Es difícil comentar un libro que has leído hace 7 años. Me salva mi ¿buena? costumbre de anotar al final del libro una lista con las páginas que contienen párafos a destacar, con eso ya me suele servir para situarme. Y las técnicas de OCR terminan bordando la magia (qué tiempos aquellos en las que tenía que transcribir la mayoría de párrafos y citas).
Si me lo tuviera que leer ahora (que me lo debería volver a leer ahora) tengo claro qué música me pondría de fondo: Califato 3/4. Por otro lado, la edición es genial. Tiene distintas texturas en la portada, es estrechito y alto y al tenerlo abierto parece que estás leyendo en dos columnas (de Hércules).
Este libro a grandísimos rasgos, va de intentar explicar cómo nació el duende y los olé y te permite viajar por la historía (mitología inclusive) desde El Planeta -el cantaor más antiguo de tós del que hay constancia- hasta Kiko Veneno. Por intentar poner de ejemplo dos extremos cronológicos.
«El Planeta creía en los influjos siderales, a ellos dedicaba sus composiciones. Los mismos astros que llevaron a Hércules un día a robar el ganado de Gerión y a fundar ciudades de comercio y de pecado fueron la inspiración de este hombre, herrero de oficio e inventor del martinete, palo flamenco que nace en la fragua. Según parece, el Planeta estuvo un tiempo trabajando de herrero en Málaga en la fundición de Manuel Agustín Heredia Martínez, que regentaba un complejo industrial que todos conocían como el Martinete. Es curioso cómo en las tierras del sur las palabras evolucionan y en este caso, un apellido sirve para bautizar un palo flamenco. El martinete es un desgarro al rojo vivo, un cante primitivo que se acompaña por el golpe del martillo macho sobre el yunque»
«La semilla de la rebeldía cayó en el terreno adecuado, a una temperatura propia y por lo mismo germinó. Fue el principio. Lo mejor vino después, cuando florece en los arrabales y esa nueva forma de entender la vida luce en el Polígono Sur, donde unos gitanos tocan la guitarra por Hendrix y se encuentran su sitio coloreando el presente con manchas de psicodelia. Son Raimundo y Rafael Amador, hermanos de sangre y cuerda guitarrera. Gitanos que se hacen hippies o jipos, rebeldes que escapan de todo tipo de convencionalismo y que se van a vivir a la casa que hay encima de una farmacia donde estaba alojado un catalán de nombre artístico Kiko Veneno»
Pero obviamente este libro es un reguero de muchos otros nombres de los que se escriben con mayúscula, tanto nombres de personas (Pericón, Rancapino, Quiñones, El Chaqueta, Caracol, y -cómo no- Camarón, etc.) como de lugares, capitales, pueblos y barrios.
«El barrio de Triana tiene alma de mujer, quiero decir que es un barrio femenino bañado por el aroma a azahar. La mitología, que para todo tiene respuesta, nos viene a decir que la diosa Astarté fu la fundadora de este barrio. La citada fue diosa carnal de anchas caderas que se presentabadesnuda, de pie, sobre un león. La cosa fue que sedujo a Melkart, más por apetito de estómago que por apetito sexual, y que Melkart pescó una corvina para saciar el hambre de esta diosa. Después de la comida huyó, dejando a Melkart con las ganas de postre, dicho por lo fino. Con calentura de corredor de fondo se dedicó a perseguirla, remontando el Guadalquivir, pero no la encontró pues Astarté se refugió en la orilla occidental del río fundando así Triana. Melkart la buscaría al otro lado del río, fundando Híspalis, hoy Sevilla.
De aquella persecución amorosa no solo quedan dos ciudades, también la leyenda del pez mágico que recibe el nombre de corvina y que es pezque trae unos pequeños huesecillos en su cabeza, como dos piedras blancas de la misma calidad que el marfil. Según cuenta la leyenda, Melkart engastó uno de los huesos en un cordón y se lo regaló a la diosa. Esta se lo colgó al cuello y con el regalo se escapó camino de Triana. Hoy en día es muy típico ver a los marineros luciendo los huesecillos de la corvina como un amuleto mágico que ahuyenta los males.»
