Repito con Kenneth Cook y traigo la reseña de su novela «Pánico al amanecer», editada por Sajalín y con prólogo de Kiko Amat 🖤. ¡Qué bien me lo he pasado! Sus cerca de 200 páginas te mantienen en continuo movimiento, ocurren tantas cosas que es imposible que te aburras. Cuando la terminé, lo primero que pensé es que la mayoría de las veces se utiliza mal la expresión «al final me lié»: no merecemos emplearla, John Grant sí. Por muchas noches que te hayas saltado seguidas, esto sí que es un «al final me lié» en su máximo esplendor. Qué manera de meterse en medio de una vorágine, qué locura. Y pobres canguros 🙁
Kenneth Cook y la Australia despoblada
Como decía, es el segundo libro de Kenneth Cook que leo (el primero fue El koala asesino, reseñado en este mismo blog) y tiene en común con el anterior que retrata la parte más inhóspita de Australia. En El koala asesino el protagonismo lo comparten humanos y animales casi a partes iguales, en Pánico al amanecer el peso recae sobre los habitantes de una población perdida de la mano de dios (Yabba)
En los pueblos remotos del Oeste no abundan las comodidades de la civilización: no hay sistema de alcantarillado, no hay hospitales, es raro dar con un doctor, el agua es mala, la luz eléctrica es para los pocos que pueden costearse un generador y las carreteras apenas existen. Tampoco hay teatros ni salas de cine y los salones de baile se cuentan con los dedos. Pero hay un sólido principio del progreso que mantiene a la gente a salvo de la locura declarada y que se encuentra arraigado a miles de kilómetros al Este y al Norte, al Sur y al Oeste del Dead Heart: dondequiera que vayas, la cerveza siempre está fría.
Como comenta Kiko Amat en el prólogo, las descripciones de Cook le hicieron un flaco favor a dichas zonas, pero, por otro lado, consigue que el lector sienta el mismo calor asfixiante y sed que el protagonista.
hizo retroceder dos décadas el turismo nacional. Al contrario de lo que sucedía con los libros de los beats americanos, por ejemplo, Pánico al amanecer provoca que el lector jure entre dientes que jamás, suceda lo que suceda, hambruna, desahucio o escándalo sexual, pondrá los pies en aquel vertedero polvoriento.
Prólogo de Kiko Amat (Pánico al amanecer / Kenneth Cook. Ed. Sajalín)
¿Primera vez en Yabba, John?
Esta es la pregunta que más de una vez le harán al protagonista a lo largo del libro. John, el protagonista absoluto de la novela, es un profesor de escuela que acaba de cerrar el colegio de cara a las vacaciones de final de año. Maleta y cheque en mano, planea pasar el mes y medio de sus vacaciones en Sídney, ciudad cosmopolita totalmente contraria a lo que es el pueblucho en el que pasa el resto del año (Tiboonda).
Para llegar a Sídney primero tiene que pasar por otra población, Bundanyabba (para los colegas solo Yabba), desde la que finalmente podrá trasladarse a la capital y vivir sus días de asueto como un cultureta urbanita más. El importe del cheque corresponde a 6 semanas de paga, más que suficiente para poder hacer todo lo que tiene pensado. Sin embargo, una mala decisión o, más bien, una mala decisión detrás de otra darán al traste con sus planes.
Casi en cada capítulo de su pequeña tragedia personal podía recordar un momento de decisión en el que podría haber hecho que las cosas tomasen otro cariz.
John entra en pánico
Nuestro querido John, ese que tan responsable, serio y reflexivo parece al principio de la novela, la va a liar parda, pero pardísima. Si algo te deja claro Kenneth Cook tanto en esta novela como en El koala asesino es que por esas tierras es fácil hacer «amigos», cerveza mediante. Así que, mientras que aguarda para comprar su billete a Sydney, decide entrar en un bar a tomarse una cerveza.
El policía había comenzado a parecerle simpático y, de alguna forma, se daba cuenta de que eso era una clara señal de que había bebido demasiado
En este punto es donde comienza la debacle. Como cuando tu abuela te pone para comer una cantidad que alimentaría a una familia al completo y tú le dices que es mucho desde el principio, pero le es igual: te lo tienes que comer. Cuando has terminado, todavía te pone más. A esas alturas te sientes como el notas de Crónicas Carnívoras y aún queda: postre, café y algo pa mojar. ¡Ah, y este túper pa que te lo lleves!
Más o menos eso es lo que narra Cook en Pánico al amanecer. No quiero dar más detalles porque, al ser cortita, os destriparía muchos de los momentazos que tiene. Solo añadiré que tiene un cierre concreto y no deja la historia abierta, cosa que me suele gustar bastante.
Conclusiones de Pánico al amanecer, de Kenneth Cook
Está claro que Cook no solo puede presumir de escribir relatos humorísticos con los que te partes el culo, también es capaz de contar una historia con su presentación-nudo-desenlace. Me he reído mucho con las decisiones (o no decisiones) del protagonista y viendo cómo perdía completamente el norte. La mezcla de humor y suciedad con la que describe el autor Yabba y a sus habitantes ha conseguido que me sienta afortunada de estar tan lejos de ahí.
Me costó solo un mes descubrir que aquí podía vivir y beber cuanto quisiera sin necesidad de tener que trabajar, a condición de seguir siendo lo que los habitantes locales llaman un «personaje».
¿Hasta qué punto no cometeríamos los mismos errores que John?. La rueda de autodestrucción en la que entra el protagonista está al alcance de cualquiera. Pensaba que lo tenía controlado (…yo controlo, yo controlo…) y resultó que no. Pero, ¡ojo! no se trata de autodestrucción vinculada a drogas. Otro eslogan que le vendría bien a esta novela sería el de «¡A tope sin drogas!».
-No tiene sentido -dijo en voz alta- caer en la miseria y la desesperación. Pero las palabras no eran de gran ayuda para disipar esa pira condenatoria levantada en su contra que no dejaba de arder en su interior.
En resumidas cuentas, Pánico al amanecer me ha resultado una magnífica novela que no defrauda. Al ser más bien corta, con lenguaje sencillo y muchos diálogos, cae en unas pocas sentadas, te arranca más de una carcajada y te deja ojiplática en más de una ocasión. Cierto es que tiene algún momento desgradable (sobretodo uno relacionado con canguros), pero son los menos. Hay una película basada en esta novela (Despertar en el infierno) que aún no he visto y tengo claro que esos -pocos- momentos van a ser más difíciles de digerir en forma de imágenes. Pero bueno, voy advertida.
Chapó otra vez por Sajalín y su colección «Al margen».
Me parece muy interesante. MIl gracias lo leere
Muchas gracias, espero que lo disfrutes tanto como yo ♥
Otro para la colección de lectura. Gracias