He perdido la cuenta de cuántos libros de Montero Glez he podido leer a lo largo de mi vida y cada vez que publica algo es el acontecimiento literario del año. Este 2022 toca premio, aparece Carne de sirena, seis años después de su última novela, Talco y bronce (que no está reseñada, pero prometo que lo haré).
Ya os adelanto que, como sospechaba, me ha flipao, tanto la historia como la forma en que se narra. Porque el estilo propio de Montero Glez, como dice Paco Gómez Escribano, «tiene compás». Aunque en esta ocasión nos haya situado en los mares gallegos, sigue retumbando el cajón en el pecho y el ritmo sigue marcado con palmas sordas. Pero no vamos a encontrar el Sur de Roberto, sino el temporal da Costa da Morte.
A Carne de sirena le viene al pelo el famoso conxuro, que algunos conocerán como «el de la queimada» y otros por la canción de Mago de Oz. «Demos, trasgos e diaños (…) mal de ollo, negros meigallos (…) Cheiro dos mortos, tronos e raios (…) Averno de Satán e Belcebú, lume dos cadavres ardentes…».
«—¿De dónde viene usted, si puede saberse?
—Del otro lado del infierno —bramó Andrés Bouza.
—Pues póngase cómodo, haga el favor, está en su casa —le dijo el anciano».
Montero Glez, castizo y gadita
Montero Glez (1965) es de-aquí-de-Madrid, aunque lleva ya veinticinco años viviendo en Cádiz («bello rinconcito de mi Andalucía, cuando Dios te hizo qué alegre estaría…», cantaba Chano Lobato). No es de extrañar que termine en el «pueblo que siempre se ha burlado de sus amos», como mentaba hace veinte años en su blog.
El problema de los que se burlan de sus amos y no le bailan el agua a los que aplastan sus culos en los sillones de las plantas nobles es que estos mismos, que manejan el cotarro, les van poniendo cercas para tenerlos lejos. No me cabe duda de que eso es exactamente lo que le ha ocurrido a Montero Glez desde el principio, porque talento siempre le ha sobrado. Bastaba leer su blog entonces, sus artículos de opinión actuales o cualquier entrevista que encontréis, para percataros.
Esta ilustración es de Toño Benavides. Aparecía en el blog que tenía Montero Glez en El Bestiario.com llamado La trinchera cósmica: un almanaque incendiario
Se dice que los que no separamos a la persona de su obra nos perdemos mucho, puede que tengan razón, pero que nos sentimos fieles a nuestros principios también es cierto. No digo que vaya a cuestionar las posiciones de autores de tiempos pasados, pero sí las de quienes viven en la misma época que yo. Así que, si todavía están danzando, optan por verter sus opiniones en público y estas me resultan nauseabundas: sí, prefiero cancelarlos (como se dice ahora) en mi biblioteca y destinar mi tiempo y dinero en obras de personas que merecen mi admiración. Como es este caso, en el que, además, derrocha calidad por todos lados.
Su primera novela fue Sed de champán (1999), reeditada hace poco por Temas de hoy, y desde entonces nunca ha parado de publicar (novela, ensayo u opinión). En libros, blogs, periódicos, suplementos o donde sea. No me voy a extender en contaros todos los títulos que tiene publicados (podéis verlos en la ficha que tiene en la web de Planeta) pero sí diré que he leído el 99%. Como comentaba en la reseña de Kiko Amat, lo difícil no es convertirse en uno de mis autores preferidos, sino mantenerse. Tras haberme ventilado casi toda su obra, y a pesar de descubrir otros autores que me han flipao a lo largo de estos años, sigue siendo mi número uno.
Carne de sirena y la Galicia fantasmagórica
Nota: lo que viene a continuación, es más o menos la transcripción de una parte del Abocajarro que solté para El rincón criminal, el podcast de Hutxu. Hutxu es tan buen lector como persona y, además, también amigo. Solo me junto con la peña güena. Si os mola el género negro, suscribíos a su podcast: os va a flipar. Lo tenéis disponible en Sons Podcast, Ivoox, Spotify, Podimo o Apple Podcast.
No me enrollo más, vamos a por Carne de Sirena y su protagonista, el gallego Andrés Bouza, un mariñeiro que «el último día de su vida, se hizo a la mar temprano, sin dar importancia al oscuro presagio del cielo» (que es como comienza la novela).
«El panorama del puerto lo componían una docena de barcazas de aspecto fantasmal, amarradas bajo el techo de la llovizna. El silencio de la muerte parecía haber renegrido sus colores. Llevaban días en espera de buen tiempo, flotaban en perfecta quietud como si estuvieran abandonadas a un descanso eterno».
Zarpa decidido, sin rumbo, a pesar de intuir que nada bueno le traería esa Costa da Morte que es su vida. Al poco de soltar amarras, se topa con un primer contratiempo (en el que no voy a entrar en detalles) para terminar tomando tierra en una isla bastante fantasmagórica. Ahí encuentra refugio en una Posada, donde se resguarda del temporal que arrecia.
