Pistola y cuchillo / Montero Glez

Ha vuelto. Por fin. El que puedo decir con total seguridad que es mi autor contemporáneo preferido. Devoción. Del que he comprado todas sus obras pero no tengo ninguna en la estantería, tal es mi afán de expandir su lectura que sus libros son los que más he dejado y sigo dejando. A día de hoy sólo tengo éste en mi posesión y no por mucho tiempo, me he comprometido a prestárselo a un colega. El resto de libros están desperdigaos por las casas de mis amigos, pero ni idea de dónde ni en casa de quién.
Por aquí he dejao reseñas de Pólvora Negra, Manteca Colorá, Cuando la noche obliga y de El verano: Lo crudo y lo podrido, con lo que quiero decir que he escrito mucho del autor. Para no repetirme dejo un par de enlaces a artículos para El Cultural de El mundo, «Charlas con estatuas», en los que va visitando distintas estatuas y mantiene una conversación con ellas. Lo cojonudo del tema es que los lee el propio Montero Glez y están subidos en la página de El Cultural. Me flipa.
Son solo 123 páginas y con tamaño de letra bastante grande, se lee de una sentá y resulta como un disparo. Me he reído y todo lo contrario, no sólo es el fondo (que toca) sino la forma (que araña).
Vamos a por el fondo: Camarón en la Venta Vargas poco tiempo antes de morir. El contexto: una pelea de gallos y un mal presentimiento. Y mientras tanto el narrador en primera persona recorre algunos capítulos de la vida de Camarón y lo describe con el lenguaje del movimiento y de los silencios. El efecto que produce en los demás una calada honda tras una expresión seria y soltar el humo en un quejío.
Se nota que este es el tipo de historias que le gustan a Montero Glez, de las que saben a pescaíto frito y suenan a guitarra española. Anda que no le gusta Cádiz…

En Manteca Colorá decía de Conil:

“Por si no lo he dicho antes, estamos hablando de Conil de la Frontera, un pueblo marinero situado en la región más antigua y más ofendida de occidente: la costa gaditana. El pueblo no es muy grande y, visto de lejos, se asemeja a un brochazo blanco sobre la playa que llaman de los Bateles. Sin embargo, a la noche, recién encendidas las casas, guarda cierto parecido con un belén navideño de los tiempos de Augusto, no haciendo falta que sea época de villancicos para que el milagro acontezca.”

En Cuando la noche obliga de Tarifa:

Ocurre que el viento sopla tan fuerte que borra el número de los zapatos. Y que a su paso enojado arranca lunares de pañuelo, ladridos de perra y besos perdidos para siempre. Y ocurre también que la mar se alborota y que, sabrosa de sal, embiste la costa y chifla los ánimos del viajero”

Y en Pistola y Cuchillo de San Fernando:

«En su gesto derrumbado había una antigüedad de milenios que se remonta a tiempos añejos en los que San Fernando era isla florida de olivo, mimbre y palmeras. De cuando la habitaban sirenas con bata de cola, el sol y la luna eran los amos del mundo y los fenicios aparecieron por la costa con el primer gallo de combate

 

¿Quién le va a quitar la razón?
Y ya situaos en San Fernando nos deja dentro de Venta Vargas, acompañados de José y un par o tres más. ¡Al rico camarón de la bahía! eso que menciona Montero que es la cantinela que más se llevaba… tengo que decir que la última vez que escuché algo parecido fue en un festival en donde, unos de San Fernando andaban gritando: -«¡Bellota! ¡Bellota! ¡A la rica Bellota de San Fernando! ¡De la que fumaba Camarón!». Todo sea por el negocio.
A lo que íbamos, que nos encontramos en la Venta Vargas. Lugar emblemático donde los haya.

 

«En resumidas, sus muros no sólo habían sentido el roce de los trabucos sino también el de la sangre cuando es
cantada hasta salpicar las camisas

 

 

Lugar de ilustres flamencos.

«Aquellas paredes aún conservan el eco de las flamenquerías y los desplantes, el olor a sangre que recorre lo jondo y con lo que se emborracharía Caracol ante el sabor amargo del relevo en el trono del cante.»

 

De esto de Caracol le he preguntao a mi padre, que sabe del tema. Lo de Caracol es una historia que menciona sobre cómo le presentaron a un gitano rubio que cantaba como dios y después de escucharlo no hizo comentario alguno, sino que se pidió otra copa.

 

«No haría nunca el más mínimo comentario al respecto, masticando en callado la rumia de su fracaso«

 

Ahí que se veía perder el trono. Mi padre lo confirma, «Caracol era mu soberbio. Cuando en Canasteros salía alguien a cantar y la gente le aplaudía mucho entonces aparecía él después pa cantar también. Era él el que mandaba.»

Le he pasao examen sobre el Madrid «gatuno» y ha sacao un sobresaliente, sólo ha fallao con el de las afueras.

«Fueron noches por el Madrid gatuno. Caripén, Gitanillos, Los Grabieles, Billares de Callao donde conoció a Paco o la Venta el Palomar, en las afueras, de amanecida y tras haberse dejao llevar por los fantasmas broncos de la noche.»

 

 

A lo largo de las páginas suelta anécdotas de la vida de Camarón, como cuando estuvo cantando en Francia:

 

«Eso fue lo que pasó durante las tres noches que José estuvo cantando en el Cirque d’Hiver, o como se escriba. Por lo visto en los charcos temblaba la luna y al otro día salió en todos los periódicos franceses con su foto en primera. ‘El Mick Jagger gitano’, ‘El Joe Cocker de San Fernando’ y grandezas por el estilo. ‘¿Quiénes son esos gachós’, preguntó él cuando se lo leyeron.»

