Perorata del apestado / Gesualdo Bufalino

Portada de WPerorata del apestado" de Gesualdo Bufalino. De fondo, flores.

Bufalino y su «Perorata del apestado» (no cofundir con «Confidencias de un apestado«) lleva entre mi colección muchos años, pero estaba ahí, a medias, en su día tuve que dejarlo porque me pareció demasiado espeso. Sin embargo, una década -como poco- después, me lo he leído del tirón: claro ejemplo de que algunos libros requieren su momento. Así que vamos a por la reseña.

Introducción al autor y reseña

El autor, Gesualdo, fue profe la mayor parte de su vida, publicó esta novela siendo ya sexagenario y se convirtió en todo un éxito. De tintes autobiográficos, relata la historia de un joven (cuyo nombre no se menciona en toda la novela) que está ingresado en un sanatorio de tuberculosos (Conca D’Oro) cerca de Palermo (el autor también estuvo ingresado después de volver de la II Guerra Mundial).

Ahí, en el sanatorio, conoce a Marta, otra enferma del pabellón femenino y se enamora de ella (o algo similar). Los sentimientos que emanan de nuestro prota son abrumadores pero, al fin y al cabo, ahí nadie sabe cuánto va a sobrevivir.

Los centenares de radiografías estaban a la vista, con los nombres escritos por orden alfabético en el exterior de cada sobre. Me apresuré a elegir dos. Cuando volví a mi habitación, las levanté contra la luz. Hábil como había llegado a ser en descifrar las más mínimas apostillas del mal, bastó una mirada para horrorizarme. Aquel mediodía no bajé al refectorio, sino que me arrojé de bruces sobre la cama para comparar prolongadamente, emparejados sobre la misma almohada, mis abscesos y los suyos, y para medir, como un geógrafo de Escandinavia, cada sinuosidad y cada laguna en cualquier lugar donde sintiera latir una ráfaga más negra venida de más lejos.

Con un lenguaje extremadamente lírico, el autor nos irá mostrando algunos personajes que conviven con nuestro prota (como el Doctor, que tampoco tiene desperdicio) y sobretodo, las conversaciones y reflexiones que tienen lugar entre esas paredes con olor a muerte. Temas como los recuerdos, la vejez, la vida y la muerte, están constantemente presentes en la novela.

Ya que no cabe duda de que mi historia era un cuento de aquéllos de «érase una vez», bastaba dormirse para dejar de creer en él y restablecer la equidad de la vida, al otro lado del telón. Sí, ahí estaba el secreto: escapar dentro del sueño y alojarse en él, anidar dentro de él, como quien se pone un jersey viejo. Que permanecieran fuera los demás, así como su salud, sus encías rojas, los pasos que van no se sabe dónde y quieren no se sabe qué. Y que dejara de una vez el corazón de percutir como un martillo, el metrónomo de la gota de torturar, en el lavabo, al zángano caído patas arriba del marco de porcelana.

A destacar

Me gustó mucho una de las conversaciones en la que el prota trata de convencer a Marta de «disfrutar los días que les quedan» (a sabiendas de que el fin de ella está más que claro -y cercano- probablemente). Esta le responde desde el punto de vista de un fantasma prácticamente. Desde luego, una «sentencia» como la suya no debe ser fácil de gestionar.

En tal caso intentemos dar un sentido a nuestra sentencia. ¿Un sentido? exclamó–. ¿Un sentido a una violencia?. Yo sólo sé que sufro una violencia que peor no hay. Tenía una vida, un rostro. Me quitan éste y aquélla. Mi rostro era mi juguete favorito. Y jugaba con los cabellos, con los coloretes. Incluso ahora me paso horas maquillándolo, aunque ya no lo sienta como mío, sino de una que me quiere mal, como a los trece años, cuando me vino la sangre por vez primera, qué historia de hemorragias mi historia… Me lo maquillo, cómo no, y me siento en la galería, a contemplar, más allá de la verja del parque, la carretera por donde pasan hombres. Si tú vieras, en mi armario, cuántos trajes de noche, que tiendo sobre la cama, cuando estoy sola. Fláccidas armaduras vacías en las que se oye a veces crujir el espectro de la Marta que las habitó.

