Regresa al blog uno de los autores que frecuentaban los cafés madrileños a principios de siglo XX: Emilio Carrère. Vuelve gracias a la publicación de su «Ruta emocional de Madrid», que reedita La Felguera en su colección «Narrativas del desorden». Contiene: los poemas de Carrère publicados en la edición de 1935 (Ediciones L.S.A.), un ensayo sobre el autor (firmado por Servando Rocha) y multitud de ilustraciones y fotografías de la época.
Carrère, en aquel Madrid «imperial», es un hombre avejentado, su rostro se ha vuelto cansado. Aparenta más edad de la que tiene. La vida en la posguerra es muy distinta a todo lo que ha vivido. Muchos de los lugares que aparecen en Ruta emocional de Madrid son ahora ruinas, esqueletos renqueantes.
La ciudad del caballero de la muerte, Servando Rocha.
La verdad es que me ha gustado mucho. Estoy casi segura de que cualquiera que se sienta atraído por Madrid y la extinta bohemia, disfrutará con esta lectura.
Emilio Carrère: el poeta
Es la segunda vez que Emilio Carrère, este testigo, protagonista y cronista de la bohemia, aparece como titular en una reseña de este blog. La primera vez fue gracias a La copa de Verlaine, libro que recopila diversos ensayos o artículos del autor y que me encantó.
Emilio Carrere pertenece a una época en que la gente salía simplemente a pasear como una actividad cotidiana y normalizada, era un buen paseante. Disfrutaba caminando y descubriendo rincones en la ciudad (con sus paradas pertinentes en los cafés de la época) y sabía relatarlo por medio de la poesía.
Así, esta Ruta emocional de Madrid recoge en forma de poemas (más o menos críticos) todo lo que le rodea y llama su atención (callejones, gentes, costumbres, etc.)
Servando Rocha: La ciudad del caballero de la muerte
Sobra decir que esta obra la disfrutarán más aquellos habituados a leer poesía. No obstante, como ese no es mi caso, quiero recalcar el ensayo de Servando Rocha que precede a la propia Ruta emocional de Madrid. Leer La ciudad del caballero de la muerte ha sido un flipe. Me encanta cómo está documentado, narrado y cómo la pluma se pone mordaz de vez en cuando.
Todo había cambiado. En los primeros años del siglo veinte, la ciudad estaba experimentando cambios drásticos. Crecía desorbitadamente (…). Carrère dice adiós a todo eso a regañadientes, a las farolas de quinqués de petróleo, a los carruajes tirados por caballos, los ómnibus y las grandes temporadas fijas de zarzuela, los chuzos y farolillos de los serenos -con quienes entablaba conversación en calles desiertas-, los pianos de manubrio, los carros de la basura, los tostadores callejeros de café y moledores de canela, los sombreros de copa y hongos de color, las aparatosas sombrillas, el café con media tostada. La llegada y uso generalizado del coche causaban estragos. Para muchas personas era un peligro; hubo numerosos atropellos y la velocidad que alcanzaba parecía centelleante. La prisa se había instalado en la urbe
La ciudad del caballero de la muerte, Servando Rocha.
Además del estiloso ensayo, hay una serie de páginas con fotografías del Madrid antiguo e incluso algún retrato del propio Carrère. Esto sumado a los grabados de Fernando Marco (recuperados de la publicación original de 1935) ponen el broche a esta edición de La Felguera
La antiguía de Madrid: ruta emocional de Carrère
Puedo concluir que me alegra añadir este libro a mi colección y haber disfrutado de su lectura. Tanto el ensayo como los versos recrean al detalle los rincones y gentes de Madrid de hace un siglo, así que a los entusiastas de la bohemia este libro les viene al pelo. Además, siguiendo la línea de su primo hermano Las calles siniestras, la edición me ha encantado (como en el libro de Baroja, también incluye algunas páginas negras y el punto de lectura que tanto me gusta).
Creo que es un libro cuyo comienzo (fotografías y ensayo) es fantástico y seguramente leas del tirón. En cambio, cuando comienza la poesía de Carrère hay que echar el freno e irlo disfrutando a sorbitos. No tiene mucho sentido leer todos los poemas seguidos, al menos para mí no lo tiene. Creo que esta parte es para consumirla en pequeñas dosis. Es más, pienso que la mejor forma de disfrutarlo es llevándotelo de paseo por Madrid e ir descubriendo la ciudad a través de los ojos de Emilio Carrère.
A mi parecer, este ha sido otro acierto más de la Editorial La Felguera recuperando obras que estaban olvidadas. Un placer para coleccionistas, amantes de la bohemia y enamorados de aquí, de Madrid.
