Traigo la reseña de No digas nada. Una historia real de crimen y memoria en Irlanda del Norte, de Patrick Radden Keefe, uno de los libros que más veces se me plantó delante, a través de redes sociales, a finales del año pasado. En septiembre de 2020 lo publicó Reservoir Books traducido al castellano y hasta ahora no he visto ni una opinión mala, hay unanimidad absoluta: «Flipas».
Se trata de un ensayo, la investigación de una historia real: la desaparición de Jean McConville (viuda de treinta y ocho años con diez hijos a su cargo) en 1972, en Belfast, y cuyo cadáver fue encontrado en 2003. Su familia siempre sostuvo que el IRA fue responsable de su desaparición y muerte. Ese es el hilo del que Radden tira, no veas con qué elegancia. Librazo.
Quién es Patrick Radden Keefe
Patrick Radden Keefe es estadounidense, con ascendencia irlandesa, una especie de observador externo bien acogido en Irlanda. Este escritor y periodista de investigación, nacido en 1976, trabaja habitualmente como periodista para el The New Yorker y tiene publicados varios libros. El último se titula El imperio del dolor (Reservoir Books, 2021), otra historia de periodismo de investigación, centrada en la familia Sackler y sus tentáculos sobre la industria farmacéutica. Da la impresión de que se trata de un autor curioso y comprometido, habla de realidades, injusticias y secretos.
«No digas nada es un libro basado en cuatro años de investigación, siete viajes a Irlanda del Norte y entrevistas con más de cien individuos. Pero, haciendo honor al título, fueron muchas las personas que declinaron hablar conmigo, o que accedieron y una vez puestos se echaron atrás. Parecerá extraño que acontecimientos de hace casi medio siglo pudieran provocar tanto temor y tanta angustia, pero en Belfast, como espero que deje claro este libro, la historia está viva y es peligrosa».
La exhaustiva investigación, la objetividad con que se intenta transmitir los hechos y el suspense que se respira a lo largo de la historia, le han valido unos cuantos premios (el Premio Orwell o el del Círculo de la Crítica de Estados Unidos) y alguno más que ha rozado (como finalista en el National Book Award). Dada la juventud de Patrick, seguro que tendremos Radden para rato, el único problema es que con este libro ha dejado el listón demasiado alto.
Jean McConville y la historia del IRA
La misteriosa desaparición de Jane McConville, en mitad de conflicto, servirá de excusa para trasladarnos a Belfast y ofrecernos una crónica sobre el conflicto norirlandés (The Troubles). Desde la polarización y las rivalidades tradicionales hasta el adiós a las armas, pasando por los años más sangrientos de esas décadas.
El rastro de Jane se perdió en 1972, cuando unos tipos entraron en su casa y se la llevaron, dejando solos a los tropecientos hijos que tenía. Durante los años setenta, el estallido de violencia se encontraba en uno de sus momentos más álgidos. Atrás quedaron los intentos de marchas pacíficas; era el momento de las tácticas de guerrilla, de provos fabricando explosivos, acabar con los chivatos, hacerse escuchar. Después vendrían la cárcel, las negociaciones, la bicefalia (militar y política), las dobles caras.
Décadas después, llega el proyecto Belfast, un conjunto de entrevistas que realizó Ed. Moloney entre 2001 y 2006 a muchos implicados en el conflicto y que terminan de ensamblar la historia que presenta Patrick Radden Keefe.
No digas nada: investigación periodística y narración de diez
La documentación que cimenta este libro está perfectamente detallada. Las notas que aparecen a lo largo del texto se explican en un capítulo al final del libro, seguidas de la bibliografía, y entre unas y otra ocupan casi cien páginas. Respaldan todo lo que se narra y aportan datos sobre la fuente en que se basa dicha declaración, descripción, explicación, diálogo o cualquier cosa que cuente. El origen puede ser una entrevista, un correo electrónico, una declaración, un archivo policial, etc.
«Ni los diálogos ni los pormenores son inventados; si en algún momento describo los pensamientos de algún perso naje es porque este me lo explicó así a mí, o a otras personas, tal como queda dicho en las notas. Dado que elegí contar esta historia en concreto, hay aspectos de los Troubles que no han sido abordados».
Habrá quien piense que con tanto dato igual se hace pesado, pero eso no ocurre en No digas nada. Radden Keefe te mantiene expectante y consigue transmitir a quien lee el mismo nerviosismo que debió sentir él cuando investigaba o entrevistaba a gente. Además, el tono empleado y la multitud de puntos de vista desde los que se aborda un asunto tan peliagudo ofecen una imagen en tres dimensiones a una distancia lo suficientemente cerca como para sentirte espectadora de primera fila, pero lo suficientemente lejos como para no salir malherida.
