Valle-Inclán. Los botines blancos de piqué / Francisco Umbral

Cierro el ciclo de biografías de escritores con Valle-Inclán. Los botines blancos de piqué, de Paco Umbral. Ahí es ná. Esto es un 2×1 en toda regla. Tanto es así, que esta edición tiene dos portadas, pero de la composición hablaré al final, porque me parece a mí que las intenciones eran buenas, pero el resultado interior ha sido catastrófico. Alguien se ha hecho un puto lío con los pliegos o algo pasa.

De las tres que he comentado, esta es en la que se analiza la obra del autor de forma más minuciosa. Aunque Umbral hable de la persona, la narración siempre va de la mano de aquello que estuviese escribiendo en ese momento vital. Reflexiona sobre cómo se influían y retroalimentaban Ramón (la persona) y Valle (el escritor). Ambos crecieron y evolucionaron parejos.

«El citado Wilde quiere y no quiere ser Dorian Gray. Valle quiere y no quiere ser Bradomín. Provenir no de la zoología, sino de la mitología. (…) Valle se quiere artificial, artístico, y por eso es artística su prosa. No le interesa la realidad, sino lo que él hace con la realidad».

Los capítulos están organizados por temas y no siempre se sigue un orden cronológico. Para hacerse a la idea, basta con ver algunos de los títulos: «Prosa artística y poesía literaria», «El gerifalte y el dandi», «Iconografías», «Los otros Valles», «El milagro y la sintaxis», «El sadismo de Bradomín» o, el del último capítulo, «El mal».

Como en cualquier biografía, siempre aprendes cosas. En esta he aprendido quién era Montesinos (José Fernández de) y me he partido el culo con la cera que le mete Umbral en muchas páginas. Pero qué manera de dar caña, qué gozada es leer cómo escribe. Un notas que solo fue al cole de los 6 a los 10 años. Alguien así, al margen de haberse leído todo y llevar escribiendo desde que se aprende a leer, tiene un talento innato que ni con 10 000 horas de cursos de escritura lo consigue otra persona. Esta igual llega a publicar un thriller que lo peta y por el que gana millones de euros, pero esa magia que tienen escritores como Umbral no la va a oler ni de lejos.

Los botines blancos de piqué les va a flipar a quienes les interese la vida y obra de Valle y la escritura de Umbral, tanto por la calidad de la narración como por la disección en sí.

PD: Es inevitable que la lista de libros pendientes engorde cuando lees biografías de escritores. No solo se suman obras que no se han leído de ese escritor, sino otras que se mencionan de distintos autores. Simplemente te fías del criterio de ese que ya sabes que te mola. En este caso, me ha hecho recordar que tengo cuentas pendientes con Gómez de la Serna (además de con Valle y Umbral).

Nota sobre la composición

En serio, alguien se ha tenido que liar al hacer la composición del libro porque lo que pasa al final no tiene ningún puto sentido.

Tú estás leyendo y de repente llega un punto (ya finalizada la obra de Umbral) en que aparece papel satinado con la portada de Valle en la silla, otra vez. Empieza una biografía más tipo wikipedia, con fotos y tal. Se empiezan a numerar las páginas: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 32. Y la 32 al revés.

Dónde está la 9, joder. Te saltas páginas hasta que llegas a la 9, que está bocabajo, y continúas en ese orden hasta la 32 de antes.

Y ahora hay que volverle a dar la vuelta al libro para seguir con la 33, que se encuentra después de la 9, pero ahora sí ya con el libro al derecho. Cuando termina toda esta parte ya llega el índice onomástico y todo lo que queda está al derecho.

Llamadme loca, pero quiero pensar que la intención era que si lo abrías por el lado de Umbral, te encontrabas con la parte esta de papel satinado bocabajo. Aunque para eso, la foto de la contraportada también debería haber estado al revés y ya se meten estas hojas ordenadas y numeradas de la 1 a la 40. Fin. Te das con el final del índice onomástico (que está impreso al derecho). Y ahí sí tendría sentido haberse puesto a innovar, pero no tal y como está, que parece un libro de esos de Elige tu propia aventura.

