Una de literatura de la buena, buena, una novela de las que enaltecen el oficio de escritor y que se vuelve inolvidable para el que la lee. Me alegra mucho que haya estado a la altura de las expectativas, no ha defraudado ni una mijita.
Es lo primero que leo de Tabucchi y me he estrenado entrando por la puerta grande, está claro que intentaré no exigirle lo mismo al resto de su obra (seguiré indagando sin duda): «Sostiene Pereira» me ha parecido una genialidad. El personaje principal, Pereira, es de los más entrañables que te puedas echar en cara.
Si tuviera que sentar a Pereira junto a otro personaje de algún libro -como compañeros de pupitre- probablemente le sentaría junto a Bartleby, el escribiente. Me encantaría que se hubieran conocido, tan parecidos en algunos aspectos (personajes solitarios que se sientan frente a la máquina de escibir a diario, ambos tremendamente conformistas) y tan diametralmente opuestos en otro (la evolución del personaje de Pereira versus la inamovilidad de Bartleby).
El problema es que el mundo es un problema y seguramente no seremnos ni usted ni yo quienes lo resolvamos, hubiera querido decirle Pereira. El problema que es usted joven, demasiado joven, podría ser mi hijo, hubiera querido decirle Pereira, pero no me gusta que usted me tome por su padre, yo no estoy aquí para resolver sus contradicciones. El problema es que entre nosotros ha de haber una relación correcta y profesional ,hubiera querido decirle Pereira, y que debe usted aprender a escribir, porque, de otro modo, si escribe con las razones del corazón, va usted a tropezarse con grandes complicaciones, se lo puedo asegurar. Pero no dijo nada de todo eso.
Pereira es cronista de la sección cultural de un periódico vespertino, el Lisboa, en 1938 (durante la dictadura de Salazar). Alejado de la polémica, sin darles dolores de cabeza a la censura, Pereira mantiene su vida tranquila. Se relaciona con pocas personas: la portera, el cura, su jefe y poco más.
La sombra de los totalitarismos que en ese momento dominan Europa (España en plena guerra civil, Mussolini en Italia, Hitler en Alemania… todos calentando en el banquillo de cara a la segunda guerra mundial) asoma en la novela de forma predominante. Pero estos asuntos a Pereira no le interesan, a él con poder disponer de su tortilla francesa con queso y sus limonadas bien fresquitas le basta para sentirse dichoso.
Pero esto cambia cuando contrata a un nuevo redactor, Monteiro Rossi, un joven recién titulado incapaz de mantener la política al margen de sus escritos e incapaz de limitarse a hablar de la muerte (le encarga escribir necrológicas). Desde que Rossi y su novia Marta irrumpen en su vida, como un elefante en una cacharrería, Pereira se ve obligado a posicionarse ante asuntos a los que antes no les daba importancia alguna, como la política, la censura o la opinión pública.
¿quién podía tener el valor de dar una noticia de ese tipo, que un carretero socialista había sido asesinado brutalmente en Alentejo en su propio carro y que había cubierto de sangre todos sus melones? Nadie, porque el país callaba, no podía hacer otra cosa sino callar, y mientras tanto la gente moría y la policía era la dueña y señora. Pereira comenzó a sudar, porque pensó de nuevo en la muerte. Y pensó: Esta ciudad apesta a muerte, toda Europa apesta a muerte.
Esta evolución en el personaje conllevará cambios en su forma de actuar que harán que nuestro querido, bonachón, generoso y desinteresado Pereira vea su vida prácticamente patas arriba. No quiero desvelar más de la trama, que la hay y además sorprende.
Perdóneme, señor director, respondió Pereira con pesadumbre, pero quisiera preguntarle una cosa, nosotros originariamente éramos lusitanos, luego vinieron los romanos y los celtas, después estuvieron los árabes, ¿qué raza podemos conmemorar los portugueses?
Por último: no puedo dejar de elogiar el estilo con el que está escrito. El «sostiene Pereira» siempre está presente, pero no llega a agobiarte con la repetición. De hecho hay momentos en que lo echas de menos y quieres otro más, cuando te quieres dar cuenta estás leyendo, ansiosa, esperando a que llegue otro. Creo que le aporta serenidad al libro, a mí me ha hecho percibirlo como una historia tranquila y amable y estoy segura de que si no se empleara esa coletilla esta historia generaría otras sensaciones distintas. Es una maravilla.
En fin, es una delicia de libro: por cómo está escrito, por la localización (de qué forma tan sencilla te transporta a Lisboa), por el contexto temporal (la situación política en Europa), por tener uno de los personajes más entrañables con los que me he topado, por la evolución de este y por la serenidad y sensatez que aflora en cada página. Que de esto último buena falta nos sigue haciendo casi un siglo después.
¿tú crees aún en la opinión pública?, pues bien, la opinión pública es un truco que han inventado los anglosajones, los ingleses y los americanos, son ellos los que nos están llenando de mierda, perdona la expresión, con esa idea de la opinión pública, nosotros no hemos tenido nunca su sistema político, no tenemos sus tradiciones, no sabemos qué son los trade unions, nosotros somos gente del Sur, Pereira, y obedecemos a quien grita más, a quien manda.