Vale ya de infancias, vamos a cambiar de palo.
Hace unos meses me leí Ciego de nieve. Traficando con cocaína, de Robert Sabbag. Me lo pillé solo por el título y la edición, de cuando más molaba Anagrama. No tenía ni idea de qué iba ni tampoco de que lo había reeditado Capitán Swing (misma traducción que Anagrama, de J.M. Álvarez Flórez y Ángela Pérez).
Todo dios conoce a Toni Montana, ¿pero cuántos a Zachary Swan? Este libro, publicado en 1976 y que está caballo entre la crónica periodística y la novela, habla sobre su trayectoria profesional como narco de Nueva York durante los años sesenta. Zach no sale de ningún gueto, lo que pasa es que le gusta ponerse, y se da cuenta de que con el perico hay negocio. Es un tipo listo e ingenioso, así que utiliza distintas técnicas para mover e introducir la coca en Estados Unidos. Los métodos que utiliza son de lo más variopintos y cada vez más sofisticados. Un tipo listo el Zachary, un pionero.
Tengo que confesar que de las 288 páginas de Ciego de nieve igual sobran 10 o 20, Sabbag se viene arriba con datos y más datos (a mí me habría servido un resumen). El resto del libro sí que te pide seguir leyendo, estás deseando saber qué se le ocurre hacer ahora al espabilao de Zachary, qué nuevo país va a «conquistar» y qué pasa con Vinnie el Pirata o los Mickeys (el bueno y el malo). Tramas como estas solo tienen dos finales posibles, no os digo cuál de los dos toca, pero sí diré que me mola mucho el final.
Está guapa, la historia es mazo curiosa e interesante, me encantan las descripciones que va haciendo de las ciudades y países —años sesenta— que visita por motivos laborales. Aunque tengo que confesar que me costó al principio entrar en la movida por la forma en que está escrito por Sabbag. Hay momentos en los que se me atragantó un poco. «Menos es más», Robert, recuerda.
Aun así, leer Ciego de nieve ha merecido la pena, le pondría un notable. Saber de Zack (no Morris) y su historia ha sido un puntazo. Si te molan los libros sobre traficantes, aquí tienes uno ambientado en los 60 con el que flipar.
¿Realidad o ficción? (Nota de Sabbag)
En todos los sitios pone que es un personaje real, pero la verdad es que tengo mis dudas. Me parece tan raro que existiera y que se conozca tan poco, que no termino de creérmelo.
Supongo que no debo ser la única y por eso el libro trae al final una Nota del autor:
«Se empezó a trabajar en este libro en el invierno de 1974, en la ciudad de Nueva York, y no se acabó la tarea hasta que se entregó el manuscrito terminado en la primavera de 1976. Gran parte del tiempo se dedicó a un proceso de destilación: a separar la verdad de la información destinada a encubrirla o a suavizarla. Los hechos, tal como surgieron, se estructuraron en ruta entre la ciudad de Nueva York, una granja de verduras situada al suroeste de allí, el distrito Inner Sunset de San Francisco, los arrabales de Long Island y la capital y ciudades costeras de Colombia. La historia que surgió debe su validez intrínseca al escepticismo inicial del autor y a la fe básica que depositaron en él aquellos cuya historia se relata. Como le ofrecieron lo que le ofrecieron confidencialmente, el autor no puede dar aquí las gracias a muchos de ellos, ni dárselas, por razones similares, a los otros que le ayudaron a conservarse vivo y fuera de la cárcel cuando llegó a correr peligro. Hay también otros cuyos esfuerzos, aunque menos arriesgados, fueron igualmente esenciales para la consecución del libro».
Otro fragmentos de Ciego de nieve. Traficando con cocaína
«Billy Gaviota era un marinero del Hotel Caribe. Si le necesitabas, y era frecuente que se le necesitase, le podías localizar en la dársena del hotel. Si no estaba allí trabajando, podías encontrarle en cualquiera de varios lugares del hotel, estableciendo uno u otro tipo de contacto o esperando que lo establecieran con él. Billy era un promotor, un proveedor. Era el hombre a quien había que ver en el Caribe. Sabía lo que pasaba, dónde, cuándo, y quién hacía que pasase. Soy Billy Gaviota. Si necesitas algo, acude a mi. Yo me encargaré. Soy honrado. Recibirás un buen trato. Si necesitas una mujer o algo para fumar, dímelo. Esmeraldas, coca, yo me ocuparé. No tienes más que preguntar por Billy Gaviota».
«Harlem: la calle. Era en la calle donde estaba empezando a suceder todo. Era donde estaba haciéndose dinero. Era donde se estaba ganando respeto. Era en la calle, y por su influencia en la calle, donde se medía el hombre. En las calles de Harlem, y sólo en las calles, según Brown, un hombre podía conseguir… status. Y status, el predeterminante de… respeto… amigo… no era algo que ganaras trabajando para otros. Si eras capaz de conseguir un trabajo, y viniendo de Harlem tenías muy pocas posibilidades, no ibas a encontrar uno que te diese para pagar mucho más que el alquiler. Si te daba para el alquiler, Wall Street quedaba muy lejos; haría falta algo más que el Broadway Local* para que pudieras llegar allí. Así que no podías hacer de veras dinero legalmente. Y no ibas a hacerlo vendiendo lotería ilegal para otro. Ni traficando con género robado… para otro. Toda esa palabrería de rateros y lo de hacer de chivo expiatorio era para perdedores y yonquis: negocio propio, ganancias de capital… esto es un negocio, amigo… es lo que proporciona coches y equipo cuadrafónico… aprieta el culo, Jack… no seas tonto… tienes que mirar por ti… ¡mismo! Y si ibas a tomar la iniciativa, tenías que utilizar las herramientas que tenías a mano… echa un vistazo alrededor, amigo… tú te criaste en esta calle… sabes dónde están los billetes. Y cuando empiezan a entrar los billetes, no te pones a pensar cómo evitar impuestos… hermano… los luces, que brillen. Ropa, coches, zapatos, mujeres, joyas… poder… y cocaína. Mil dólares onza… ma-món».
*Broadway Local: línea de metro que comunica Harlem con Wall Street (Nota del T)
No es mi tipo de lectura, pero gracias.
Lo leí hace tiempo, lo que más me gustó eran las triquiñuelas para introducir la droga que, como bien dices, muchas veces suenan a ideas de café que posiblemente no se pusieron en práctica.