Vuelvo a Juan Marsé después del estreno por todo lo alto que resultó ser leer «Últimas tardes con Teresa» (como conté en su día). En esta ocasión le ha tocado el turno a «El embrujo de Shanghai» y, una vez más, sirve para afianzar mi gusto por un autor tras leer una segunda obra suya. Digo «una vez más» porque, entre 2020 y 2021, me ha ocurrido con: Harry Crews, Ursula K. Le Guin, Miguel Delibes, Marta Sanz, Paco Santos o Kenneth Cook (y seguro que me dejo alguno). En todos estos casos, mi entusiasmo por seguir indagando en sus respectivas obras ha ido en aumento, ¡qué suerte estoy teniendo! (Ja, ja, ja: NO. Con esta peña vas sobre seguro, quizá llegas un pelín tarde, pero sobre seguro: vas).
Os adelanto que «El embrujo de Shanghai» me ha encantado. Cada una de las tramas me ha provocado sensaciones e interés y, además, la manera en que las intercala y dosifica ha conseguido esposarme a cada una de ellas. Por otro lado, los personajes son muy entrañables y el retrato que se dibuja de la posguerra en Barcelona es una maravilla. Y, como colofón, el final de las historias es una bomba, vamos, que me ha flipao.
Juan Marsé: publicaciones póstumas
A la semana de publicar la reseña de «Últimas tardes con Teresa», nos despertamos con la penosa noticia del fallecimiento de Juan Marsé (Barcelona, 1933 – 2020), la verdad es que me dio un escalofrío. Una semana antes en la Wikipedia salía otra cosa. D.E.P. No me voy a repetir con detalles acerca de su vida, aunque si os causa curiosidad «aquí» podéis ir a ese apartado de la entrada.
Lo que sí es novedad para todos (para los que le siguen desde hace tiempo y para los que, como yo, acabamos de aterrizar en su universo) es que la editorial Lumen ha publicado «Notas para unas memorias que nunca escribiré» tras la muerte del autor. Este libro recoge un diario que llevó en 2004, junto a otras notas y escritos inéditos del autor. Por lo visto raja de política, literatura, escritores, periodismo o de su vida cotidiana. También incluye bocetos de relatos, poemas o dibujos suyos.
No obstante, como soy de las que acaba de conocer al autor creo que continuaré indagando en su obra primero. Me molaría que el próximo fuera «Rabos de lagartija» pero a ver qué me encuentro cuando me acerque a la librería de segunda mano (que casi siempre hay algo de Marsé). Más adelante ya tendré tiempo de inmiscuirme en su faceta más privada, la del ser humano / escritor. ¿Qué hay de él en sus personajes? ¿Qué habrá de Daniel en Marsé?
«Lo único que me gustaba, además de leer y dibujar, era vagar por el barrio y el parque Güell».
El embrujo de Shanghai y otros cuentos
Esta novela se compone de varias historias paralelas que se entrelazan. Por un lado, la vida del barrio, el aquí y ahora: donde se encuentra el joven Daniel —narrador principal de la historia— que hace de lazarillo al anciano quijotesco Capitán Blay. Por otro lado, la vida que transcurre en La Torre de Susana: una niña enfermiza que adora Daniel y cuyo padre es un maqui, fugado, desaparecido y lejos de casa. Y por último, con la llegada de Forcat, amigo de Kim (el padre de Susana), se abre la tercera vía. Este se convertirá en narrador para trasladarnos las aventuras de Kim en Shanghai.
«Horas después, cuando Susana hubo merendado su gran vaso de leche y su bocadillo y los hermanos Chacón llegaron de visita con sus bolsillos llenos de eucaliptos y sus fajos de tebeos y noveluchas atadas con cuerdas, desde la mágica y silenciosa galería ya encendida por el sol de la tarde volvíamos a viajar cogidos de la mano hacia la luminosa terraza del apartamento de Chen Jing Fang con vistas de los muelles y del río Huang-p’u, bajo la mirada estrábica de Forcat y al con juro de su voz».
Por tanto, en «El embrujo de Shanghai», Juan Marsé consigue atraparte en tres escenarios distintos: un barrio de la Barcelona de la posguerra, con sus vecinos y sus problemas; una historia familiar, la de Susana, con una madre taquillera de cine algo atolondrada y un padre maqui desaparecido; y Shanghai, donde tiene lugar la aventura de Kim, que incluye nazis y gente chunga.
Personajes pintorescos en Barcelona y Shanghai
Los personajes de esta historia resultan bastante pintorescos todos. Los primeros en hacer aparición son Daniel y el Capitán Blay. El primero será el narrador, un chaval al que dicen que se le da bien dibujar y quien se encarga de ayudar (acompañar) al Capitán Blay (mi preferido e imagino que el de la mayoría). Blay es una especie de Quijote con la mente fragmentada en pedazos a raíz de la guerra, autoproclamado salvador del barrio. Un personaje «empecinado y loco, pero no tonto ni ciego».
Por otro lado están Los Chacón y Susana, todos de la edad de Daniel. Los Chacón son un par de hermanos algo golfillos y traviesos, que custodian la casa de Susana en sus ratos libres (que son muchos). Daniel conocerá a la enfermiza Susana gracias a la insistencia del Capitán para que le haga un retrato con el que se demuestre los daños que provoca la industrialización y modernización que está teniendo lugar en el barrio. La relación de Daniel —y sus hormonas— con Susana mola mucho.
