Poquito que decir, me temo, pero al menos quedan los fragmentos. Momentos de oro en los que el colega Sócrates se explaya y llega a conclusiones haciéndoles la picha un lío a los otros. Pero perfectamente justificado. Supongo que si le dijera a mis ex-profesores que, una vez habiéndome leído estos Diálogos, me recordaban a Sócrates, se pondrían a hacer palmas con las orejas. Qué cabrones. Especialmente recuerdo al último, cuando estaba con la carrera. Éramos cinco pringaos en clase y a mí me gustaba darle bola al tío. Es muy chungo cuando habiendo sólo 5 alumnos haces una pregunta y ninguno te responde o miran al suelo. Además, al tío se le veía que le molaban los jóvenes (¡Ojo! No del mismo modo que le gustaban a los hombres de la sociedad griega de aquella época) y hablar con ellos. Tal y como hace Sócrates con los jóvenes, el hacerles descubrir sus pripias contradicciones e incitarles a llegar a concluisones coincidentes con su propia versión del asunto.
Marearte, vamos. Que siendo el autor que fuera, acababas llegando a la misma conclusión que dicho autor mediante deducción. Bueno inducción. Inducida por sus preguntas. Lo bueno del asunto es que, para hacer eso, tienes que (a parte de tener mente rápida) dominar la materia, para saber qué argumentos utilizar para que quede completamente justificado. La verdad es que es una forma de enseñar excelente. Se te iban quedando los autores y sus teorías.
Obviamente, no es lo mismo que ocurre en los diálogos, dado que los temas que se tratan son totalmente abstractos y no pueden considerarse como históricos, como era el caso en las clases de filosofía. Las clases consistían en un profesor que se ponía en el papel de todos los filósofos para hacer comprender al alumno utilizando el método pregunta-respuesta.
Como si considerara que el conocimiento fuera más bien un reconocimiento. Que en vez de aprender, recordamos. Así es como piensa Sócrates y lo menciona, entre otros, en «Fedón, o de la inmortalidad del alma» en una conversación con un tal Cebes.
En esta edición los diálogos que aparecen son:
- Gorgias, o de la retórica.
- Fedón, o de la inmortalidad del alma.
- El banquete, o del amor.
Una de las divisones que se hace de los diálogos establece cuatro épocas según la cronología y apoyándose en la influencia de Sócrates en su pensamiento. Como es sabido, y sino ya estoy yo pa recordároslo (guiño), no constan documentos escritos por Sócrates, sino que lo que conocemos de su filosofía es gracias a Platón, que fue alumno suyo. Y, como suele ocurrir, el alumno superó al maestro (o tomó otros derroteros, como prefiera cada uno verlo); esto pasa conforme Platón va haciéndose mayor, de ahí que la división sea principalmente cronológica.
Poco a poco va acercándose a la teoría de las Ideas. Que me encanta. La idea de caballo. La idea de mesa. Y así. Peeeeeero tampoco estoy aquí pa andar desarrollándola, asín que hasta aquí puedo leer. No es de lo que trata el libro, aunque se intuyen las pinceladas.
Para Gorgias el mayor bien es
Y después de un rato comiéndole el tarro al otro con todo esto, termina concluyendo con:
En este hay que destacar en primer lugar el contexto en el que se desarrolla el diálogo. Más bien tertulia, porque hay demasiada gente. La explicación de ésto es que tuvo lugar la noche en la que Sócrates estaba condenado a morir. En cuando se ocultara el sol debería beber el veneno de cicuta que le tenían preparado como condena. Así que ahí que van sus amigos para hacerle compañía en sus últimos momento (tal y como habían estado haciendo durante todo el tiempo que estuvo en prisión).
Les sorprende que ellos estén más afligidos que el condenado a morir, que parece que espera el momento con gozo. Y es que, como dice Sócrates, los filósofos se preparan toda la vida para ello. Se pasan la vida intentando desligarse de asuntos terrenales y en el único momento en el que creen que se puede conseguri por completo es cuando se muere. Mientras tanto, cualquier percepción depende de los sentidos.