Fragmento del artículo La canalla (citado en el ensayo de Servando Rocha)
La canalla es el tendero, que cobra veinte por lo que le cuesta una; la canalla es el patrono, que estruja al productor; la empresa periodística que anula al redactor, que por un puñado de calderilla compra su conciencia y su cerebro. La canalla es el agente de negocios, el usurero -tal, Joaquín Ramos, el Cantinero, etc.- que por cincuenta duros cobran intereses vitalicios. La canalla es el casero, el latifundiario, los empresarios de emigración, los eclesiásticos que influyen en la voluntad de los moribundos en pro del acervo conventual. Los pobres de espíritu, los vencidos, los fracasados, los que no comen nunca… en serio, los que duermen bajo los canalones, esa es la pobre canalla digna del halo de los santos y del incienso de los mártires.
La canalla (Vida socialista, 18 de diciembre de 1910) / Emilio Carrère
Fragmentos de poemas de la Ruta emocional de Madrid
ELEGÍA DEL COCHE SIMÓN Viejo simón, auriga verbenero y castizo, vete con Dios; has muerto atropellado por un taxi, pobre simón. Dando bandazos por las calles y renqueando el flaco matalón, tu negra caja charolada fue muchas veces góndola de amor. (...)
LA PLAZA DE LAS COMENDADORAS Es una plazoleta arcaica y provincial, apacible solana bajo el sol invernal; tiene un aspecto prócer, devoto y ancestral con sus viejas mansiones y su atrio conventual. Es un rincón poético de una rancia ciudad -Toledo, Burgos, Ávila-: salmodian las campanas sus lágrimas de bronce sobre su soledad, lo mismo que en las muertas ciudades castellanas. Se arrastra una viejuca seca como un sarmiento; los mendigos del pórtico rezongan su lamento, y se oye de los rezos el monótono acento tras de las celosías tupidas del convento. ¡Plazuela melancólica preñada de leyendas bizarras de los tiempos del amor y el honor; amables serenatas y gentiles contiendas por doña Beatriz o doña Leonor! (...)
MADRID FLAMENCO En las encrucijadas del arrabal de la Universidad hay yacijas de horror, insospechadas, donde hierve una turbia humanidad. De los faroles públicos, a la luz azulenca, se ven esfinges de andariego amor que escuchan los sollozos de una copla flamenca rugiente de deseo y de dolor: Penita mía que se agarró al arbolito de mi querer y con mi sangre se alimentó. Entre el humo de un bar, de chulos y tusonas, cantan un treno negro de angustia los bordones; se humedecen de lágrimas las pupilas gachonas y parece que saben a sangre las canciones. En el hondo silencio gime la "cantaora"; sobre el mástil esbelto se inclina el "tocaor". ¡Tiene alma de mujer la guitarra que llora esa pena tan negra y tan honda de amor! A mi puerta has de llamar y no te he de abrir la puerta y me has de sentir llorar. (...)
CAFÉ DE BARRIO Prima tarde. Café chulón: Embajadores. Cigarreras jamonas, maestras de labores, platican del oficio... Bienestar artesano. Patro, la fiadora, bandolina en el pelo y tumbaga en la mano, se tima con el socio que la camela ahora, y el cuerpo sandunguero y frescachón su exuberancia oculta entre el mantón. Doña Paquita y doña Charito, pensionistas, toman café con media. Una peña de artistas disparata en metáforas, como traca pletórica de greguerías -ruido, vanidad y retórica-. Las pobres pensionistas, aun emperifolladas con viejas manteletas y las caras pintadas, lanzan miradas lánguidas de un trasnochado amor, jantañona virtud que aguarda al Burlador! (...)
VIEJOS CAFÉS (...) Bohemia del año diez: chambergos, pipas, melenas y pergeños arbitrarios; en honor de Rubén se quemaba un incienso de exaltación y ensueño, en todos los cenáculos. Nuevo Levante, alegre Parnasillo -Beethoven y Mozart, en el piano-, melenas merovingias de Valle-Inclán, monóculo de Azorín; de Bargiela, los tremendos mostachos....... (...)
Genial, me gustan mucho tus reseñas.
Gracias
Me alegra mucho 😊 Muchas gracias por leerme. Un abrazo
No había visitado tu página y a través de una amiga la he descubierto, me parece de diez, sigue así, te voy a tener muy en cuenta para hacerte algunas consultas, gracias
¡Muchas gracias! 😍😍 Aquí estaremos para lo que te surja. Un saludo! 🤗