Cartas desde el manicomio / Dario Džamonja

«Cartas desde el manicomio», de Dario Džamonja. Ed. Sajalín, 1ª ed. mar 2024. Traducción y prólogo de Marc Casals. Colección Al Margen, v.58

Esta es una de las lecturas más guapas de los últimos meses. Siendo un Al Margen, tampoco tendría que sorprenderme demasiado, pero es que estas Cartas desde el manicomio de Dario Džamonja me han requeteflipado.

Me he encontrado otro escritor atormentado de esos que tanto me gustan. Pero a Dario hay que añadirle la circunstancia de ser un sarajevés de pura cepa y que, por tanto, vivió en sus propias carnes la guerra de Bosnia a principios de los noventa. No es un bohemio angustiado más.

Dario (1955 – 2001) tuvo una infancia bastante jodida, entre suicidios y abandonos se tuvo que criar con su abuelo. No terminó la secundaria, se tiró pa la calle y empezó a beber y a juntarse con todos los golfos y hustlers que encontraba (integrándose a la perfección, todo sea dicho).

Aun así, en el tuto, ya destacó en lo de juntar letras. Todo orgulloso, les enseñaba las notas a sus colegas trileros: «Daba gusto ver lo ufanos que se ponían al hojear mi cuaderno de notas, sobre todo con los dieces en serbocroata e inglés». Según su colega la poeta Ferida Duraković «nació primero el escritor y luego su obra literaria». Estaba claro que escribir era lo suyo, y le dio de comer.

Durante su vida en Sarajevo, conseguía que le publicasen columnas o artículos en distintas revistas (también fue editor de una de ellas) y con eso iba tirando para terminar acodado en cualquier bar. Era exagerado lo que privaba el notas, se tomaba muy en serio ese rollo autodestructivo que hemos visto en muchos otros autores (que nos gustan).

Pero entonces comenzó el conflicto, y en 1993 casi palma con una granada. En ese momento es cuando se va a Estados Unidos (cuya literatura siempre admiró). Como muchos otros escritores, trabajó de lo que pudo para salir adelante; no era la situación ideal, pero al menos estaban ahí sus hijas. Sin embargo, seguía echando de menos su ciudad natal y terminó volviendo cinco años más tarde, porque prefería «morir como escritor en Sarajevo que como chef en Estados Unidos».

Lo clavó. Murió solo tres años después con el hígado destrozado y el corazón roto de tanto castigarlos.

Džamonja llegó a publicar ocho libros (salió otro par más después de haber fallecido), todos de cuentos o relatos. Por lo visto, se quedó con la espinita clavada de no conseguir escribir una novela. Y lo mismo le pasó con el guion cinematográfico, que se tiró escribiendo años uno, pero nunca lo terminó (Sueño en la palma de tu mano).

La obra de Dario tiene una base autobiográfica. En Cartas desde el manicomio se agrupan más de veinte pequeñas historias escritas entre el 92 y el 98, donde narra diversos capítulos de su vida durante esos años. Esta recopilación se publicó en 2001 por primera vez, el mismo año en que falleció. Molaría que esta gente de Sajalín nos sorprendiera con más material traducido.

NOTA: Si se aceptan peticiones, me pido el que tiene como título (según el traductor de Google, claro) Historias de mi calle.

Cuando lees a Dario sabes que estás ante alguien malherido y lleno de cicatrices, y que además no tiene ningún reparo en contarlo, ni intención de salvarse. Es un retratista del costumbrismo sucio, completamente enganchado (además de al alcohol) a su ciudad, un parroquiano más: el tío del barrio que siempre está en el bar y que resulta que es escritor. Y de los buenos.

La narración es sencilla y directa, no hay nada de relleno, todo el rato te está contando cosas. A veces suyas, a veces de otros, pero casi siempre consigue sorprenderte, tiene buenos giritos, es un cachondo. Consigue transmitir «las desgracias» pero al contártelo es como si te llevara de puntillas por encima, pa que tampoco te hundas en su miseria. Pero el tema es muy jodido y no siempre lo consigue. Habla de la soledad, de emigración, de paternidad, de buscarse la vida, de adicciones o de escritura; pero a esto hay que añadirle el telón de fondo que es Sarajevo y la guerra.

A Cartas desde el manicomio no le sobra ni un capítulo (te quedas con ganas de más). Los libros de relatos como este, que al terminarlos te dejan la sensación de haber estado dentro de una misma historia, me flipan. En el universo Džamonja se te ha pasado el tiempo volando, ves a través de sus ojos, sufres y te ríes. Realismo sucio superior.

«Como ladrones, los trileros no tenían rival, pero, con la experiencia en el rummy que yo había adquirido en la asociación deportiva, jugando a las cartas eran unos pollitos. Y aunque los desplumaba una y otra vez, se mostraban orgullosos de mí, porque era el único de la banda que había llegado al instituto. Daba gusto ver lo ufanos que se ponían al hojear mi cuaderno de notas, sobre todo con los dieces en serbocroata e inglés».

«Céntrate un poco, ¿no?

Me centro. Y yo, si me centro, es en una botella. Todo lo que me hace feliz me da ganas de llorar».

«Otra cosa no, pero al estar solo he desarrollado la capacidad de soñar lo que quiero. Lo que no quiero, ni siquiera permanece en mi memoria.

Ya sé que solo los imbéciles piensan en el pasado y que las personas inteligentes piensan en el futuro. Por eso estoy tumbado en la cama sin desvestirme, tratando de concentrarme para soñar con mis niñas. Como tengo fotos suyas, sueño su voz, su olor, su tacto…, todo lo que me falta».

«Me levanto con la peor resaca de mi vida, abundante en resacas. No puedo quitarme el hipo de encima ni siquiera con cerveza.

Pronto aparece Mujo y me pregunta:

—¿Se puede saber qué hiciste anoche con el detergente?

—¿De qué detergente me hablas?

—De las bolsitas que estaban sobre la mesa de la cocina.

Poco a poco voy haciendo memoria. Me he levantado durante la noche, he conseguido llegar con estruendo a la cocina y he visto unas bolsitas con un limón dibujado. Pensando que eran polvos de limón como los de Sarajevo, he vaciado un par en una jarrita y los he mezclado con agua… Pero resulta que eran muestras gratis de un nuevo detergente ‘con aroma a limón’ que Mujo había cogido del supermercado donde trabaja. Eso explica mi resaca infernal».

.

5 comentarios en «Cartas desde el manicomio / Dario Džamonja»

  1. Después de leerte a ver quién no busca este libro para leerlo. Gracias una vez más.

    1. Jajajaja, ¡¡muchas gracias a ti por seguir pasando por aquí!! (Con lo abandonaíto que lo tengo…, y qué ganas de contaros la razón).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *