Cosecha roja / Dashiell Hammet

Portada de Cosecha roja, de Dashiell Hammet. 4ª reimpr. 2020. Traducción: Fernando Calleja.
Portada de Cosecha roja, de Dashiell Hammet. 4ª reimpr. 2020. Traducción: Fernando Calleja.

Hoy traigo la reseña de un libro que sirve de ejemplo perfecto de novela negra, por un lado, y de traducción con olor a natfalina, por otro. Hablo de Cosecha roja, de Dashiell Hammet, y en concreto de una edición de Alianza editorial (reimpresión en 2020) con traducción de Fernando Calleja.

Hammet es uno de los representantes originales del género, de los que abrieron camino a miles que vinieron después. Aunque no hayáis leído nada de él y ni os suene el nombre, estoy casi segura de que la película El Halcón maltés sí que os suena: pues está basada en una novela homónima de Hammet. La verdad es que Cosecha roja me ha molao bastante, pero creo que con una traducción más actual, que no parezca escrita por la redacción del NO-DO, me habría encantado.

«—Sabe usted lo que es el mundo. Ya sabe lo que son estas cosas. Hay que prestar oído a lo que dice éste, el otro y el de más allá. Que un hombre sea jefe de Policía no quiere decir que mande él. Pudo ocurrir que usted supusiera muchas complicaciones para alguien que puede suponérmelas a mí. Es igual que yo crea que es usted un barbián. Yo tuve que ponerme del lado de los que se ponen del mío. ¿Comprende lo que quiero decir?»

¿Quién es Dashiell Hammet?

De Photographer unattributed; published by Knopf - High-res scan via Twitter. Cropped at a 5:4 ratio toward his head and upper body, retaining the dramatic shadow cast on the wall., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=85737932

Dashiell Hammet nació en 1894 en Maryland, y fue un escritor y guionista que, antes de todo eso, trabajó como detective. Su experiencia marcó, sin duda, el rumbo de sus futuras creaciones a raíz de su aparición en la revista pulp, Black Mask.

«Parece que tienes una habilidad especial para inspirar a tus amigos ideas asesinas».

Destacan dos de sus personajes: el agente de la Continental (cuyo nombre desconocemos, protagonista de la historia que nos ocupa) y Sam Spade (protagonista de, entre otras, El halcón maltés, interpretado por Humphrey Bogart en la película de 1941, dirigida por John Huston).

Ambos están cortados por un patrón semejante (tipos solitarios que se mueven e investigan en ambientes oscuros) y que siguen la estela de Race Williams, el detective de Carroll John Dally. Aquí están algunos de los gérmenes del hardboiled.

Sin embargo, a pesar de marcar tendencia, Hammet no estuvo demasiado tiempo en el juego de la escritura. Su primera novela fue publicada en 1929 y la última en 1935, a partir de ahí se dedicó principalmente al activismo político (aunque siguieron apareciendo colecciones de relatos suyos). Falleció en 1961.

Cosecha roja: el detective, los malos, la femme fatale

Cosecha roja contiene todos los ingredientes clásicos del género negro. El protagonista es el agente de la Continental, un detective que trabaja para una agencia pero que, en general, se las apaña solo. La novela se desarrolla en Personville, hacia donde se desplaza desde Los Ángeles porque ha recibido un encargo.

El director de los dos periódicos más importantes de la ciudad (e hijo de uno del empresario más poderoso) solicita sus servicios. Sin embargo, la cita no llega a producirse al ser asesinado su futuro cliente. Como «donde una puerta se cierra, otra se abre» ahora será el maleante empresario padre del difunto quien lo contrate para averiguar quién mató a su hijo y, de paso, acabar con los criminales más punteros de la ciudad.

Así, nuestro agente de la Continental irá destapando y urdiendo un plan para desenmascarar a los capos y poner fin a su vida delictiva, o a su vida simplemente. Como en todo clásico negro que se precie tampoco podían faltar ni los tiroteos ni la femme fatale de turno (Dinah), que acompañará y dará luz al detective en ciertos momentos. ¿Conseguirá su propósito entre tanto gánster?

«—Tienes cara de estar cansado —me dijo cuando entré detrás de ella en el cuarto de estar—. ¿Has estado trabajando?

—Asistiendo a una conferencia de paz de la cual deben resultar por lo menos una docena de asesinatos».

Cosecha roja: cómo una traducción puede joderte una novela

Aquí viene la parte traumática de la experiencia. JO-DER. Según los datos que constan en la BNE sobre la obra de Hammet, esta traducción de Fernando Calleja data —por lo menos— de 1967, cuando publicó la novela Alianza. No iba nada desencaminada en lo de que parecía que había metido mano la redacción del NO-DO. Ya les vale a los de Alianza Editorial… Anda queee, seguir utilizando la misma traducción más de medio siglo después, tiene delito. Hay algunas palabras y expresiones que consiguen hacerte dudar, ¿estás leyendo una novela de gánsters con pistolas y criminales o El libro del buen amor? En serio, un auténtico desastre.

Lo que ha conseguido esta traducción es que no me llegue a tomar en serio la novela. Supongo que cuando lees y te das cuenta de que el lenguaje no te encaja con los personajes y las escenas, no terminas de ponerte en situación y sentirte un observador más. Cada vez que alguna palabra te choca, te saca de la trama y te trae de vuelta al mundo real, te suena a chiste. A CHISTE. Y es como cuando ves una película de serie Z, que te descojonas de lo malos que son los actores y los efectos, pues lo mismo. Aunque tuviera una trama de flipar, siempre me fijaría más en las chapuzas. Algo parecido me ha ocurrido con esta novela.

Así que luego ni digáis que no os he advertido: leed Cosecha roja, leed a Hammet, pero que no se os ocurra hacerlo con esta traducción. Hay una edición de RBA con traducción de Eduardo Iriarte que es de 2012 y estoy segura de que, así, os saldrá mucho mejor la jugada que a mí.


Algunos fragmentos de Cosecha roja

«El hombre gris no creía que yo tuviera derecho alguno al carnet que le había mostrado, ni al que había aludido. No creía que yo fuera un buen elemento del Sindicato. Como supremo mandamás del IWW en Personville, juzgaba estar obligado a averiguar quién era yo, y a no hablar de asuntos subversivos en tanto que procuraba enterarse».

«—Hablaste demasiado, muchacho. Demostraste demasiados deseos de abrirme toda tu vida como un libro. Es una característica corriente de los criminales aficionados. Siempre tienen que exagerar su franqueza».

«—¿Para qué has traído ese picahielo?

—Para hacerte ver las cosas que se me ocurren. Hace dos días, si se me ocurría pensar en él, no era para mí más que un buen instrumento para arrancar pedazos de hielo.

Pasé el dedo por la hoja acerada, de medio pie, que acababa en una punta muy afilada.

—No es malo para dejar a un hombre cosido a su ropa. Así me funciona la cabeza. No puedo ver ni siquiera un encendedor sin pensar en llenarlo de nitroglicerina para que lo use alguna persona que me resulte poco simpática. Ahí, en la calle, delante de tu puerta, hay un trozo de alambre de cobre, delgado, flexible y lo bastante largo para rodearle a uno el cuello y dejar dos cabos para agarrar. Me ha costado mucho trabajo no cogerlo y metérmelo en el bolsillo… por si acaso».

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