En ese momento entran en escena los tres personajes que completan el cuadro principal de Carne de sirena: un cura ciego, el posadero pelirrojo y un tipo solitario y con signos de trastorno en el desarrollo intelectual que —para más inri— va armado y al cual Andrés cree reconocer. (¡Manda carallo!, qué pequeño es el mundo).
En ese contexto arranca esta historia de historias donde se siente la presencia de os demos (los demonios), del pecado y de los males de ollo. De sangre y vicio, de vida y muerte malditas.
«Andrés Bouza estaba irritado contra sí mismo y contra todo lo que le rodeaba; cielo, tierra y mar le estorbaban de la misma manera que le estorbaba su pellejo por la propia acción de contener demonios».
Una narración que lleva el sello personal de Montero Glez, ese que sale de las entrañas y que te llega envuelto en seda y lija a partes iguales. Glez te enseña la madeja y la va desenredando a la vez que crea nuevos nudos, en un ambiente oscuro, asfixiante y en parte aterrador. No voy a concretar más sobre los colores de la madeja o cómo se entrelazan sus hilos porque es mejor que cada cual lo descubra por sí mismo.
Un regreso esperado y que no defrauda
Al terminar la novela, lo primero que comenté en Twitter fue que, aunque en la faja se menciona la Galicia de la fariña y los narcos, y a Odiseo a.k.a. Ulises (seguramente por aquello del barco, la isla, las sirenas y Polifemo), creo que quienes la lean estarán de acuerdo conmigo en que podrían haber utilizado perfectamente la referencia de Dante. Esa posada, y la historia en general, tiene tanto de heroico como de infernal.
«Dígame si esta posada existe antes de la creación del mundo o si es obra del mismísimo Diablo».
El regreso de Montero Glez es otro puñetazo más en la mesa y en el pecho de quien lee. Su escritura nunca ha sido para espíritus sensibles ni para lectores lineales y simples: ahora tampoco. Es desasosiego, pasión y crudeza. Retuerce el alma a los personajes, desentierra historias y da vida a espíritus oscuros que, sorprendentemente, pueden hasta provocar ternura en ciertos momentos.
En fin, que no puedo hacer otra cosa que recomendársela a todos los que lean este blog (o escuchen el Abocajarro de Hutxu), porque acercarse a la obra de Montero Glez es un acierto siempre.
Algunos fragmentos de Carne de sirena
«Eran unos críos, unos rapaces casi adolescentes; vestían con ropas oscuras y se movían de manera rápida, elástica y silenciosa, como los felinos, dando a entender que el tiempo no existe por sí mismo, que necesita del movimiento para hacerse posible. Había en ellos el noble desprecio por las reglas que los hombres comunes habían consentido acatar. No era más que una falsa rebeldía que afloraba en los márgenes y que se extendía por el cuerpo de una sociedad perezosa que se beneficiaba de aquellos brotes rebeldes».
«—¿Los animales creen en Dios?
—Pudiera ser —asegura el anciano ciego—, pudiera ser y, si así fuese, para ellos, para los animales, el Demonio sería el ser humano. Definitivamente».
«Antes de matar, entregaba a la víctima el salpicón de sus carcajadas humedecido por los insultos más groseros».
«Nadie mejor que él, nadie mejor que Andrés Bouza para saber que la acción consuela y que, por contra, la reflexión paraliza como enemiga declarada de la actividad. Nadie mejor para medir su pasado y su culpa».
Como siempre tu reseña es impresionante.
Mil gracias
Gracias a ti :DDD
Magnifica reseña. De no conocer a la autora me voy de cabeza a por este título, que seguro que no será el único.
Gracias, infinitas
M. Eugenia Luna
Muchas gracias 😀 Me alegra que te haya gustado, pero más todavía que vayas a empezar con Montero Glez. Ya verás cómo escribe. Una maravilla.
Pues ya la tengo en mi poder para leerla en breve. Desde Madrid a la Tacita pasando por Costa da Morte, flipante el universo Montero Glez… que te voy a contar que no sepas ya. En este Sant Jordi 2022 tan accidentado no la pude encontrar en las calles de Barcelona por causas ‘temporales’ pero, cosas viajeras de la vida, me la acabo de bajar en la maleta desde Donosti.
Larga vida a los buenos libros y a los grandes autores!
:DD Ya verás qué historia más chunga, jajaja, ya me contarás qué te ha parecido. ¡¡Y larga vida a los ahmicos!! ♥
Acabo de terminarlo. Sumamente adictivo, como de costumbre, de culto esas descripciones tan personales tanto de espacios como de personajes (se ven, se huelen, se tocan, se escuchan, se saborean…)
Gracias por la recomendación… y por acercarme a esta posada, Ahmica!