Ayer estuve en la feria del libro, no la recordaba así. Hacía por lo menos cuatro o cinco años que no iba y la imagen que tenía era de casetas con precios iguales o superiores a los habituales en las tiendas. Peeero por aquella época todavía no le prestaba atención a las ediciones, así que ha sido un placer toquetear libros de editoriales humildes con calidades y precios que nada tienen que envidiar a las grandes editoriales. Más bien tendrían que aprender de ellas. Por no hablar de la selección de títulos. Cayeron tres libros. Y por supuesto irán apareciendo por aquí.
Y ahora, un poquito de teatro del que se lee en una sentada. ¿No me pedía brevedad el señor ciberwarro?
No sé, me lo compré en plan oferta y como un deber. Demasiadas veces había escuchado ese título como para no sentirme interesada en su contenido.
No os voy a engañar, de literatura inglesa (vale, vale, que era Irlandés, que yaaaaaaaaa) ando más perdida que el barco del arroz. Y, a Wilde puessss de oídas, por el renombre y eso. Hace poco se introdujo marcándose un cameo en una de mis lecturas, El inmoralista (Gide), porque eran coleguitas. Desconocía su biografía por completo, sólo me había quedado con lo de que estuvo en la cárcel por homosexual, y pa cuando salió se piró a Paris con todos los bohemios. Ahí debió de ser cuando se hizo coleguita de Gide… En cuanto a su biografía, con lo que sí que me ha picado la curiosidad ha sido con la obra que se publicó de forma póstuma: «De Profundis» y que fue escrita por él durante los dos años y medio de presidio.
«En la cárcel, Wilde escribió De profundis (1895), una extensa carta de arrepentimiento por su pasado estilo de vida. Algunos críticos la han considerado una obra extremadamente reveladora; otros, en cambio, una explosión sentimental muy poco sincera» (Fuente: El poder de la palabra http://www.epdlp.com)
Y volviendo a La importancia de llamarse Ernesto tengo que decir que me ha gustado, pero tampoco es que haya descubierto la pólvora con ella. Tantas veces que habré oído el título… para luego descubrir que se trata de enredo con tintes cómicos y el típico trasfondo social. Demasiado correcto. Eso sí, si llega a ser un libro de los que no se pueden leer de una tacada, otro gallo hubiera cantado. Menuda sosería, ajjajaja, madre de dios.
El enredo ya se deja entrever en el título, más en la versión original que en la traducción. La movida es que «La importancia de llamarse Ernesto» era originalmente «The importance of being Earnest». Earnest singifica «serio» en inglés, y se pronuncia igual que Ernest (Ernesto). Y he ahí el juego de palabras.
Los dos protagonistas se hacen llamar Ernesto ante las chavalas de las que andan prendados (a razón de una serie de invenciones que, como la mayoría de las mentiras, se van complicando y finalmente descubriendo), chavalas que han tomado la determinación de que únicamente pueden casarse con un hombre cuyo nombre fuera Ernesto (serio). Así comienza el lío: que si yo te quiero a tí y ..¿sólo me querrías con este nombre?… y que si no te puedes casar con mi hija, ni tampoco tu hijo con mi ahijada, y que si yo ya no quiero casarme contigo porque eres un mentiroso y no te llamas Ernesto, y que fíjate tú, que soy de clase alta y tú de pueblo, que vas de modosito y eres un desparramao, y que… ¡oye! ¡aivá la ostia! ¡qué sorpresa! que al final…..
Nooooooooooooooo…. nooooooooo me lo esperaba PARA NADA.
Me gustaría poner muchísimo más claro el resultado final del libro, pero eso ya sí que sería LA GRAN JODIENDA para aquellos que no se hayan leído la obra y tengan un mínimo interés. Me he cortado cacho, que conste. A pesar de que me preocupe por ustedes y prefiriera que se leyeran otra cosa en vez de esto… tampoco puede ser en plan de «u opinan ustedes como yo… o la puta al río». No, señores, esto no va así. Pero como recomendación: no se lo compren, vayan a una biblioteca una tarde, pídanlo en préstamo o ventílenselo en una sala de lectura. Que pa lo poco que dura y lo insípido que es, no me parece que compense.
Miren que no leo demasiado teatro, pero vamos, me quedo con los Álvarez Quintero, Beckett o Chèjov.
Para la próxima entrada ando con una novela que me deleita de sobremanera.
Saludos, ma friends.
PD: Sí, he disminuído el ritmo. La vida é azín, pero es que duermo poco, y luego en el autobús (a la ida o a la vuelta del trabajo, indiferentemente) se me entrecruzan las líneas y los párrafos…
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«ALGERNON.- De veras que no veo nada romántico en declararse. Estar enamorado es muy romántico. Pero no hay nada romántico en una declaración en toda regla. Sobre todo porque puede ser aceptada. Y creo que generalmente es lo que ocurre. Con lo que la emoción desaparece por completo. La esencia del romanticismo es la incertidumbre. Si me caso alguna vez, haré todo lo posible por olvidarlo.»
«ALGERNON.- Todas las mujeres llegan a parecerse a sus madres. Esa es su tragedia. Al hombre no le ocurre lo mismo. Y esa es la suya. Jack: ¿Eso es ingenioso? Algernon: Está perfectamente expresado. Y es tan absolutamente cierto como pueda serlo cualquier apunte sobre la vida civilizada.»
