El pan a secas / Mohamed Chukri

Portada de El pan a secas, de Mohamed Chukri. Ed. Cabaret Voltaire, 5ª ed. oct. 2021. Trad. Rajae Boumediane El Metni.

Regreso después de un buen parón con El pan a secas, de Mohamed Chukri, una de las novelas del siglo XX más representativas de la literatura marroquí. Forma parte de una trilogía, aunque no fui consciente de esto hasta después de terminarla, así que me he quedado con la miel en los labios. No creo que tarde demasiado en hacerme con las otras dos, pero lo que es seguro es que me haré con ambas de una tacada para leérmelas del tirón.

Supe de ella por recomendación de Paco Gómez Escribano (quien, por cierto, publica una nueva novela titulada Narcopiso en menos de un mes), que me tiene calada y sabe lo que me mola. Es una novela, sí, pero autobiográfica. De tú a tú podría calificarla como «una jartada que flipas», y de usted a usted como «una de las lecturas realistas más dramáticas, miserables y angustiosas que he leído». Menuda infancia, Chukri, menuda infancia.

«La culpa es de la miseria, señora. Los ricos tampoco tienen vergüenza: nos compran muy barato. Tú no necesitas venderte»

Mohamed Chukri, superación y censura

Mohamed Chukri nació en 1935 muy cerquita de Melilla (en Beni Chikar, región del Rif —cuando esta pertenecía al protectorado español—) y falleció en 2003 en Rabat. Su familia era pobre y numerosa, con un padre violento y alcohólico que había sido militar en el ejército español. Dado que la trilogía es autobiográfica, no voy a contaros mucho más para evitar destripar nada. Pero sí que os chivaré algunas curiosidades sobre su vida y esta obra.

Chukri, al margen de escribir sus propias historias, tradujo al árabe a muchos de nuestros poetas (Bécquer, los Machado o Lorca, entre otros). Se hizo bastante amigo de Paul Bowles, Tenesse Williams y algún otro autor estadounidense. No hay que olvidar que desde los años cuarenta no fueron pocos los autores yankees que residieron en Tánger (por ejemplo, además de los ya mencionados: Capote, Ginsberg, Burroughs, Kerouac, Jean Genet, etc.). Sobre esa época habla en el libro Paul Bowles, el recluso de Tánger (publicado también por Cabaret Voltaire), que terminaré pillando también.

Volviendo a la novela que nos ocupa: se escribió en 1972. Al año siguiente, su colega Bowles la tradujo al inglés y la convirtió en un éxito editorial. En Marruecos no se publicó hasta 1982, pero duró un suspiro y fue censurada de forma inmediata. En el año 2000, el autor revisó la novela y la dejó en su versión definitiva, que es la que tenemos en Cabaret Voltaire. A partir de entonces tomó su título actual en español (anteriormente era El pan desnudo) y, además, volvió a publicarse en Marruecos. Solo tres años antes de morir 🙁

La infancia robada de Chukri

La mayoría de los pasajes de El pan a secas resultan tristes y hay momentos que suponen un desgarro en las entrañas. No deberían existir ni infancias así ni padres así ni miserias como estas. Pero las hay (por desgracia, las sigue habiendo) y no se puede cerrar los ojos a la realidad. Además, debemos ser conscientes de lo que dijo el propio Chukri en una conferencia en Málaga en 1997:

«Cuando escribo sobre la infancia no se trata tan sólo de la mía, sino de la de todos los de mi generación. No es un caso aislado sino el arquetipo de todas las infancias que yo he conocido a fondo. He intentado condensarlas en una sola: la mía. (…) Me esfuerzo en darle un lugar a esa infancia robada —o lo que es aún peor, brutalizada— por los que nos arrebataron nuestra vida, los vampiros de la sociedad».

Chukri, M. (2017). Raíces. TRANS: Revista De Traductología, (2), 167-170. https://doi.org/10.24310/TRANS.1998.v0i2.2368

Pero por suerte, los críos al final son espontáneos y vitales, incluso en las peores circunstancias. Ya sabemos aquello de que el hambre agudiza el ingenio: el pequeño Chukri es una buena muestra de ello. Así que sí, esta novela tiene mucho de dolor y sufrimiento, pero también mucho de picaresca. Es un Lázaro de Tormes (pero mucho más jodido, no nos vayamos a engañar), por lo que el espíritu de quien lee encuentra algunos momentos en los que respira frescura evitando asfixiarse entre tanta mierda.

«A muchos les imponía respeto. Les impresionaba el hecho de que consiguiese meterme una o dos cuchillas en la boca y pudiese hablar sin cortarme. Aquello confirmaba mi maestría con las cuchillas, ya fuera para jugar o pelear».

