La movida que te salvó / Mariano Pinós

Portada de «La movida que te salvó», de Mariano Pinós. Ed. Pregunta Ediciones, 1ª ed. oct. 2017. Il de portada: Óscar Sanmartín Vargas.

Hoy traigo la reseña de una novela que ha entrado en mi lista de preferidas del año, por los temas que trata y por cómo nos lo cuenta su autor. Hablo de La movida que te salvó, escrita por Mariano Pinós; magnífico retrato social y generacional de los noventa, ambientado en Zaragoza, con una banda sonora repleta de samples, bombos, cajas y mandíbulas rotas.

Si te atraen las novelas con contenido social, de barrio, con unos chavales que sobrevivieron (figurada y literalmente en ciertos casos) a su juventud, te va a molar. Esta historia abarca una década, contada veinte años después, y está repleta de amistad, amoríos, juergas, música, muchos detalles noventeros y, cómo no, traiciones, delincuencia, vicios y peleas.

Pero si además de todo eso te mola el Hip Hop: deberías considerar La movida que te salvó como lectura obligatoria desde este preciso instante. Los que estén hartos de escuchar «que si la Base de Torrejón» y «que si el Stones», tienen que leer lo que cuenta el «Ghost». Aquí está perfectamente secuenciado cómo el hip hop también se infiltró en la península por la Base Aérea de Zaragoza. Y cómo le salvó la vida a muchos, ¡co!.

«—Claro que sí, joder. Que se vayan a la mierda con su rollo de mierda y su música de mierda. Hay que levantar la movida por aquí otra vez.

—Hip hop real, coño. Rap real. Y salir del gueto y de toda esta mierda».

Mariano Pinós ¿y lo que le salvó?

Mariano Pinós («Escriba, redactor, juglar, inventor de historias, agitador, soulman») nació en Zaragoza en 1978. Además de lo ya mencionado, también ha sido reportero, guionista, actor o MC. Es un juntaletras nato y, por lo visto, lo de escribir siempre ha sido una constante en su vida (como comentó en una entrevista para Hip Hop Life).

Es cierto que el autor, en La movida que te salvó, ejerce de inventor de historias y de escriba a partes iguales: la novela es una creación, pero todo lo que se cuenta ocurrió. Existe una clara intención de testimoniar una cara de los noventa que no es tan habitual encontrar documentada (y todavía menos, novelada). Aplaudo esa intención.

Conforme lees, sabes que todo lo que se cuenta fue real. Quizás no en ese orden, ni todo eso se concentró en esos personajes; pero seguro que, si eres más o menos de la misma quinta, reconocerás muchísimas de las situaciones y sentimientos de estos rappers (aunqe seas jevi, punki o rocker). Las habrás vivido, las habrás visto o te las habrán contado, seguro. Y coincido con el autor (ver entrevista para Hip Hop Life) en que esto había que dejarlo plasmado en papel.

«Un 20 de noviembre no era una chorrada, no entonces. Nunca lo ha sido, pero en aquellos días había que tomarse ese día muy en serio. Cualquier persona de otro color que no fuera blanco, o cualquier joven seguidor de cualquier cultura alternativa -punkis, rappers, skaters, jevis, rockers, sharps- sabia que aquel día era el blanco de los patriotas que después de acudir a la misa en honor del dictador y cantar el Cara al Sol saludo romano en alto, saldrían de caza en jauría. Si cualquier día normal había que ser prudente al girar una esquina, ese día ir solo por la calle era una temeridad». 

Ghost, nuestro héroe, en busca de una vida mejor

Ghost es el narrador de esta historia, quien nos cuenta lo que fue su adolescencia y primera juventud con los colegas. El espacio temporal abarca la década de los noventa, y la novela incluye tres bloques bien diferenciados (1993-1994: Pintando realidad; 1996-1997: Bailando en el abismo; 1999: Cantando gestas) precedidos de sus intros y seguidos de sus outros. Los que sean de la movida, habrán podido identificar los guiños al graffiti, breakdance y rap que suponen los títulos de los capítulos.

«Y de la misma manera que todos habíamos pintado nuestros grafitis y, en su mayoría, lo hacíamos de pena, con el rap pasaba igual: lo importante era hacer. Si lo sentías, ya mejorarías si perseverabas. Lo importante era hacer cosas y llenar el vacío que quedaba si no llenabas tu vida con algo que mereciese la pena. Stay Real de Erick Sermon. Era un imperativo sobre ritmos gordos como puñetazos. Y todos asentíamos de nuevo.

