Oficio editor / Mario Muchnik

 Oficio Editor´/ Mario Muchnik (Foto Denmeunpapelillo)

Podría parecer que solo me alimento de novelas y relatos, pero también pruebo otras cosas y de vez en cuando me encuentro con manjares como este: Oficio editor, de Mario Muchnik.

Para el perfil de lector raso, ese que se encuentra en las trincheras apuntando para conseguir aciertos —y esquivando tostones—, es posible que Mario sea un desconocido. Sin embargo Muchnik fue una figura relevante en el mundo de la edición en España. Y para la lectora rasa que habita en mí tiene una cosa especial: fue quien apostó por Montero Glez.

Además, si los libros que hablan de libros o de escritores me gustan, ¿por qué no iba a hacerlo uno sobre editores?

Lo primero que llama la atención es su apellido, y os diré que se lo debe a sus agüelos (de origen ruso-judío), quienes emigraron a Argentina, que es donde nació su padre Jacobo Muchnik (editor antes que él). Y cuando llegas a este punto de su biografía es cuando flipas porque ves que lo que estudió él fue Física, usease, que lo de «yokese tio no soi 100tfik0» no iba con él.

Después dejó la ciencia (no soportaba a los científicos), se pasó a la fotografía, y a partir de ahí completó sus oficios con el de traductor, editor y escritor. Ahí es ná. No son pocos los vídeos que podéis encontrar sobre Mario Muchnik en YouTube (presentaciones de libros, charlas, homenajes…) y es mazo interesante escucharle. Me transmite lo mismo que Pepe Esteban (que también tiene su sitio en el blog).

Seguramente os suene la editorial El Aleph.

La fundaron los Muchnik en 1973, en Barcelona, con el nombre de Muchnik Editores. A partir de ahí fueron muchos los sellos o editoriales en los que estuvo implicado. Para mí es especial el de «Talleres Mario Muchnik», que es por donde salió Montero Glez.

Para muestra, unos botones de mi biblioteca:

Libros de Montero Glez editados y publicados por Muchnik / El Aleph

En Oficio editor cuenta cómo se conocieron y cómo se convirtió en su editor. Me ha molao mucho poder leer cómo fue ese momento desde el punto de vista de Muchnik (la otra parte la conoces si llevas leyendo a Montero Glez toda la vida, y si no te dejo aquí el artículo que le dedicó a Mario cuando falleció).

«Tú dirás qué esperas de este editor que con toda sinceridad te dice que se sentiría honrado de ser el tuyo».

Por todo lo explicado hasta ahora me animé a leerlo, por eso y porque me interesaba conocer cosas sobre los entresijos de esa parte del «ciclo del libro».

Estas memorias hablan desde la experiencia de toda una vida dedicada al oficio de editor, llamando a cada cosa y persona por su nombre. Además, también tiene mucho de ensayo y de manual técnico. Muchnik regala opiniones y consejos sobre todos los aspectos asociados a la edición de un libro: desde que se recibe el manuscrito hasta que está en la tienda (incluso desde que se monta una editorial hasta que se vende extingue, transforma, arruina…).

Está muy bien organizado, con capítulos cortos en los que aborda un tema concreto. Algunos son bastante técnicos (véase el capítulo «Cómo se edita un libro (cajón de sastre)» y otros autobiográficos y reflexivos (sabe más el diablo por viejo que por diablo).

Y aunque el mundo de la edición a priori debería ofrecer un entorno amigable (están rodeados de libros, tienen que ser majos), en el gremio también existen intrigas. Hay tiburones y peces pequeños, eso lo sabemos hasta los lectores rasos, y Mario en este libro cuenta algunas movidas que vivió en ese aspecto. Disputas, beefs, como queráis llamarlo, con nombres y apellidos.

Pero a pesar de los malos momentos, su amor y respeto por el oficio —en particular— y por el mundo del libro —en general— es más que evidente. Se nota por cómo lo cuenta, se ve que disfruta enseñándole a la gente (¡lectores y lectoras rasos!) en qué consiste ser editor.

Me lo he pasado muy bien leyendo a Muchnik, aunque no debería sorprenderme. Si me gusta aprender de gente con experiencia y también me fascina el mundo del libro, lo raro sería que no me gustase. Eso solo podría pasar si estuviera muy mal contado, pero no es el caso. Lo disfruté como una enana, me tuvo enganchada y ha terminado con mazo de esquinas inferiores dobladas.

Es más, me ha flipado tanto tanto que creo que me he vuelto loca y voy a montar una editorial.

Papelillo Editorial la voy a llamar.

Ya veréis.