De cómo ganarse el pan (aunque sea seco)

A través de las páginas que componen El pan a secas, acompañamos a Mohamed y su familia en la búsqueda de pan. No oro. Solo pan. El padre es un cabronazo (y me quedo MUY CORTA) así que el chaval intenta perderlo de vista lo antes posible y empezar a trabajar o buscarse la vida como puede. La familia emigrará del campo a la ciudad, probarán suerte en Tánger y Tetuán; y digo «probar» porque si digo «tener» estaría mintiéndoos.

«Caí enfermo. La vida me pareció extraña en ese estado. La enfermedad ahonda la soledad y hace que la capacidad de querernos a nosotros mismos sea más fuerte. Comprendí que no había nadie más que yo. Solo, frente al espejo de mi alma. El mundo exterior se me aparecía entonces como un gran espejo roto, mugriento, que reflejaba mi cara desfigurada».

El chaval se espabila rápido, a pesar de ser un crío. Trabajo, sexualidad, kiff, alcohol, prostitución, robos, trapicheos: no se deja . Cuando la necesidad aprieta, (casi) todo vale. Habla de su familia cercana, de la clientela del café, de la policía, de sus compañeros de correrías, de la gente de la calle y de todas sus —primeras— experiencias y sentimientos.

Pero envolviendo a los acontecimientos existe un contexto sociopolítico concreto de un país en manos de otros (franceses primero, españoles después). Un país musulmán regido por cristianos católicos; una sociedad mayoritariamente machista y violenta, hambrienta de comida y sedienta de venganza. Chukri plantea situaciones que no pueden resultar más indignantes y repulsivas. Pero que fueron. Y en algunos casos, lamentablemente, siguen siendo.

Novela que no te suelta y te deja magullada (pero con esperanza)

El pan a secas es una novela con una narrativa ágil y absorbente, en la que no paran de ocurrir cosas, pero no está exenta de reflexiones (algo casi inherente a cualquier historia contada en primera persona). Es de las que te pillan y no te sueltan, aunque si solo fuera eso no sería suficiente como para entusiasmarme del modo en que lo ha hecho.

La fuerza del personaje y la crudeza y espontaneidad de la historia junto con el retrato y denuncia social forman el conjunto de elementos que ha conseguido dejarme noqueada. La narración inspira admiración y repulsa, según la situación que atraviesa el personaje y su forma de actuar. Sin embargo, esos comportamientos censurables no terminan de provocarte rechazo total, entiendes que el entorno en el que crece lo empuja a hacer, decir o pensar según qué cosas.

No obstante, existe una clara evolución e ímpetu de mejora en el protagonista, que —a la postre— sigue siendo un niño desamparado. El final de esta parte de la trilogía consigue que cierres el libro con una sonrisa en la cara y esperanza. Y cuando no puedes empalmar con la lectura de Tiempo de errores (1992) y Rostros, amores, maldiciones (1996) —las dos otras novelas que componen esta trilogía— es cuando te cabreas: estás deseando saber cómo le va a Mohamed en su nueva aventura, pero te quedas con las ganas.

En fin, un novelón, lectura obligatoria para quienes «disfruten» leyendo historias reales, crudas, y con mucho contenido social. Este año me hago con la trilogía entera, como hay Dios (o Alá).

Algunos fragmentos de El pan a secas, de Mohamed Chukri

«Tenía entendido que la policía sólo usaba la fuerza y encarcelaba a quien mataba o robaba, o cuando había sangre de por medio… Después de lo ocurrido, me fui al cementerio Buarrakía. Recogí las ramas de arrayán que iba encontrando sobre las tumbas más bonitas y las coloqué en la de mi hermano. La suya no era la única sin flores ni lápida. Las había que eran un simple montón de tierra con dos piedras diferentes, una para indicar dónde estaban los pies y otra para la cabeza. Me dio pena ver tantas tumbas olvidadas, cubiertas de hierbajos. Algunas incluso estaban destruidas. Hasta en el cementerio hay diferencias entre ricos y pobres».

«El día de nuestra partida me acordé de la tumba de mi hermano. ‘Su tumba quedará sin riego, sin arrayán y sin lápida. Se perderá, como se pierden las cosas pequeñas entre las grandes’».

6 comentarios en «El pan a secas / Mohamed Chukri»

  1. A mí me pasó lo mismo, leí esta hace un tiempo y luego me di cuenta de que formaba parte de una trilogía, recuerdo que también pensé en hacerme con las otras dos pero a día de hoy todavía las tengo en el debe, las he visto sueltas en bibliotecas pero siempre una u otra, y lo suyo sería pillar las dos del tirón (al igual que esta, no creo que sean demasiado largas…).

    Buena reseña as usual.

  2. أعجبني نصك حول سيرة محمد شكري الروائية . تحياتي

    1. شكرا جزيلا على كلماتك. تحياتي من مدريد (آمل أن تعمل ترجمة Google بشكل صحيح)

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