Debuta en el blog una autora que lo petó a principios de año con su «Gordo de Feria». Como muchos sabréis, estoy hablando de Esther García Llovet y me estreno con «Sánchez». Se trata de una novela corta —o relato largo— que te lleva de paseo nocturno por el Madrid menos turístico en compañía de Sánchez y Nikki, dos buscavidas que tienen que hacer algunos mandaos.
Buen descubrimiento, me ha gustado mucho su rollo, así que tendré que hacerme con las otras novelas publicadas sobre «La Trilogía de Madrid».
Esther García Llovet: la autora
Esther García Llovet es malagueña, nacida en 1963, pero lleva viviendo en Madrid medio siglo (desde 1970). Está licenciada en Psicología Clínica y también estudió cinematografía; en la práctica es escritora y guionista.
Por lo que parece, le mola bastante el ambiente urbanita y hace gala de ello en la trilogía dedicada a la capital. De hecho, en una de las entrevistas que he leído comenta lo siguiente:
«yo la M30 me la he hecho andando, no me pongo a leer para escribir, camino y punto, y miro, claro. Y escucho en las barras».
La autora cuenta ya con, al menos, siete novelas publicadas (Sánchez es la sexta) y las tres últimas son las que componen «La Trilogía de Madrid»: Cómo dejar de escribir (2017), Sánchez (2019) y Gordo de feria (2021). Hubiera estado bien saber esto antes de hacerme con Sánchez y así leerlas en orden, parece que no hay trilogía que lea ordenada (véase la de Marta Sanz con su detective Arturo Zarco y Paula Quiñones).
Sánchez y Nikki
Sánchez, que da nombre a la novela, es uno de los dos personajes principales junto a Nikki. Ambos comparten una posición social como buscavidas y chanchulleros, además de un largo pasado en común. Se encuentran en Madrid, no en el centro, no en las ubicaciones habituales de las novelas enmarcadas aquí, sino en los barrios fuera de la M-30, con su realidad completamente distinta a la del centro.
A lo largo de una noche acompañaremos a esta pareja mientras intentan solucionar diferentes asuntos. Por medio de las conversaciones que mantienen y de la narración de Nikki, vas descubriendo: la historia de los personajes (tanto de los mencionados como de otros que intervienen en la trama, como Bertán); los objetivos que tienen esa noche y cómo ejecutan y se resvuelve el plan. Además, todo esto tiene lugar en un ambiente nocturno, aislado y con un cierto toque sobrenatural.
«Bertrán tenía una capacidad indudable para neutralizar el menor asomo de mal rollo o mala vibra en cualquiera que se le acercara, igual esos eran sus superpoderes, o igual era que se la pelaba el estado de ánimo de quien fuera aparte del propio».
Así contado, puede parecer que sea una novela llena de acción, pero no lo es —aunque tenga un par de momentos tensos—. Aún así, sigue siendo una novela rápida por la forma en que se desarrollan los diálogos y por la narración directa y puntiaguda. El peso de la novela, a mi gusto, recae en el ambiente que recrea la autora y su visión de la cara más gris de la capi.
Un guión hecho novela: Madrid con nocturnidad y alevosía
Esther García Llovet comentaba que Sánchez nació siendo un guión de cine fallido. Desde luego, si se llevase al cine, no sería una película palomitera. Como decía, en esta historia no es tan importante lo que acontece como lo que la rodea. Si bien la trama es sencilla de resumir (Nikki y Sánchez tratan de encontrar un galgo —«un perro mod»— para vendérselo a una notas que lo quiere para hacer carreras), en realidad es un simple hilo (o cable de funambulista) sobre el que se sustenta la narración de García Llovet.
«—¿En qué estás metido ahora?
No me contestó nada, estrechó los ojos como si estuviera calculando algo muy deprisa. Podría ser elegante, entrar en el mar andando con capa y todo, tenía un dinero por ahí guardado, pero en algún momento de pánico había preferido esta vida de todo en un día, la cosa rápida, los asuntos concretos que siempre salen mal».
Nikki va clavándole puyitas a la sociedad en forma de crítica por medio de sus reflexiones, como es habitual en las novelas noir y en el realismo sucio. Esta novela habla de personajes «perdedores» que se tienen que enfrentar a las dificultades del ambiente en el que viven, además de servir de altavoz con el que señalar las vergüenzas de las grandes urbes (con su enormes desigualdades).
«La gente con pasta parece siempre que está por encima de las cosas, pero lo cierto es que está detrás de todas las cosas. Parecen extranjeros aunque lleven aquí trescientas generaciones. Bertrán tenía esa pinta también, esa forma de caminar. Iba con gafas de sol, tenía un tatuaje en el brazo, algo que me dejó bastante sorprendida porque esta gente no se hace tatuajes, a no ser los futbolistas o los cantantes. ¿El tatuaje era del papa Francisco? No estaba segura».
Sánchez: en el ecuador de una trilogía
Sánchez se acaba sin que te des cuenta. Si tienes tiempo, es fácil que te lo leas de una sentada: es breve y ágil, con muchos diálogos salpicados de jerga y un tono bastante conciso, casi brusco. Se me ha hecho corta pero está muy bien rematada, tiene un desenlace potente. Sin embargo, a aquellos lectores acostumbrados a novelas lineales, con descripciones y acciones detalladas, con poco que leer entre líneas, es posible que esta novela no les termine de convencer. No tiene un estilo narrativo estándar.
La escritura de la autora es original, seca y directa. Alterna los diálogos con reflexiones o recuerdos y mantiene un tono regular: no se pone pedante al reflexionar, ni tampoco ñoña al recordar. A pesar de eso, es capaz de dejarte pensativa o de enternecerte sin recurrir a florituras. En cuanto a los personajes, me han flipado tanto de forma individual como en su conjunto (cosa que puedes valorar cuando ya conoces los hilos pesentes y pasados).
Definitivamente, repetiré con García Llovet. Tengo claro que continuaré con las otras dos novelas de «la Trilogía de Madrid», en cualquier orden —son novelas independientes—, y ya veremos después.
Algunos fragmentos de Sánchez
«El trile del cubilete lo conoce todo el mundo. El trile del cubilete es de principiantes, hay hasta tutoriales en YouTube, no entiendo cómo la gente sigue picando tan fácilmente con los triles de calle, pero así es. Nunca subestimes la soberbia del panoli español».
«Los chicos parecen siempre tristones cuando se asustan, no hay más que verlos en las pelis de miedo, se quedan con cara de palo, con esa cara de paisaje, como si no pasara nada y no fueran a reaccionar hasta el día siguiente. Quizás sea así porque en las pelis de fantasmas los fantasmas son siempre de mujeres, de niñas, de que novias vienen a por más. De chicas, en general».
Gracias
Gracias a ti por pasarte 🙂