«A día de hoy se canta por Camarón igual que se canta por fandangos, por cantiñas, por soleá o por cualquier otro palo del árbol flamenco»
En este recorrido, MGlez, a la vez que va mencionando distintas localizaciones hace la paraíta obligatoria en la venta que vaya encontrando al paso: Vargas, El Colorado, la del Ventorrillo el chato o la venta el Canario. Y mira tú que suerte, que -como lector- te vas a encontrar a más de un cantaor de renombre en alguna de estas. En alguna venta, en algún tablao, plaza o patio…
«Vengo a hablar de lo sucedido la noche aquella en la que descubrieron una placa en la calle donde nació Pericón de Cádiz»
«Según nos cuenta Fernando Quiñones, en el Patio del Maestrito el niño Caracol recibió una lección de esas que no se olvidan. Estando Antonio el Herrero tocando la guitarra y después de rematar un cante, el niño Caracol se quejó de que no le había tocado bien. Entonces el Herrerno se compañó el mismo unas seguiriyas de pena negra con todo su rajo ante los presentes. Al acabar su cante, miró al niño Caracol que se había quedado mudo, y dijo: «Así le toco yo a los que cantan bien»»
El pueblo gitano se intenta retratar, como no podía ser de otra manera si se está haciendo un repaso histórico al origen del flamenco:
«Los gitanos siempre fueron perseguidos a lo largo de la historia, al igual que moros y judíos. Sin embargo, a diferencia de ellos, el pueblo gitano siempre se escapó de la historia y tomó la ruta de los márgenes. Camarón de la Isla conoció las señales, tal vez por eso se tatuó la estrella de David junto a la luna mora sobre su mano. La piel gitana que contiene a los dos pueblos.»
Por decir no quede que el Chaqueta era descendiente de los márgenes de la historia, de la raza de los que trajeron el bronce a Europa y fueron perseguidos por tener hechizos para todo. De los que llevan en la sangre lo de negociar y esquilar bestias, y el toreo y las cosas de herrería. Gentes del bronce que dejaron de girar en la rueda dentada de la historia y fueron destinadas a enriquecer la canción popular folclórica. Las cosas como son, si no es por ellos, por los gitanos, el flamenco no sobrevive. Lo hechizaron, lo echaron a andar. Ya dije que son sabios en poner en práctica conjuros y adivinaciones.»
Un libro para los que aman Andalucía, no solo el flamenco, que es una delicia leerlo. En estos años -desde que me lo leí hasta hoy- lo habré recomendado una docena de veces. Está claro que no es un libro para recomendarle a cualquiera, pero para aquellos que se ajusten al perfil, pueden quedarse completamente extasiados después de terminar este libro también. Un regalo infalible para muchos.
«En resumidas cuentas, que tenemos de todo, desde islas sumergidas hasta poemas homérico, pasando por libretos inacabados, y eso sin olvidar todas las pateras que se pierden en la noche del Estrecho»
«El capitán Rochfort Scott, que recorrió la ruta de Hércules, de Cádiz a Gibraltar, en fechas cercanas a las de Richard Ford, describe este camino como una vereda profusa de peligros y asaltantes. hoy no hay bandoleros, pero sí podemos encontrar patrullas de jóvenes que recorren las carreteras detrás de la Guardia Civil. Son los llamados «buscamanis» palabreja esta que aún no ha sido aceptada por la academia de la lengua y que es degeneración de las voces «busca» y «mano», pues en un principio el cometido de los citados era el de simples busqieros que iban a la caza de todos esos gayumbos o fardos de hachís sin dueño que la mar escupe en la costa. Gayumberos o lo que es lo mismo, muchachos en edad escolar que a finales de los años noventa, sayando el fin de siglo, con el auge de las nuevas tecnologías con teléfonos móviles y mensajes SMS, evolucionaron y, a lomos de motos trucadas, se dedicaban a comer en culo a las patrullas que vigilan la costa. Su cometido: avisar de los movimientos para que así los narcos sepan qué playa está fuera de peligro a la hora de alijar»
«El hachís es veneno ideal para dedicarse a la contemplación, para emprender vuelo de subida que llega a un punto orgásmico, de no retorno, y luego baja, a veces de manera cruel, ofreciéndonos de manera nítida la figura de pequeños diablos que nos traen el pasado con sus escenas que pesan en la conciencia. Walter Benjamin, en su estudio dedicado al venerable veneno, señaló el sentimiento de duda y temor que acompaña a la ingesta. Es un veneno reflexivo, el hachís, capaz de ensimismar a toda persona que busque alcanzar la claridad de pensamientos, El aumento de actividad de los neurotransmisores o mensajeros en el momento de la subida, supone para mí emborronar muchas más páginas de la cuenta.»