La verdad es que te hace reflexionar bastante, solo con imaginar lo que debe ser estar encerrado en lugar como aquel (con la de la guadaña a la vuelta de la esquina) es estremecedor. Lugar donde, a falta de vida propia, lo que primordialmente mueve a la gente son sus recuerdos y el presente. Poco caso prefieren hacerle al futuro.

¡Pero estamos vivos! En este instante estás vivo. Mira como te grita la luz en las pupilas. Estás vivo y ¿no es maravilloso? Aquí y ahora, en el agujero de aire que llenas con el volumen de tu cuerpo, y que tú eres el único en poseer en el universo de los universos, ¿no eres acaso Dios? ¡Este es el milagro, éste es el misterio!…

Como podeis ver en los extractos, no es libro fácil de leer, el lenguaje es bastante enrevesado. Entiendo que en su día no pudera leérmelo.

Instrucciones de uso

Para mi sorpresa, esta edición de Anagrama, después de la novela en sí incluye unas «Instrucciones de uso» que escribió Bufalino como aclaraciones para sus amigos. Finalmente decidió pubicarlo como ayuda para todos sus lectores. En este anexo el autor incluye un glosario de términos o de referencias artísticas presentes en el texto, una guía-índice de los temas tratados, explicaciones sobre los personajes y sobre las técnicas de escritura empleadas. Vamos, que te viene dado el comentario de texto: es el mismo autor el que te analiza el libro.

La verdad es que la parte del glosario casi me hubiera gustado leerla primero, no sabía que venía esta guía al final. En cuanto al resto, lo he pasado por alto bastante. Creo que no me termina de gustar que se incluya, es como dejar tu novela desnuda, coartar las intepretaciones de los lectores, etc. Frente a un «me lo he leído y no me he enterado de una mierda» sí que puede ser útil, lo que pasa es que no entiendo que alguien lea sin comprender lo leído y siga adelante a lo kamikaze. Ese fue el motivo por el cual dejé este libro a medias la primera vez, no me estaba enterando de nada. Tampoco me gusta nada la imagen de la portada de Anagrama, la verdad, yo habría elegido algo menos tétrico (que es la sensación que a mí, al menos, me transmite).

Conclusiones

En fin, que «Perorata del apestado» es una novela no apta para todos los paladares. A muchos puede resultarles demasiado densa y enrevesada -en esos casos bien pueden hacer uso del manual que incluye el autor tras la novela- y otros probablemente la disfruten mucho e incluso les entren ganas de ponerse a recitar en voz alta dirigiéndose a un público (existente o no).

Yo me he quedado a medio camino, me han gustado muchas de las reflexiones, la historia de Marta y nuestro prota y cómo consigue inspirarte un estado de ánimo u otro como si nada (vitalidad, derrotismo, esperanza, miedo, etc.). Sin embargo, demasiada lírica para mi gusto, aunque no tanta como para haberlo tenido que dejarlo a medias (hoy por hoy).

Despues de este ya tengo preparada una novela ligera para contrarrestar los efectos secundarios de Bufalino: «Historia de una maestra» de Josefina Aldecoa. ¡Qué ganas de contároslo en la siguiente reseña!


Es cierto, y lo he experimentado al envejecer, que en cada existencia, incluso la más secreta, se esconde un germen de ficción y de alegoría. Pero entonces yo sabía esto sólo por los libros, era poco más que un muchacho, y en la vida me movía a tientas, con las manos ciegas de quien, cuando se produce una avería de la luz, busca inútilmente en los muchos cajones de un mueble un pedazo de vela olvidado.

Un comentario en «Perorata del apestado / Gesualdo Bufalino»

  1. Me impresiona que puedas retomar un libro que en un principio no te convenció, yo sería incapaz. Eso es que eres una persona que disfrutas con la lectura y no solo lees, sino profundizas e insistes y no te gusta que el libro pueda contigo.
    Impresionante.

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