Se estrena en el blog, que no en mi biblioteca, Dan Fante, uno de los hijos del conocido John. Aparece con Chump Change, la que fue su ópera prima, publicada en 1998. Antes de aventurarme en sus novelas, me leí Fante. Un legado de escritura, alcohol y supervivencia, una especie de biografía que me flipó. Así que, cuando empecé Chump Change, ya conocía al bueno de Dan y su historia, con lo que no necesitas ningún tipo de presentación para conocer a los personajes.
Para mi gusto, es puro realismo sucio, pero algo menos poético que el del padre (o así lo recuerdo, puedo estar equivocada porque hace mucho que leí a John). Aunque, como le ocurrió a William S. Burroughs Jr., eso de que te estén comparando con tu padre continuamente tiene que ser parecido a arrastrar un menhir a cuestas (como Obélix, pero sin haberse caído en la marmita de poción mágica). Por tanto, voy a intentar no volver a hacerlo.
Dan Fante, otra oveja descarriada
Dan nació en Los Ángeles en 1944, y durante la mayor parte de su vida tuvo que lidiar con su adicción al alcohol (sobre todas las demás) y una personalidad explosiva que le viene de familia. Por suerte, consiguió apartarse de la priva gracias a la escritura, que salvó la vida. De hecho, con su libro de memorias pretendió transmitir que, a pesar de lo chungas que son las adicciones y el pozo al que te arrastran, existe una salida y puedes construir un final feliz.
Con veinte años se mudó a Nueva York, donde ejerció todo tipo de trabajos (vendedor ambulante, taxista, venta telefónica o cualquier oficio que pillase) y empezó su época de desparrame. Como explicaba en una entrevista: «fui a una fiesta de Navidad en 1964 y llegué a casa en 1987». Al volver a casa es cuando comenzó a escribir en serio y volcó su rabiosa historia en Chump Change, esa fue su gran terapia.
Lo que centros de desintoxicación y psiquiátricos no habían conseguido en más de veinte años, lo hizo la escritura. Por fin se percató de que podía seguir siendo esa persona en su ficción (en este caso, autoficción), pero no serlo en la vida real.
Lamentablemente, falleció en 2015, pero ha dejado un buen legado literario. No obstante, por el momento solo hay tres obras traducidas: las memorias ya mencionadas, la de la presente reseña y, además, Mooch, que también forma parte de la serie del alter ego Bruno Dante; las tres editadas en Sajalín. De esta serie faltan por traducir: Spitting Off Tall Buildings (2002) y 86’d (2009) (y podríamos incluir Don Giovanni: A play (2006), cuyo protagonista es Jonathan Dante: ¿adivináis a quién podría corresponder ese alias?). En fin, DEP Dan.
Chump Change: calderilla
Esta es la primera novela en la que aparece Bruno Dante como protagonista, alter ego del propio autor. Comienza con Bruno abandonando el psiquiátrico antes de obtener el alta, debido a que su padre se encuentra ingresado y al borde de la muerte. La que, al menos legalmente, sigue siendo su mujer, acude a recogerlo para llevarle a Los Ángeles a visitar a (o más bien, «despedirse de») su padre al hospital.
Al llegar a la ciudad que lo vio nacer y reencontrarse con su familia, tendrá que lidiar con un torbellino de emociones que, dado su estado, difícilmente podrá gestionar. Nos encontramos ante un personaje frustrado, desequilibrado y explosivo, al que la inminente muerte de su padre lo trastorna del todo.
«Mi cerebro bombeaba a chorros una toxina, un destilado de odio en estado puro que irrumpía en mi mente como el agua salada que se mete en el casco partido de un buque que se va a pique. La única manera de insensibilizar mi mente era beber más vino. No me daría pelotazo alguno, ni siquiera placer, únicamente olvido y la necesidad de beber más. A veces mis escapadas con el Perro Loco duraban dos o tres días, a veces semanas. Porque cuando follas con la gorila, no eres tú el que decide cuándo se acaba».
Como es habitual, tras esa personalidad se encuentra un ser humano herido, desdichado y más sensible de lo que cabría imaginar. Estos sentimientos también tienen mucha presencia en el libro, en el que encontramos a Fante, digooo Dante, a pecho descubierto.