Ghost es de un barrio bastante humilde, igual que sus colegas, y —como todos ellos— se encuentra siempre tentado de elegir atajos para salir del gueto. La edad (adolescencia) y el entorno tampoco ayudan demasiado. Drogas, peleas, robos, ambientes y familias desestructuradas, encontronazos con la policía y con los nazis.

A pesar de todo, nuestro joven héroe intentará ser medianamente responsable y cumplir para —quizás— prosperar en un futuro. Ser legal, a nivel personal y a nivel laboral. La suerte que tiene es estar alumbrado por el faro del Hip Hop, ya se sabe: Keep it real (mantenlo real) & Do the right thing (haz lo que debas). Así que, aunque novela pueda contener sus buenas dosis de violencia y desparrame, el mensaje que intenta transmitir es positivo: paz para todos, cuidaos, instruíos, sed leales (a vosotros y al resto), merecerá la pena.

La movida que me flipó

Generalidades aparte (la novela está muy guapa, despierta un buen abanico de sentimientos y es un muy buen retrato generacional y social A.T. -antes del Trap-), se sitúa en el podio de los libros temáticos que tengo acerca de «la movida».

Es una ODA a la cultura Hip Hop y a una juventud vivida y bebida (yo, y mi yo, y mi…) a través suya. Una generación que pasó de las cintas a los cedés, que se grababa los videoclips en VHS y que absorbía como una esponja cualquier cosa que tuviera que ver con ello. Hay muchísimo name droppin’ de la old school, internacional y nacional (Zaragoza principalmente).

Habla de graffiti (y sus normas), de rap (y sus normas), de dj’s, de producción (y cómo, sin prácticamente ningún recurso, se las ingeniaban para hacer lo mismo que hoy en día haces con el móvil gracias a una app en medio segundo), etc. Paleontología pa traperos, esto es historia: alza la mano al dirigirte al profesor.

Habla de los raperos más raperos, de los más estrictos. Como le leí a no sé quién: «si nunca has sentido vergüenza de ser rapero, es que no eres rapero». Ghost habla de ti, de tus colegas, de mí:

«La Inquisición del hip hop había actuado. La peña no soportaba gente que no hiciera rap real. No soportaban fusiones que pudieran hacer del rap un producto vendible a un público que no consumía de forma masiva hip hop. Los reales no toleraban que se frivolizase un modo de vida al que se habían consagrado. No a los «raps» de los anuncios de la tele vendiendo galletas. No a los «raperos» que Los 40 Principales querían vender al gran público. No a la banalización. No al que no entendía de qué iba la cosa, y la cosa iba de lo que nosotros decíamos, claro está».

La movida que te salvó me ha parecido una novela indispensable para muchos (real recognize real) y muy recomendable para quienes flipen con historias de héroes de barrio tintadas de realismo sucio. Héroes a quienes la cultura les mantuvo a salvo de la barbarie. BarrioXplotation.

¡Gracias, Seker, por la recomendación!

Algunos fragmentos de La movida que te salvó

«—A los efectos, un pelao —busqué el apoyo de Miki—, ¿sí o no? —Miki asintió en silencio, pero varias veces. Volví a dirigirme a Teibol—. Va vestido como un pelao, va con pelaos, y va pelao.

—Bueno, ¿y qué?

—Como que «¿Y qué?» —grité—, son el enemigo. El puto enemigo, rediós. De toda la vida, desde la primera vez que me intentaron meter, desde que nos montaron la Guerra Civil, desde la primera puta película de Indiana Jones en la que salían los putos nazis, joder».

«Cuestión de clase. O de subclase. En una población de clase trabajadora también había clases. Y había diferencias notables entre el hijo del funcionario o del obrero de la Opel y los hijos de trabajadores precarios o de familias desestructuradas. Diferencias sutiles pero que marcaban una brecha entre ambos grupos. Brecha que podía saltarse con facilidad desde ambos lados. Pero ahí estaba la brecha».

«Vi morros torcidos, mandíbulas sin control, ojos como faros encendidos; «llevas las largas puestas», le decía Cool a Jake, que no podía tener los ojos más abiertos. Estos estaban embargados por la emoción. Toda esa gente había ido a esconderse en este gigantesco antro, a excederse y a liberarse. La vida de lunes a viernes se habia convertido en un trámite necesario, en lo que separaba un fin de semana de otro. Y esas noches, el momento de plenitud, la vida misma. Para mis amigos emprendedores, era una noche de trabajo y ocio a partes iguales: iban de aquí para allá, haciendo viajes al coche e intercambiando billetes por bolsitas variadas. Toda esa gente había creado una movida con la que huían del trabajo asalariado, el aburrimiento y la nada existencial».

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