En el grupo de «los adultos» principales están: la madre de Susana (Ana), Furcat (el amigo del padre que aparece en escena) y el desaparecido Kim. Y, por último, están los personajes que intervienen en la narración de Furcat sobre las aventuras de Kim en Shanghai: Michel Lévy, el colega francés de Kim; Chen Jing Fang, la esposa de Lévy; Omar el presunto nazi, etc.
«El embrujo de Shanghai»: retrato social y cuentos chinos
No cabe duda de que esta es una gran novela. No sé si elegir Shanghai como localización de las aventuras de Kim tenía la intención de que podamos definirlo como un «cuento chino». Más allá del que cuenta Furcat (cuando consigue que te sientas como Daniel, Susana y Los Chacón: pendiente del cuentacuentos), toda la narración está envuelta en un halo de mentiras y desengaños personales, políticos y sociales.
«El embrujo de Shanghai» cuenta con una buena presentación, unos cuandos nudos interesantes y —sobre todo— unos grandes desenlaces. No voy a destripar ningún detalle en cuanto al argumento, más allá de lo que ya haya podido desvelar, porque merece la pena dejarse sorprender por este. Pero, os aseguro que no le sobra ni una página y que tiene finales bastante apoteósicos para algunos personajes.
Me reafirmo en mi gusto por la(s) formas(s) que tiene de narrar Juan Marsé. Esta obra quizá me haya parecido menos «compacta» que «Últimas tardes con Teresa», donde la cabeza del Pijoaparte funcionaba a velocidades de vértigo, lo que se trasladaba al estilo empleado. En este caso, Daniel y Forcat (principales narradores) discurren de forma más tranquila y te permiten coger aire mientras lees.
En resumidas cuentas: como os decía, me ha flipao. Es una novela apta para todos los públicos (incluidos los más jóvenes) que tiene un argumento divertido, comprometido e intrigante. Además, el retrato socio-político que dibuja Marsé con tanta maestría es para disfrutarlo. Y no, no he visto la película de Trueba de 2002, aunque lo mismo me animo (sin esperar que me guste ni la mitad que el libro). Lo que sí que es seguro es que continuaré ampliando mi biblioteca con más libros del barcelonés.
Fragmentos de «El embrujo de Shanghai»
Intervenciones del capitán Blay
«—Es usted un botarate y un mentecato, señor mío —les respondía el capitán a través de la puerta. Y luego en la calle se lamentaba:
— La mierda les llega al cuello y no se quieren enterar. Seguro que este desgraciado es adhesivo al Régimen…
—Querrá usted decir adicto, capitán.-
—Quiero decir lo que he dicho, mocoso. Los hay adictos y los hay tan caguetas y pusilánimes que ni si quiera llegan a eso y se quedan en adhesivos. Y encima, gaseados».
«—Este hombre parece muerto -dije cuando nos alejamos de allí.
—Y eso qué importa -dijo el capitán-. Los muertos aprenden a vivir enseguida, y mejor que nosotros».
Otros (contexto socio-político)
«Anita, la madre de Susana, tiene por aquel entonces veintiún años, había venido de un pueblo de Almería para servir en una casa de señores siguiendo los pasos de una prima suya, que después acabaría de corista en el Paralelo. Estamos en los primeros años treinta y se pasan apuros, chaval, el Kim trabaja en lo que puede y desempeña diversos oficios, menos el suyo: fue vendedor de molinillos de café y de navajas de afeitar, gerente de un gimnasio, agente de artistas de varietés, policía secreta de la Generalitat y finalmente representante de una marca alemana de proyectores para cabinas de cine, actividad ésta que le permitió viajar por toda España y le dio mucho dinero».
«Verás entonces, si es que te pones a pensar en ello, que lo que has dejado a tu espalda no es sólo la interminable derrota y tantas ilusiones perdidas, no sólo los camaradas muertos sino también los que aún han de morir, intrépidos e imprudentes muchachos de Toulouse y de otros puntos del sur de Francia que fatalmente volverán a cruzar la frontera empuñando las armas con la misma loca determinación que te empujó a ti un día, y verás derramada la sangre pasada y la futura, la que ya está encendiendo las venas de otros hombres, y pensarás seguramente en el Denis y en su Carmen intentando también ser felices en algún rincón de Francia, y recordarás a Nualart y a Betancort y a Camps pudriéndose en la cárcel o quizá fusilados, en tantos sacrificios inútiles que jamás quedarán registrados en ninguna parte, tanta generosidad y tanto coraje que al cabo no remediará nada ni beneficiará a nadie, y quién sabe si se acordaría también de mí y mis arduas falsificaciones, aquel pobre Forcat siempre con los dedos manchados de tinta, este muerto regresado a la ciudad de los muertos…»
«El sentimiento de la clandestinidad, según yo mismo habría de experimentar años después, es un complemento de los sueños y conforma un estilo, una manera de estar ensimismado e incluso una forma de coquetería».
Esta super interesante, me apuntare a leerlo. Mil gracias
Pues ya nos contarás qué te ha parecido. Aquí te esperamos con los brazos abiertos. ¡Gracias a ti!
Buena pinta. Gracias
Gracias a ti por comentar!