Los Troubles: las hermanas Price, Hughs y Gerry
La historia está planteada y dosificada de forma que provoca tanta intriga como un buen thriller, es del tipo de novela con la que, cuando paras de leer, el cerebro continúa rumiando y estás deseando volver a enganchar el libro. Pero ya no se trata de saber qué paso con Jane, sino qué ha pasado y pasará con las hermanas Price, con Hughs, con Gerry Adams.
«Poco a poco las andanzas de las hermanas Price empezaron a circular entre las tropas británicas estacionadas en Belfast y llegaron a las crónicas de los corresponsales de guerra. Las Price acabarían ganándose una exagerada fama de mortíferas mujeres fatales que merodeaban por las peligrosas calles de Belfast con un rifle de asalto escondido «en la pernera del pantalón de pata de elefante». Se contaba que Marian era una experta francotiradora; los soldados británicos le habían puesto el mote de «Fabricante de viudas». Por su parte, la prensa describía a Dolours como «una de las mujeres más peligrosas del Ulster»».
La verdad es que lo que conocía acerca del conflicto era muy poco, lo que hubiera podido pillar de alguna peli o documental. Pero (no lo digo yo, lo dice mucha gente) leer No digas nada es ser testigo de una reconstrucción, una especie de realidad virtual que casi alcanza la omnisciencia, porque te va mostrando tódos los ángulos posibles en cada momento temporal. Para flipar.
«Novela» sin desperdicio que, a pesar de sus cuatrocientas y pico páginas (no me he leído ni todas las notas ni la bibliografía), no se te hace ni larga ni pesada, al revés: dura menos de lo que te gustaría.
«Como tía Bridie podía atestiguar, la fabricación de bombas en el IRA era una ciencia peligrosamente inexacta. Brendan Hughes solía contar que su bisabuelo, durante la guerra de la Independencia, intentaba un día lanzar una granada contra un coche blindado cuando hizo explosión y le arrancó un brazo de cuajo. La fabricación de bombas había mejorado muchísimo en los últimos años, porque los provos no habían desperdiciado ninguna oportunidad de practicar. No es que los voluntarios del IRA ya no fueran víctimas ocasionales de sus propios artefactos, pues eso seguía ocurriendo. Pero, como observaba un autor, estas pifias acabaron siendo una «forma bastante siniestra de ‘selección natural'», eliminando así a los artesanos incompetentes. Aquellos que sobrevivían, procuraban extremar los cuidados, y con el tiempo los provos llegaron a contar con excelentes fabricantes de bombas».
«Entrevistado para un documental en 1988, le preguntaron hasta dónde estaría él dispuesto a llegar por servir a una causa política. «Yo nunca podría ser soldado —dijo Rea—. Imposible. Creo que lo que intenta saber es si yo estaría dispuesto a emplear la violencia». Hizo una pausa, antes de continuar. «No, yo no podría —dijo—, pero opino que la violencia no es solo una cuestión ética. Tal como están las cosas, no es una simple elección, sino más bien un acto reflejo. Aparte de eso, hay también mucha violencia por parte de la clase dirigente». El entrevistador le preguntó si creía que el cambio político podía llegar sin el recurso a la violencia. «No lo sé -dijo Rea-. ¿Ha ocurrido alguna vez?»»
«Cuando la policía y los fiscales actuaban legalmente contra exsoldados británicos, eran acusados de practicar una ‘caza de brujas’ contra jóvenes que solo intentaban cumplir su cometido en un entorno conflictivo. […] La indignación está condicionada no por la naturaleza de la atrocidad cometida sino por la afiliación de la víctima y del criminal. ¿Había que otorgar una mayor indulgencia al Estado porque, hablando en términos legales, tiene el monopolio sobre el uso legítimo de la fuerza? O, por el contrario, ¿había que considerar la actuación de soldados y policía a la luz de criterios más elevados que la de los paramilitares?»
«Si algo es Gerry Adams es una persona enigmática; mientras preparaba su retirada de la escena política, había conseguido una vez más modular su imagen pública. Ahora representaba a menudo el papel de un abuelito famoso de mirada chispeante, un pez gordo icónico pero accesible. Twitter, donde Adams tenía una cuenta muy visitada, fue el escenario de una surrealista culminación a esta metamorfosis: entre esporádicos tuits calculadamente tediosos sobre temas políticos de segundo orden, predominaban las fotos de gatos y los elogios de los baños de espuma y los osos de peluche. («Me encantan los peluches, en serio, y los patitos de goma -dijo a la BBC-. Tengo una gran colección de ositos»). Un autor irlandés comparaba estas manifestaciones con ‘Charles Manson enseñándote su colección de cubreteteras’, y es que a veces podía parecer que este alarde de extravagancia era una forma de cínico fingimiento».
Muy buena reseña, como siempre.
Gracias