Algunos fragmentos de Oficio Editor

«La tarea de editar es tan diferente de la de escribir como de la de leer. Se escribe en la intimidad, en la soledad. Como se lee. El diálogo del escritor, cuando escribe, es consigo mismo. El del editor no. El editor suele ser el primer lector de un texto. Custodio de la lengua y conocedor de la técnica, tiene el deber de señalar al autor todo lo que un texto pueda tener de chirriante, y de sugerirle cambios que, en su opinión, ayuden a su lectura. En este sentido, el editor es un mediador constructivo entre el autor y el lector.

Al autor, que en su tarea suele perder la perspectiva, le conviene escuchar atentamente al editor y, llegado el caso, discutir con él punto por punto. El autor tendrá la última palabra, mejor fundamentada después de haber discutido con el editor. Quien sale beneficiado, por supuesto, es invariablemente el lector».

«Es asombroso cuántos escritores de ley presentan manuscritos que, juzgados solo por las reglas gramaticales, serían rechazados por maestros de instrucción básica».

«Otro criterio importante era para mí que el autor fuera capaz de diferenciar claramente entre sí mismo y su narrador. Es sorprendente -la lectura de inéditos está llena de sorpresas cuántos autores adoptan, por ejemplo, un tono blasé, de-vuelta-de-todo, un tono de hartazgo, de a-mí-me-van-a-decir… cuando lo que pretenden es que sea su protagonista quien tenga ese tono. Borronean con ello, minando el contraste de tonos, la pintura de un personaje. y la novela, que de otro modo tendría fuerza narrativa, se convierte en un eructo personal sin interés para el lector».

«Conviene reflexionar sobre la delicada relación entre autor y editor. No hay buenos editores que no cuiden esta relación como el bien más precioso de su empresa. Los mejores son los que logran situar esta relación en el plano afectivo y se convierten en amigos del autor, y este, de aquellos. Es en calidad de amigo como un editor puede ser útil a un autor, hablándole con franqueza, señalándole flaquezas del texto, objetando, poniendo peros, debatiendo exhaustivamente sobre cada punto que no concite el acuerdo inmediato de ambos. Y todo ello, mejor si con un vasito de vino en la mano».

«El buen editor ha de tener sensibilidad para el estilo o, mejor dicho, para los estilos. Y tiene la obligación de señalar al autor los puntos del texto en que, quizás en el seno de un estilo convincente, aparecen fallos corregibles».

«Cada lectura de un clásico, a lo largo de la vida, es diferente, no porque el clásico diga cosas distintas cada vez sino porque uno es distinto cada vez y lo que el clásico confirma y descubre en uno también es distinto cada vez. Lo que nos hace distintos de una a otra lectura son las cosas nuevas que la vida nos ha deparado en el ínterin. Como, por ejemplo, la propia lectura de ese o de otros clásicos. Uno aprende cosas nuevas no en los clásicos sino en la vida».

14 comentarios en «Oficio editor / Mario Muchnik»

  1. Eres increíble, lo lees todo y además disfrutas y siempre sacas algo en claro.
    Lo de la editorial, si es lo que quieres adelante y a por ello.
    Enhorabuena

  2. Solamente con este comienzo: «Podría parecer que solo me alimento de novelas y relatos, pero también pruebo otras cosas y de vez en cuando me encuentro con manjares…», ya sé de los valores vitales de quien escribe la reseña («me alimento») y del valor del libro que reseña («me encuentro con manjares»).
    ¡Horror (o debería decir gracias), se me acumulan los libros que me urge leer!

    1. Jajaja, ¡y ahora más! Aunque te doy un poco de cuartelillo, un par de meses, hasta que se pueda pillar ya el primero de Papelillo Editorial.
      ¡Un saludo!

  3. Muy interesante, as usual. Me ha gustado especialmente este fragmento (aunque seguro que el libro incluye muchos más dignos de ser recordados)

    «El buen editor ha de tener sensibilidad para el estilo o, mejor dicho, para los estilos. Y tiene la obligación de señalar al autor los puntos del texto en que, quizás en el seno de un estilo convincente, aparecen fallos corregibles».

    *Muchnik seguro que no lo tuvo sencillo, los inicios siempre son difíciles, pero mucho ánimo con el parto de Papelillo Editorial.

  4. Cuando montes la editorial, avisa.

    De Muchnik me acabo de leer ‘Lo peor no son los autores’ y no solo no me ha gustado sino que hasta me cayó mal el tipo. Cosas que pasan.

  5. Mil felicidades por tu decisión. Eres muy capaz de llevarlo adelante.
    Un abrazo muy grande

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