El vuelo de la libélula / Martin Page

El señor Martin Page (del cual desconozco el resto de su obra) me ha encantado. Como historia la novela no destaca (a mi forma de parecer), pero las refexiones que lleva consigo respecto al mundillo artístico me parecen más que acertadas.
La trama va acerca de una chavala (Fio) que es pintora y se dedica a extorsionar a millonarios con mensajes anónimos en plan: SÉ LO QUE OCULTAS. O ME PAGAS O SE DESCUBRE EL PASTEL.
Y la mayoría de ellos, aún sin saber a qué se refiere, pagan. Sin rechistar. Mentes oscuras con remordimientos y mucho que esconder. Hasta ahí bien.
El tema empieza cuando uno de sus extorsionados se enamora de los cuadros de Fio, conviertiéndose así en su mecenas. Su protector.
Éste fallece y en el testamento incluye a Fio y su obra, que sean valoradas y cuidadas como se merecen.

De este modo la sencillez y transpariencia de Fio tiene que entrar en contacto con los aduladores artistas. Donde nadie es quién parece ser.

Y es que debe ser así tanto en el mundo de la literatura, como en bellas artes, como en la música…

¡¡¡Me recuerdan, a mi pesar, a tantos!!!

Apariencias, sólo apariencias… envidias, intereses cruzados, cinismo. Todo bien reflejado en el libro.

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«En la pizarra le enseñaron cuántos son seis por siete, que la capital de Islandia es Reykiavik, que el agua es H20; en el patio de recreo aprendió que uno está contra todos, que la capital de la vida es la muerte, que el sudor es la fórmula química del miedo.«

«En un arranque contenido el ministro rompió a reír; unos gorriones hembras, atraídos por aquel canto, se le acercaron dando saltitos.»

«Unos ánsares acababan de pasar por encima con vuelo perfecto y nadie había reparado en ellos. ¿Qué podía contemplar aquella gente que superase semejante belleza natural? A ellos mismos. Se miraban en los ojos de aquellos a los que miraban, como en un cielo de pupilas dilatadas e irisadas de ambición.»

«Por mucho que el arte se hubiera convertido en una religión para todos aquellos ateos pijos de los barrios altos, era una religión pacífica que, si pasaba sembrar terror, sólo lo hacía sobre el papel. No se cometían genocidios ni matanzas como la de San Bartolomé en nombre de ese dios, no se sometían pueblos ni razas por obedecer sus preceptos. Como mucho, se daban cirrosis hepáticas y alguna que otra sobredosis, depresiones a mansalva, vidas arruinadas por la amargura y la injusticia, unos cuantos suicidios, nada del otro mundo.«

«La actitud de los artistas se le antojaba la misma que la de jugadores de golf. En el Saint-Andrews Globe había leído un reportaje según el cual el 80% de los golfistas confiesan que le dan a la pelota con el pie u olvidan golpes, es decir, que hacen trampa. Todos declaran, sin embargo, ser jugadores honestos y aborrecer a los tramposos. En el arte pasaba igual: seres encantadores que desaprobaban el amiguismo, el nepotismo y los golpes bajos y rechazaban las relaciones profesionales incestuosas entre artistas, críticos, marchantes y políticos, pero que colaban la pelota con el pie y enviaban la del vecino a los matorrales. Sí, no cabía duda de que el palo 8 era el más apto para el mundo del arte. A no ser que lo fuera el bate de béisbol

«Mostraba la taciturnidad propia del que sufre por su arte; lo que pensaba del mundo, de los hombres, de las mujeres, lo sumía en la desesperación.»

«Como desde finales de Diciembre, aunque el invierno estaba siendo soleado, hacía mucho frío, aparte de la consabida cohorte de ilusos corredores que creen que el sudor bastará para ahuyentar a la muerte, el parque estaba prácticamente vacío

«Desconfíe de esa admiración, no es más que la coartada del odio.«

«Toda época es una madre orgullosa que piensa que sus hijos son los más maravillosos. Para él, sin embargo, nada era tan nuevo como las obras del pasado.»

«En esos ambientes, un conocido era alguien que había estado varias veces en el mismo recinto que uno; un compañero, una persona cuya mano había uno estrechado; un amigo, alguien con quien uno había hablado

«Los invitados se observaban unos a otros y espiaban los secretos de su trivialidad dorada. Vestían con gusto todo lo que decían, hecha la lengua de una piel satinada y debidamente tratada contra los estragos de la humildad. Guardaban sus ideas siliconadas en cajas de acero pintadas a rayas angulares y sobrias y decoradas de arabescos o –las más bonitas- de cristal. Las mujeres se empolvaban la cara con sus propias frases, y añadían un toque de carmín a los labios de sus pensamientos más tristes; un poco de desodorante eliminaba las bacteria de una realidad demasiado proclive a ensuciarse. Sus conversaciones tenían la fragancia de un gran perfume, un aroma a bergamota, cilantro, y guinda seguido de un trío florido –jazmín, rsa de Bulgaria y lirio- que no pasaba inadvertido. El clima de sus conversaciones se caldeaba un poco con la llegada, como nota de fondo, de oro de ámbar y mirra sobre cada uno de los verbos que utilizaban.»

«Había permanecido en silencio durante aquel encuentro unilateral, aunque en ciertos silencios hay incendios deseados que de buena gana abrasarían las frases secas de los mejores oradores.«

2 comentarios en «El vuelo de la libélula / Martin Page»

  1. esto q tú haces de poner retazos, citas, párrafos, me parece admirable y muy generoso de tu parte. yo lo hago con mis lecturas pero hago fichas, en papel y nunca me ha dado por compartirlas. y la verdad q son unas cuantas, como si fuera un trabajo voluntario, pero un trabajo arduo q sólo es capaz de hacer alguien q ama la literatura.

    por cierto, yo te doy el librillo entero, q siempre llevo encima. fumo de liar.

    besos

  2. jajaja veo q eres una experta en papel. aciertas a la primera, fumo smoking blue, aunq cuando me quedo sin él y no hay estancos a la vista, tengo q tirar del smoking o OCB q venden en las tiendas de chinitos. de chinitas, estoy retirado, me sentaban fatal últimamnt. besos

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