Y, además, está convencido de la inmortalidad del alma. Lo prueba de cuatro maneras:
- La prueba de los contrarios
- La prueba de la reminiscencia
- La prueba de la simplicidad
- La prueba del principio vital
La segunda es a la que hacía referencia unos párrafos atrás, cuando sentencia que el conocimiento no es aprendizaje, sino recuerdo (y en algún lugar deberán estar dichos conocuimientos, ¿no?). En cuanto a las otras tres, me mola la del principio vital. Pero casi mejor que os remito a alguna página de expertos pa que lo expliquen, que lo harán mejor que yo.
En esta se disponen a explicar qué es el Amor. Cada uno con su concepción del mismo. Se dice de todo: que es un dios, que no es un dios, que es bello, que no es bello ni feo, que es bueno, que no es bueno ni malo, que es infinito, que no es finito ni infinito, y asín…
Para, al final, desembocar en las siguientes conclusiones (entre otras):
El amor se manifiesta en el deseo de perpetuarse (física/espiritualmente). También se le considera como el deseo de mejorar, de alcanzar placer y la felicidad; es decir, poseer el bien.
El deseo viene motivado por la ausencia de algo, y lo que se quiere es tenerlo, de ahí la idea de «poseer» el bien.
El siguiente párrafo representa bastante bien la visión de Sócrates sobre el asunto en cuestión.
En fin, que he cumplido con uno de mis eternos autores pendientes. Y ha merecido la pena, claro.
Ahora estoy con Montaigne, así que estoy de un moralista que lo flipáis.
Saluditos!
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«Soy de los que gustan de que se los refute cuando no dicen la verdad y de refutar a los otros cuando se apartan de ella, complaciéndome tanto en refutar como en ser refutado. Considero, en efecto, que es un bien mucho mayor el ser refutado, porque es más ventajoso verse libre del mayor de los males que librar a otro de él. No conozco, además, que exista mayor mal para un hombre que el de tener ideas falsas en la materia que tratamos.»
«Donde no median relaciones no puede existir la verdad»
«Quienquiera que espere a vivir feliz no tendrá más remedio, me parece, que buscar y ejercer la templanza y huir de la vida licenciosa tan lejos y rápidamente como pueda«
«La sabiduría es la única moneda de buena ley por la cual hay que cambiar todas las otras. Con ella se compra todo y se tiene todo, fortaleza, templanza, justicia; en una palabra, la virtud no es verdadera más que unida a la sabiduría, independientemente de las voluptuosidades, tristezas, temores y todas las demás pasiones; tanto, que todas las demás virtudes sin la sabiduría y de las cuales se hace un cambio continuo, no son más que sombras de virtud, una virtud esclava del vicio, que no tiene nada verdadero ni sano.»
Tengo ganas de "llegar" a Montaigne, ¿te has pillado el tocho de Acantilado con su obra completa? porque te puede dar una sobredosis de moralismo, jeje
¡Esos clásicos, que no decaigan!
jajajaja
No! Ví lo de la obra completa en una reseña cuando lo sacaron. Esa es la que son como 60 pavos, ¿no? De momento prefería ir tanteando… y la verdad es que es para plantearse pillar las obras completas.
El que estoy leyendo incluye 3 ensayos. "Sobre la vanidad", "Sobre el arrepentimiento" y "Sobre la amistad". La ed. se llama: "Sobre la vanidad y otros ensayos". Editorial Valdemar, Tapas blandas y Colección "Club diógenes" (mas que un club, hahaha)
5'71€ Casadellibro.es
Después de Montaigne toca uno que me recomendaron por aquí en la entrada de "Memorias de una madame americana",que es "Memorias de la Madama de Clay Street", de Pauline Talbor. Me costó encotnrarlo,a l final me lo mandaron de una librería de viejo :O
Bicos!!