Algunos fragmentos de Valle-Inclán. Los botines blancos de piqué, de Paco Umbral

Montesinos y otras cuestiones

«Quevedo. Al fin Montesinos admite que Valle viene certificado por Quevedo (de Goya no se ha enterado). Mas he aquí que el esperpentismo de Quevedo queda avalado por el ‘estoicismo’ del clásico. ¿No es Valle también un estoico? El profesor no ha leído La lámpara maravillosa. Valle es estoico en el sentido espiritual, moral y físico (estoicismo ante el dolor propio y ajeno; estoicismo, pero no indiferencia ni incomprensión). El aspecto negro del estoicismo de Valle es la crueldad, que ya hemos estudiado aquí. Montesinos no llega a tanto, sino que sólo ve en Valle dispersión y anarquía. ‘Estoicismo el de Quevedo’, escribe, como quien dice ‘Costas las de Levante’. Es la sintaxis galdointegrista, ya digo».

«El prosista poderoso, sacrificó al poeta modernista y sus botines de piqué fueron siempre botines de novelista reconocido y dramaturgo venidero, no los botines líricos y hasta cursis de Juan Ramón. Los botines de Valle son los dos cisnes modernistas que caminan a su lado, que se deslizan. Son todo el dandismo logrado que su maestro Rubén Darío no supo lograr. Valle es ese mendigo iluminado que va dejando por Madrid huellas blancas (sus botines) de apóstol».

«Valle, contra lo que siempre se ha dicho, no tiene la superstición de la belleza, sino el don de hacer buena literatura con la mitad podrida del mundo y de hacer literatura canalla con los grandes de España y con la España grande».

«El citado Wilde quiere y no quiere ser Dorian Gray. Valle quiere y no quiere ser Bradomín. Provenir no de la zoología, sino de la mitología. Eso es lo que pretende el dandi. El dandi es un ángel sin Dios que se pasa la vida fabricándose unas alas, generalmente de papel de periódico: ‘Que hablen de uno, aunque sea bien.’ Valle se quiere artificial, artístico, y por eso es artística su prosa. No le interesa la realidad, sino lo que él hace con la realidad».

«Valle, como modernista, sólo predica belleza. Como carlista, predica un carlismo estético (en su primera época). Valle jamás es pedagógico, como el resto del 98. Por eso pudo decir el gran Jorge Guillén: ‘Me encanta Valle-Inclán porque no le duele España.’ España le dolía a Unamuno, pero también a José Antonio Primo de Rivera. Cuidado con los dolores demasiado ‘patrióticos’».

Sobre Madrid

«El Madrid que Azorín definirá como ‘poblachón manchego’, es para Valle, el aldeano galaico, el indiano precoz, una ciudad absurda, brillante y hambrienta».

«Es en Luces donde Valle más ha recogido el alma de Madrid, comedia con mucha calle. Zamora Vicente ha documentado esto muy bien: Valle se nutre de los géneros ínfimos, de los periódicos ilegibles, del sabor y el color de un tiempo, la leyenda triste de la bohemia y el «pingajo y colorín» de la literatura, como dice Estrella. Luego veremos la transfiguración Valle/Sawa/Estrella, que son por sí mismos un juego de espejos, aparte los del famoso callejón. Aquel Madrid está íntegro en Luces, que quizá sea la obra más contemporánea de sí misma que compusiera el autor, con algo de novela (la andadura) y mucho de crónica inmediata. El casticismo y el costumbrismo están sometidos aquí a simbolización o esperpento, según los casos. Pero nunca se trata de una obra realista. Está entre la zarzuela y la novela urbana del nuevo siglo. Puede hablarse, pues, de un ciclo madrileño de Valle, que no es el mesocrático de Galdós, ni el ropavejero de Baroja, sino el de las redacciones, los ministerios de papelón, las putas, los artistas callejeros, el modernismo, las buhardillas, la literatura, el periodismo, el hampa, la represión y los fusilamientos. Valle nos habla siempre de mendigos o de reinas, castizas o no. Jamás se ha demorado, como los autores citados y otros (todos sus contemporáneos) en el Madrid pequeñoburgués o menestral. Valle necesita la marginalidad por arriba o por abajo. Los amantes de la reina o las meretrices del Prado».

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