«La placa de mármol dedicada a Pericón se descubrió con el sonido de la guitarraa de Paco de Lucía, tocando tarantas apoyado en un portal. A su lado, Félix Grande y Rancapino y Francisca Aguirre y Carmen Martín Gaite y Fernando Quiñones, figuras todas de un coro artístico que daría sus mejores obras años después de una Guerra Civil que acabaría con todo. Eran tiempor en los que literatura y flamenco estaban más unidos que ahora y una generación de escritores dignificaba la cultura popular sobre los escombros de la guerra.
Si aquella generación de escritores tenía algo en común, era el gusto por lo popular. Sin duda alguna, fue la generación perdida que mejor interpretó a Hemingway, sirvan como ejemplo Sánchez-Dragó con su prosa de nervio e idea, o ese otro, vasco y prematuro en su muerte: Ignacio Aldecoa. A algunos de ellos, con el tiempo, los llegué a tratar, y en este nido de envidias y mondongo económico al que han quedado reducidas nuestras letras, son para mí gente de respeto. Cuando la mitología falsa delos salones literarios ha invadido los escaparates de las librerías y apenas se habla de ellos, me siguen pareciendo místicos del rito literario más entregado, hermanados con el sentir flamenco y con ese viento de levante tan gaditano como viento del mundo, antes de que el mundo fuese mundo tal y como lo conocemos ahora.»
«Ahora que lo pienso, tal vez escribir consista en saber expresar con palabras exactas la sensualidad que se esconde entre los muslos de una mujer cuando se alza en puntillas a tender la colada, por ejemplo. Y que sentir al Diablo no es sino el balanceo de esa misma carne al compás de una canción cantada con una pinza en la boca. En resumidas cuentas, la literatura es una mezcla obscena de memoria y deseo que nunca conseguirá retener el instante preciso como lo pueden hacer la pintura, la fotografía o la escultura sin ir más lejos. Con todo, yo siempre quise escribir.»
«Los rincones del peñón se encuentran excitados por años de contrabando y por una profesión silvestre y lírica a la par. Hablamos de las matuteras, una de las tantas profesiones liberales que se dan en el Estrecho y que es una labor a extinguir que se localiza en la frontera de Gibraltar. Son grupos de mujeres que se organizan en cuadrillas y que están versadas en el arte de cruzar la frontera cargadas de matute: cartones de tabaco rubio y güisqui de malta. La distribución de la mercancía la llevan a cabo los güinstoneros, cuyo cometido es el de colocar el mandao por los bares y tabernas del Campo de Gibraltar»
«En los barrios gaditanos se conservan los sonidos negros en estado puro y eso es debido a que nunca se cerró a la influencia de otras músicas. Sus calles, que tienen más de doscientos años, atesoran cierta gracia caribeña y cuando uno lo recorre tiene la impresión de encontrarse al otro lado del charco, poco más o menos. Son barrios para recorrer al detalle sin prisas ni relojes. Parecen hechos a medida para los que, al igual que yo, buscan algo y no saben quién es.»
«El Jebel Muza es la punta más occidental de esta cadena montañosa habitada pos cabras saltarinas que miran al hombre con una punzante tristeza y que desprenden guijarros en su loco correteo por las laderas. Son víctimas de ese dios que se conoce como Pan y que provoca violentas estampidas en los rebaños. El mismo dios que un día llamase con su flauta a Paul Bowles y a generaciones de jóvenes escritores que buscaban a sus Hylas particular, como Brion Gysin o William Burroughs. La música de las flautas y de los tambores de la tierra que, con todo su hechizo dionisiaco, tiene el mismo acero que el grito desollado de una seguiriya cantada con la voz al límite.»