 

 

pero sobretodo trata de describirlo. Como persona, como intención. Y a mí me ha puesto el nudo en la garganta haciendo eso. Sin necesidad de ahondar en el lado oscuro demostrando la elegancia del autor.
Creo que la conmoción se debe al sentir flamenco, quizás a alguien la imagen de los nudillos sobre la mesa y hacer el compás no le emocione. A mí sí y me temo que ahí reside mi devoción por esta (y otras) novelas de Montero. Siempre el humo, los silencios y las pocas palabras que hay: claras. Si se ha llorao por fandangos, martinetes o seguiriyas, y se ha jaleao por alegrías, bulerías y tanguillos… hay algo que une. Y en este caso une al autor, al «personaje» y al lector.

«Se hizo un silencio, que más que silencio era una sorda rebeldía. Un silencio que se extendió por el cuarto y antes de que nos aplastase por completo, José lo rompió, con los nudillos sobre la mesa, haciendo compás. Con los ojos cerrados, mirándose adentro, jondo hasta llegar a las cuevas que por su cuerpo dejaron los barrenos de la vida, se arrancó al golpe, por mineras.

El sueño va sobre el tiempo,
flotando como un velero,
flotando como un velero.


Tenía esas cosas, sólo él era capaz de meter una letra alegre por mineras, sólo él podía engañar al compás midiendo un cante de columpio con la vara más triste del palo flamenco

En otro fragmento define a Camarón como:

«Era dueño y señor del tiempo y de sus mudanzas, como también lo era del silencio y de sus ritmos. Por eso podía poner a los relojes a callar cada vez que quisiera y así pasó durante un buen rato. Lo que tardó en prender otro cigarrillo y aspirar el humo, hasta calentarse el pecho.»

 

Sin lugar a dudas puedo decir que es uno de los mejores libros que he leído en los últimos tiempos. Ya van dos veces. De verdad, cae de una sentada, te quedas en shock e inmediatamente vas a ponerte un disco del susodicho. No tiene desperdicio. No le sobra ni un punto ni una coma.

 

Buen regalo si conocéis a alguien que le guste el tema.

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«Vacilante, tenía una sensación parecida a la que pudiera tener una rata de barco en noche de tormenta. En el fondo no somos tan diferentes los hombres de las ratas. Ambos tenemos mierda en las tripas y un corazón donde bombea la sangre

«Aunque lo sospechaba, yo no sabía todavía que la tragedia es la serte más ridícula que existe. Tan sólo me dediqué a digerirlo a tragos, apoyado en el mostrador, mientras el viento culebreaba por las grietas que los años habían abierto en las paredes. Era un viento moreno y quemador que hacía silbar las botellas, los huesos y trinquetes de las últimas moradas.«

«Ocurrió una noche, cuando el gitanico Juan Vargas, marido de María Picardo, dueño de la Venta Vargas y compadre de Caracol, le pidió a éste que escuchase a un gitanico rubio que era puro almíbar. Fue entonces que Caracol sentenció: Un rubio no puede cantar bien en su vida’. Aún así, Juan -varrgas insistió tanto que al final Caracol aceptaría escuchar al gitanico rubio. Con esas, una noche fueron a buscar a José (…) En aquellas fechas, Caracol era todavía el monarca del buen cante. La enfermedad no había reducido sus vértebras y el coche que se adelantó a su muerte no había hecho aparición. Nadie se atrevía a predecir que aquel hombre acabaría cosido con el hilo de la autopsia. Así que cuando en la Venta Vargas mandaron a buscar a José para que Caracol le escuchase cantar, José accedió. Los que estuvieron presentes, y los que no también, cuentan cómo el gitanico rubio cantó a rabiar delante de un Manolo Caracol que le escuchó en silencio. Un silencio elocuente que a José volvió sordo y que sólo se rompió cuando Caracol pidió otra copa. ¡Cazalla! Después del trago, Caracol se hizo el distraído mirando las paredes. No haría nuna el más mínimo comentario al respecto, masticando en callado la rumia de su fracaso«

«Suele pasar que aquello de lo que escapamos es inseparable de aquello hacia lo que escapamos«

«Había descuberto que el navío que flota sobre el tiempo va sin brújula y carga sueños. También que la realidad, por mucho que se alargue, cuando es soñada cabe toda en un poco de tiempo»

«Entre cacareos, plumas y un curioso olor a mierda que raspaba la garganta, el día se me iba en preparar al polluelo, transmitiéndole mi aliento y esa herencia de Caín que los españoles llevamos en la faltriquera del alma

«Pillaba el alfabeto de los gestos y lo convertía en caligrafía. Era la mímica del que sabe que el silencio es la nota más larga y que sólo ha de acortarse cuando suena algo importante.«

3 comentarios en «Pistola y cuchillo / Montero Glez»

  1. Le tengo ganas a Montero Glez, hace poco leí un cuento suyo en una antología y me gustó mucho. Pero como el flamenco no me "llega" tanto empezaré por otro, quizás Manteca colorá…
    Un placer leerte de nuevo. Bicos!

  2. De este autor nunca te escuché (o creo) hablar, pero siempre que te escucho-leo comentar algo de algún autor me entran unas ganas irrefrenables de tener algo suyo entre las manos… así que nunca será tarde

    un abrazo, katrina
    p.d. sospecho que no te llegó mi correo, pero desde aquí te digo que si de veras te gustó lo que escribí puedo darme con un verdadero canto en los dientes

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