Hoy traigo «Caballos Salvajes» escrito por Jordi Cussà y publicado por la editorial Sajalín, se trata del número 44 de su colección «Al margen». Menuda revelación, me quedo con la sensación de haber encontrado algo que llevaba años buscando. Sospecho que voy a disfrutar mucho haciendo la reseña.
Las comparaciones son odiosas pero no puedo evitar plasmar lo que tengo grabado a jierro en la mente desde las primeras páginas: pa mí es algo así como el Trainspotting ibérico. Me ha encantado, no solo por haber localizado una de las doce bolas de dragón (ya pensaré cuáles son las otras once) sino por la manera en que está escrito. Se nota que este tío ha leído, y mucho.
Jordi Cussà y su obra
Lo primero que haces cuando un libro te entusiasma es buscar más información sobre el autor. 1. ¿De dónde sale este pavo? 2. ¿Tiene más novelas publicadas? 3, ¿Sigue vivo?.
- De Manresa, nació en 1961.
- Sí, un huevo de ellas, pero al castellano solo se ha traducido esta.
- Afortunadamente sí.
Aquí le tenéis.
La respuesta a la segunda incógnita me supone un problema. Espero que el éxito que le está dando este libro (se publicó en julio y ya van por la segunda edición, ¡qué ojo y qué acierto han tenido los de editorial Sajalín!) le anime a traducir más obras suyas para el deleite de un público más amplio. Además, la traducción la ha realizado él. Jordi Cussà aparte de escritor (tiene publicadas no solo novelas, también relatos y un poemario) es dramaturgo, actor y traductor. En la solapa del libro se hace mención a Capote, Palahniuk o Highsmith como autores cuyas novelas ha traducido al català.
Cavalls salvatges -descatalogada desde hace mucho tiempo- se publicó en el año 2000 y me sorprende mucho que haya tardado veinte años en llegarnos Caballos salvajes. Es posible que esté relacionado con que justo el contrato con la editorial anterior (Columna editors) expiró recientemente. Por fin, como dice textualmente en una entrevista: l’edició era meva (la edición era mía). Pues los que estamos disfrutando de esta nueva edición nos alegramos mucho.
Caballos salvajes: una especie de Trainspotting ibérico
Irvine Welsh ha vivido de una forma u otra lo que narra en su universo Trainspotting (junto a Porno y Skagboys) «de la heroína a la proteína», dicen. Lo mismo ocurre con Cussà, es otro que se ha pringado, otro que le ha visto de cerca las orejas al lobo. Ha dormido con el lobo.
Era una especie de rueda dolorosa y estúpida por igual: nos comíamos el mono en ocho días con veinte pastillas y un buen esfuerzo de voluntad, nos portábamos bien de verdad durante unas cuantas pocas semanas y, después, con una excusa u otra, fuera por debilidad mía por derrumbe de ella, volvíamos a empezar. Al cabo de unas cuantas, pocas, semanas más, estábamos al borde o dentro del consumo diario de nuevo, y buscábamos veinte pastillas y otro esfuerzo de voluntad. Rueda que rueda.
En las entrevistas suele repetir que es «un escritor que un día fue yonqui y no un yonqui que un día escribió una novela». Por suerte, comenta que está empezando a conseguir que los que le conocen desde hace tiempo le vean así -sobre todo donde más presente tenían su pasado, Berga-.
Uno de los motivos por el que Caballos Salvajes de Jordi Cussà me recuerda a Trainspotting (al margen del tema principal del libro: la droga) es por la forma en que está escrito. Welsh es capaz de ponerle distintas voces y formas de hablar a los personajes. Cussà tres cuartos de lo mismo pero con un abanico incluso más variado, diría yo.
Son muchos los personajes y cada uno se expresa de una manera. Hay un narrador principal, pero en medio se entremezclan poemas, cartas y otros escritos que han ido apareciendo y fueron escritos por diferentes protas en su día. Al ser narrados los hechos desde diferentes prismas solo el conjunto completo es lo que permite al autor dibujar la vida (supervivencia) de aquellos lustros.
Consciente de estar infringiendo las más elementales normas del mercado negro (a saber: no tratar nunca con intermediarios y no pagar nunca nada sin tenerlo en las manos), consciente de estar haciendo lo que en Vallecas se llamaba el «julai», cuadrado y al cubo,
Autodestrucción y esperanza
Esto del sexo, igual que las drogas, siempre va mal repartido. O te dan tanto que casi cansa, o no hay forma de levantar ni un conejo cojo.
En Caballos salvajes, Jordi Cussà, nos traslada la historia de una serie de personajes que viven la Barcelona durante los ochenta y noventa en medio de una nebulosa porvocada por las drogas. Drogas en general, aunque la que más presencia tiene es la heroína (muchos lo habrán deducido por el título). Por tanto ya os podéis hacer a la idea del nivel de necesidad y malvivir al que algunos de los personajes podrán llegar.
Ahora me parece que no sabíamos hacia dónde íbamos, pero es mentira. Me consta que es mentira porque sabíamos perfectamente Adónde queríamos ir y también sabíamos, instintivamente al menos, que Nunca llegaríamos.
