podría haber llamado La vida secreta de Montero Glez «y amigos», añadiría yo. Es mucha gente la que aparece por aquí.

Bolaño es quien le da título al libro, y su historia se reserva para el último cuento, cuando él y Glez se conocen en un viaje en tren. Vila-Matas aparecerá haciendo el florero, con perdón, lo digo porque le están haciendo un retrato en París, y rondan por ahí también Ceesepe y Miquel Barceló. ¡La vida bohemia!

La verdad es que habrá quien disienta de la opinión del narrador en muchos casos, pero:

«Estar libre de hipocresía es lo que tiene, te convierte en un ser despreciable para un mundo donde las relaciones siempre están falsificadas».

Keep it real!

Y sobre los otros autores: justo cuando salió La vida secreta de Roberto Bolaño y se hizo la presentación en Madrid (a la que asistí) estaba leyendo Tiempo de errores, de Mohamed Chukri. Un año antes o así, me leí la biografía de Burroughs de Ted Morgan. Pues resulta que el primer relato del libro tiene a ambos como protagonistas, y esto de juntar a tantos autores que me flipan, me encanta.

Porque aunque muchos de los hechos que se cuentan los conoces; ahora los estás «escuchando» siendo Montero Glez el cuentacuentos. Y digo «escuchando» porque sus palabras escritas siempre tienen melodía.

«Las palabras salían de su garganta con la fluidez del almíbar cuando se extiende sobre el plato del postre».

Tendríais que haber escuchado a Emma Suárez leyendo eso en la presentación, seguro que no fui la única en la sala a la que se le abrieron los ojos como ese mismo plato. Cuando días después comencé con el libro me pasaba el rato expectante por volvérmela a encontrar, quería comprobar si seguía sonándome bien. Y sí, en cabeza propia sigue sonando armonioso.

Me gustó mucho asistir a la presentación sin haber leído el libro, la lectura de Emma fue una maravilla, y la charla con Eduardo Bravo (autor de Ummo. Lo increíble es la verdad, reseñado por aquí), también.

Pero es que Montero Glez además de hacer música con las palabras también sabe pintar: retratos, paisajes, bodegones, lo que le eches. Montero Glez seguramente sea uno de los mejores retratistas del flamenco por medio de la palabra (si no el mejor). Es algo que queda patente en sus libros (protagonista absoluto en Pistola y cuchillo y Huella jonda del héroe), y en La vida secreta de Roberto Bolaño lo vuelve a hacer. Esta vez valiéndose de Agujetas (el Viejo). Una gozada.

«La camisa roja y abierta mostraba el cante que sube, enciende el pecho y abrasa la garganta hasta moldear el gesto sufriente del que expresa su antología apresurada del flamenco. Las manos juntas, en una mímica de piedad o de rezo, completaban la estampa de luz y de muerte. Luego estaban los ojos atravesados de duquelas; el costurón de la mejilla que prolongaba su boca abierta al mundo y también, por qué no, a la desesperación creadora».

De nuevo, Montero Glez no defrauda. Refuerza su universo, haciendo de cuentacuentos para sumergir a quien lee en parte de su mundo. Uno en el que encuentras artistas y escritores peculiares en trenes o bares. En el que te metes en «Cuevas. Taberna llena de humo, palmas y jaleo» y te rodean «trileros, chinas de hachís y gitanería».

Todo esto narrado con su cadencia y compás intrínsecos a su inconfundible estilo con su cante de ida y vuelta (en este caso entre Galicia-Madrid-Cádiz). El duende que habita en Glez tiene todo el puto flow.

«Cuando Burroughs se enteró de esto, supo que no había vuelta atrás y que estaba condenado a vivir en comunión con los muertos.
‘Porque siempre es otra persona la que muere, nunca tú —me dijo el Chukri, apurando el cigarrillo—. Nadie es capaz de contar lo que se siente tras su propia muerte. Ese es el verdadero secreto de la vida. En cualquier momento surge la posibilidad, te mueres y adiós muy buenas’».

«A Burroughs sólo le faltaba morir para sentirse vivo, por eso vestía siempre con el olor y el aspecto de un muerto».

«Las pisadas del viejo Agujetas, aunque cautelosas, irritaban a los búhos, a los murciélagos y a los espíritus más sensibles violados por la angustia humana. Escuchó los extraños sonidos de las cosas mal dormidas, toda una fauna mágica que, a esas horas, buscaba cobijo y olvido en el corazón del bosque».

«La verdad es que nunca me gustaron los libros de Enrique Vila-Matas, siempre pensé que era el típico escritor que gusta a escritores que no saben escribir, y que se dejan el folio en intentar formular conceptos, citando a autores desconocidos por el gran público, como si buscasen la aceptación académica y no la de un público hambriento de historias con las que puedan evadirse. Por eso hay tan pocos novelistas y Vila-Matas no es uno de ellos. «Pero Enrique no me cae mal —le dije a Ceesepe—. ¿Sabes que jugó al ajedrez con Marcelo del Campo?»»

«Me leí todos sus libros; incluso los más aburridos me parecía que tenían algo. Recuerdo que las tardes desapacibles de aquel invierno lluvioso las pasé leyendo a Vila-Matas, encontrando el significado invisible entre las líneas de su prosa frágil. Una noche de aquellas, en Madrid, apoyado en el mostrador de un bareto me encontré a Ceesepe. No le había vuelto a ver desde entonces. Me pareció que después de haberle hecho el feo de no acompañarle en su paseo parisino por quedarme con Barceló, y tras una ofensa así, cualquier intento de arreglo era como buscar las frases de disculpa en vano. He de decir que yo sentía hacia Miquel un vergonzante respeto, tanto era así que Ceesepe siempre me lo reprochaba. Yo no le echaba cuentas a Ceesepe, pensando que era cosa de los celos».

«Con este gesto del desconocido, una extraña conspiración de la materia tomaba forma de aviso. Un nuevo relámpago y, a partir de entonces, a partir de aquel preciso instante, empezamos a hablar entre nosotros. Las palabras salían de su garganta con la fluidez del almíbar cuando se extiende sobre el plato del postre. Percibí un apropiado tono sudamericano picado por la sal mediterránea, pero no supe localizar su procedencia. Era el tono del que muestra su contacto con la complicada extensión del mundo. Luego, él mismo me desveló que era chileno, pero que había vivido en México no sé cuántos años, y que llevaba otros tantos viviendo por Cataluña, al principio en Barcelona y luego en Blanes, donde ahora residía».

4 comentarios en «La vida secreta de Roberto Bolaño / Montero Glez»

  1. Se nota que lo has disfrutado y nos lo cuentas para que lo disfrutemos también los demás.
    Genial reseña como siempre. Gracias

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