«ALGERNON.- ¿Qué haremos después de cenar? ¿Ir al teatro?
JACK.- ¡Oh, no! Me molesta escuchar.
ALGERNON.- Bien, ¿vamos al Club?
JACK.- ¡Oh, no! Detesto hablar.
ALGERNON.- Bueno, ¿damos una vuelta por el Empire a eso de las diez?
JACK.- ¡No, no! Me es insoportable mirar. ¡Es de tontos!
ALGERNON.- ¿Y entonces qué hacemos?
JACK.- ¡Nada!
ALGERNON.- No hacer nada es un trabajo muy penoso. No me siento dispuesto a un trabajo tan penoso si no tiene algún tipo de utilidad.»
«CECILY.- ¡Qué chico más romántico! (Él la besa y ella le acaricia los cabellos.) Supongo que las ondas de tu pelo son naturales, ¿verdad?
ALGERNON.- Sí, querida, con una pequeña ayuda ajena.»
«GWENDOLEN.- Si ese pobre muchacho se ha dejado coger en la trampa de alguna promesa disparatada, consideraré un deber mío librarle de ella sin tardanza y con mano firme»
«JACK.- ¿Y a este horroroso lío es a lo que tú llamas Bunburysmo, no es eso?
ALGERNON.- Sí, y Bunburysmo del mejor. El Bunburysmo más admirable que he visto en mi vida.
JACK.- Bueno, pues no tienes el menor derecho a Bunburyzar aquí.
ALGERNON.- Eso es absurdo. Tiene uno derecho a Bunburyzar donde se le antoje. Todo Bunburysta serio lo sabe.
JACK.- ¡Bunburysta serio! ¡Dios mío!» «
«JACK.- Gwendolen, es una cosa terrible para un hombre descubrir de pronto que durante toda su vida no ha dicho más que la verdad. ¿Puedes perdonarme? «
Saludos desde Colombia. Muy buena reseña. No he leído aún este libro, pero sí a Wilde, pero textos de orden político. Quería felicitarte por el blog que dejo desde ahora en mi lista de webs amigas y te invito a visitar el mio, que también es de reseña de libros.
El retrato de Dorian Gray, no está mal, pero un tipo que pide que le bauticen en el lecho de muerte, no me provoca ninuna simpatia.
Claro que sin él, Strauss no habría compuesto despues Salome.
Excelente post como siempre.
A sus pies.
Hola Katrina!
Lo que me he dado cuento con lo que escribiste es que resulta bastante difícil no recomendar un libro, o recomendarlo a medias, porque a fin de cuentas uno que lee siempre termina interesado. creo que principalmente se debe a que cuando se escoge poner pedazos de la obra con los fragmentos que más gustaron, entonces el que lee encuentra todo muy genial. en mi caso al menos lo encontré cómico y hasta ciertamente interesante, aunque claro, no muuuy interesante. pero tampoco hay que pedir demasiado, no?
un placer leerte como siempre.
saludos
Creo que el mérito de Wilde es haber sido el primero en sentar las bases de la comedia de enredo, algo de lo que estamos tan saturados que hoy en día nos suena a "ya visto". Al menos yo tuve esa sensación cuando leí El fantasma de Canterville (me recordó mucho a "Bitelchus").
Creo que algunas traducciones al español han intentado conservar el juego de palabras del título llamándolo "La importancia de ser Severo"…
Y eso del "bunburysmo"… jaja, me suena fatal, ¿habrá sacado de ahí el apellido "nuestro" Bunbury?
Bicos
De Wilde sólo leí, El retrato de Doiran Gray y El fantasma…y me resultó copado. De esta obra tengo una referencia, El hombre araña, cuando Peter va a ver su chica al teatro, ellos, los actores están representando La importancia de llamarse Ernesto.
No soy amante de la lectura de teatro, sólo el recuerdo de haber leía a Cocteua que me voló el marote. pero fallo con los griegos, los yankys, los alemanes etc
saludos
Mientras me lio un peta normalito y considero la posiblidad de aspirar el polvo del coche (los dos) seriamente, me paso por tu blog a ver que has leido de nuevo…La importancia de llamarse Manolo, ya ves; si Oscar levantase la cabeza seguramente estaria de acuerdo contigo, me lo apunto para no leerlo y me apunto ese De Profundis que da mucho morbo…me imagino al Oscar encerrado sin nada mas que hacer que cuidar su culo y escribir, por eso no tiene que estar mal y de lo que diga la critica ni puto caso como siempre que hay mucho ñoño por ahi.
Quisiera haber manoseado algunos libros de esos que dices por Madrid pero otras no pudo ser. Tu critica de hoy es breve y no da mas que una opinion dogmatica sin mucho argumento aunque yo me fio de ella, claro.
Salu2
Hola Katrina! Esta obra de Oscar Wilde fue escrita en la época en la que todos sus estrenos teatrales eran un éxito. Piensa en la época victoriana y comprenderás que el enredo de La importancia… era un soplo de aire fresco.
El paso por la cárcel le llevó a una fase de escritura algo más seria (De profundis es un ejemplo) y muy breve. Como resultado de su experiencia en la cárcel escribió La balada de la cárcel de Reading que, sin gustarme especialmente la poesía, aiempre me ha parecido de lo mejorcito que he leído.
Un abrazo solidario de alguien que también lee en autobús y en metro, los únicos lugares donde puedes encontrar un pequeño hueco.