Varios de ellos fallecen como consecuencia del consumo, directa o indirectamente (puesto que otro de los personajes de esta novela es el SIDA).
Soy, básicamente, un sufrimiento íntimo e hiriente, porque más o menos soy la radiografía de lo que esperaba ser.
Hay que aclarar que esta novela está bastante lejos de hacer ninguna clase de apología de las drogas, al revés.
No acabo de comprender qué caray estoy haciendo yo aquí. Que ella tome drogas, mira, a mí no me gusta porque sé que le hacen daño, porque sé que la están matando, pero si ella es así y yo la quiero, pues mira, Ángel, paciencia. Pero, ¿por qué diantre he tenido que dejarme engañar para traspasar el año con esta panda de esnobs cocainómanos?
Caballos salvajes es la cruda realidad de la droga sin tapujos, muestra las consecuencias que conlleva el simple hecho de tocar algunas de ellas y el abusar de cualquiera de las demás. Se entienden como drogas: heroína, cocaína, pastis, tripis, ansiolíticos, alcohol, marihuana, tabaco, hachís o café entre otros).
La buena noticia es que, a pesar de las penurias y miserias, la novela deja un mensaje positivo y esperanzador. Hay personajes que salen de ello, vivos y -algunos- mejor que cuando entraron. Eso sí, con mucho esfuerzo y agarrándose a algo muy fuerte. Ese algo puede ser una pareja, un familiar o un oficio, pero para uno de los personajes fue literatura. Ahí hay una parte de Jordi Cussà, a quien (segun sus palabras) la literatura y la cerveza han salvado de morir joven.
aquella noche, en Girona y después, intuí que podía volver a reír y a gozar, que ya hacía tiempo que no sabía. Y volver a ser y a sentir, que ya hacía tiempo que no osaba. Yo. Sin la heroína y quizá sin ninguna droga dura. O sea, recuperar la ilusión de vivir un día, una noche, una hora. Por el peso de la propia existencia, valga lo que valga desde el presente instante y hasta el definitivo fin.
Conclusiones de Caballos salvajes
Me ha parecido un gran descubrimiento tanto el libro (Caballos salvajes) como su autor (Jordi Cussà). El uso de las distintas voces y estilos y el ser capaz de dibujar las situaciones creando un realismo-sucio-ibérico que pocas veces he visto, me ha fascinado.
la gracia es precisamente conseguir un registro de «normalidad», incluso de rutina, por así decirlo, de forma que los personajes, además y por encima de yonquis, fumetas o tripotas, sean personas dentro de un espacio y un tiempo,
No es una especie de diario o crónica, es más bien un puzzle. Haciendo otra demostración de estilo, Cussà te va dando las piezas temporales y personales para que seas tú quien poco a poco vaya completándolo. Como lectora, podría haber cogido un tablero de corcho y llenarlo de chinchetas e hilos, como sale en las pelis cuando investigan un caso complejo. A lo The Wire. Con personajes, sitios y relaciones entre ellos. Molaría que alguien hiciera un croquis de este estilo, quizá el autor lo tenga hecho.
Libro muy recomendado, me ha gustado mucho cómo está escrito. Si eres aprensivo con estos temas (que mucha gente lo es) desde luego este no es tu libro. Si te gusta leer novelas de realismo sucio, o si te interesan los ochenta o -sobretodo- si eres fan de Irvine Welsh, sí que es tu libro.
Le deseo mucho éxito al autor. Estoy segura de que además del talento que ya le acompaña, le acompañará también la suerte. Ya se sabe que esta viene precisamente cuando menos la necesitas:
Por lo visto, todo el mundo quería invitarme aquel día. No sé por qué razón, pero eso solo pasa cuando en realidad no lo necesitas. Cuando estás muriéndote y sin un clavo, no encuentras nunca ni a Papá Noel ni a los Reyes Magos.
PD: No puedo evitar mencionar que hay una pequeña parte del libro que se desarrolla en Italia. En Nápoles. En Forcella ¡el barrio de Nicolás alias El Marajá! (protagonista de «La banda de los niños» y «Beso feroz» de Roberto Saviano). Ahora sabes que los protas de una y de otra historia, aunque no han coincidido en el tiempo, han estado pisando las mismas calles. Creo que esto te hace sentirlos (a todos) todavía más reales.
nos largamos a comprar trescientas mil liras de libanés a Forcella, un barrio castizo del centro napolitano donde Micaela dijo que era mejor no entrar si no sabías bien adónde ibas. Ella afortuna damente lo sabía.
Este tipo de tema, como bien dices, no me va, pero parece interesante.
Gracias
Gracias a ti por participar 😁
Hola, gracias por la reseña. En efecto, el autor dice que escribir este libro le salvó la vida. él sí tendría respuesta a la típica pregunta que se les suele hacer a los escritores.
Gracias a ti por comentar. Enorme el Cussá. Y además estamos de enhorabuena porque Formentera Lady tiene que estar al caer… 🔥🔥🔥 Un saludo!