Dan Fante: descontrol, arte y dolor
El descontrol, el arte y el dolor son los otros protagonistas en esta historia. El primero aporta momentos bastante locos con los que te lo pasas teta, porque Bruno está como una puta regadera y es una bomba de relojería constante. Cagada tras cagada, así es él.
—Dime, ¿por qué le pegaste tanto al sarasa? Pensé que ibas a matarlo. Se te había puesto mirada de loco… ¿o es que cuando llegas a las manos siempre se te va la olla?
—El tío se pasó de la raya, después perdí los papeles.
—¿Sabías lo que hacías?
—Creo que sí, pero no me importaba. A veces no pienso en las consecuencias de mis actos.
En cuanto al arte, se centra principalmente en la escritura, en todo aquello que ha influido a Bruno desde su infancia; tanto por lo que aprendió simplemente conviviendo con su padre como lo que fue absorbiendo con los años (en momentos sobrios, claro). Hay multitud de referencias a diferentes autores, entre los que voy a destacar a Hubert Selby Jr., del que hablé no hace mucho en este mismo blog. Cuadra bastante que sea su autor preferido.
El dolor es el que acompaña a Bruno en su camino a la autodestrucción. Llevan mucho tiempo yendo de la mano, pero con lo que no contaba era con lo de papá: eso le pilla desprevenido. A mí también. Conforme comienza la historia, tan salvaje y directa, lo que ves en Bruno es a un drogolega, un venao con cuyas aventuras lo vas a pasar bien. Así que no esperaba que pudiera tocarme la fibra, pero lo ha hecho; porque a pesar de todo, siente (y es por eso que bebe tanto, para no tener que hacerlo).
Si te mola el realismo sucio y estás acostumbrado a leer historias de perdedores fuera de control, Chump Change te molará. Y si has leído las memorias sobre el legado de Fante: te fascinará reencontrarte con la familia, pero esta vez de forma novelada. ¡A por Mooch!
Extra: un par de apuntes sobre Chump Change
Chump Change se publicó antes en Francia (1996) que en Estados Unidos (1998), donde finalmente saldría por Sun Dog Press.
El título significa algo así como «calderilla», pero tiene más interpretaciones en argot. Escoger entre los diferentes usos es complicado, así que los de Sajalín mantuvieron el original, pero también incluyeron una nota en la que se muestran las diferentes acepciones:
- Cantidad insignificante de dinero. Calderilla.
- Algo de poco o ningún valor.
- Persona que no consigue trabajo o que cobra un salario irrisorio.
Este tipo de aclaraciones son las que consiguen encandilarnos a muchas personas. Demuestran que no se trata de «hacer» libros como churros; se trata de prestar atención a los detalles. Sajalín lo hace.
Fragmentos de Chump Change, de Dan Fante
«Las curas no producen resultados definitivos, como mucho ayudan durante un tiempo. Con ellas consigo dejar de beber vino durante semanas, a veces hasta meses, y me contento con las bebidas fuertes. Pero entonces sucede algo dentro de mi cabeza y me encuentro otra vez haciendo de las mías.
Lo que quiero decir con esto es que existe otro lugar, un mundo alejado de las preocupaciones y el dominio que ejercemos sobre nosotros mismos, un lugar donde la gente puede refugiarse, donde los valores y las responsabilidades de la vida diaria cambian por completo. Un lugar donde lo que de verdad importa es la supervivencia diaria y conseguir evitar el tormento al que nos somete la mente».
«Suavemente, como un jugador de dados que sabe que va a lanzar el siete ganador, deslicé por el mostrador la VISA ORO de mi mujer. Entonces me acerqué a unos dos centímetros de su cara y le grité:
—¡Llama, lumbreras! ¡Llama y compruébalo! Y no vuelvas a ponerme la mano encima, ¿entendido? Porque aquí y ahora, para ti… ¡SOY EL PUTO DONALD TRUMP!»
Haces unas reseñas impresionantes, muy trabajadas y no destrozas la trama.
Gracias, pero no es mi estilo de lectura.
Enhorabuena!!!