Un poquito de Baudelaire.
Conforme al título se sobreentiende que no son poemas como tal, son escritos en prosa, así que tengo un poquito de perdón por leerlo traducido (si alguien tiene una edición bilingüe, la acepto encantada). En cuanto al libro, lo compré en la librería esa de segunda mano de la que ya he hablado anteriormente. Contenía en su interior una invitación de cumpleaños de alguien que, presupongo, tiene que tener bastante dinero, un tal José Manuel. Cumplía 60 años. La invitación tiene en la parte exterior un señor vestido de torero en cuya mano derecha sostiene el capote con el número 60 en medio y en la mano izqueirda una llave inglesa. ¿Sería fontanero?
Pero lo mejor viene dentro. En perfecto castellano se nos invia el 13 de Noviembre de 1999 a la «pequeña fiesta» que tendrán en «Hällam», Idenor, Suecia y pide contestación con suficiente antelación «para poder organizar acomodación y transporte». LA OSTIA. No conozco a nadie que celebre su cumpleaños a tantos kilómetros de distancia, joder. Tenía que estar forrao, y además ser generoso. Espero que le vaya de lujo a José Manuel. Ayer cumplió 70.
Actualización mayo de 2020: la invitación al cumpleaños sigue ahí. Además, me he fijado en un detalle en el que no reparé cuando escribí la entrada. En aquella época no tenía ex-libris y, probablemente, aún ni siquiera sabría qué era, así que poco me fijaba en las pistas de «anteriores dueños». Once años después me he percatado, de que el libro tiene la firma de José Manuel. Así que era de propio cumpleañero, probablemente.
Y vamos con Baudelaire…
Lo único que había leído hasta el momento eran Las flores del mal (¿y quién no?).
De temática tenemos para dar y tomar, con el denominador común del apego fiel a la realidad sin adornos ni edulcorantes que valgan.
“¡Déjame, naturaleza, hechicera despiadada, rival siempre victoriosa! ¡Deja de tentar mis deseos y mi orgullo! El estudio de lo bello es un duelo en el que el artista grita de espanto antes de ser vencido.”
La obra en sí viene precedida de una «Lecturaética de Poemas en Prosa» a cargo de un tal Enrique López Castellón. Como creo que ya he dicho en alguna ocasión, me molan estos prólogos, se aprende mucho de la vida yobra de los autores si tener que leerse su obra completa ni ser un experto en la literatura universal y sus diferentes corrientes. Lo malo es cuando se trata de una novela, que a veces si no te das cuenta y te pones a devorar líneas como un loco, resultaque te chafan el final de la historia, o más bien la historia completa al estar tan desmenuzada para su análisis.
Del prólogo extraigo un fragmento en el que Baudelaire expone el por qué de su negativa a aparecerer una obra colectiva sobre el Bosque de Fontainebleu que le ofrecieron:
«Querido Desnoyers, me pides unos versos sobre la Naturaleza, ¿verdad? Bosques, castaños gigantescos, prados, insectos, incluso el sol, ¿no? Lo siento, pero ya sabes que soy incapaz de enternecerme ante los vegetales y mi alma se revela ante esa nueva religión que siempre tendrá algo de shocking para alguien realmente espiritual, me temo. Nunca creeré que el alma de los Dioses habite en las plantas, y aunque allí habitara, me importaría más bien poco, pasando a considerar la mía mucho más preciosa que la de esas hortalizas sacralizadas” (jajaja, este tipo era un cachondo)
De aquí se deduce que Baudelaire no era, precisamente, lo que se dice un naturalista. Lo que no quiere decir que deteste la naturaleza, puesto que se trata de un objeto contemplativo para él, como todo aquello que estaba presente a su alrededor:
“¡Qué penetrantes son los atardeceres de otoño! Penetrantes, ¡ay!, hasta causan dolor. Pues hay ciertas sensaciones dolorosas cuyo carácter vago no excluye la intensidad; y no existe punta más afilada que la del infinito.”
La forma de vida contemplativa de los filósofos clásicos está presente en Baudelaire, para el que tanto el recogimiento:
“’Casi todas nuestras desgracias se deben a no haber sabido quedarnos en nuestra habitación’, dice otro sabio, creo que Pascal, llamando así a la celda del recogimiento a todos esos locos que buscan la felicidad en medio del barullo y en una prostitución que podría llamar fraternitaria*, si quisiera hablar el bonito lenguaje de mi época.”
como la soledad no son sino virtudes para aquellos que lo practiquen:
“El paseante solitario y pensativo obtiene una singular embriaguez de esta comunión universal. Quien se desposa fácilmente con la multitud conoce unos goces febriles, de los que se verá eternamente privado el egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, recluido como un molusco. Adopta como propias todas las profesiones, todas las alegrías y todas las miserias que le ofrecen las circunstancias del momento. Lo que los hombres llaman amor es algo muy pequeño, muy estrecho y muy débil, en comparación con esta inefable orgía, con esta santa producción del alma que se entrega por entero, poesía y caridad, al imprevisto que se presenta, al desconocido que pasa.”
En pocas palabras:
“Multitud, soledad: términos iguales e intercambiables para el poeta activo y fecundo. Quien no sabe poblar su soledad, tampoco sabe estar solo en medio de una atareada multitud.”
Y aunque la imagen que se pueda tener de él es de un tipo harapiento tirado en alguna habitación cochambrosa dándole al vino y al láudano,
“En este mundo estrecho, aunque tan lleno de hastío, sólo me sonríe un objeto conocido: la botellita de láudano; una amante antigua y terrible; como todas las amantes, ¡ay!, fecunda en caricias y traiciones.”
como un cínico aspirando a la vida de perros que aspiró Diógenes,
“¡Que se mueran todos esos parásitos tan pesados!
¡Que se vuelvan a su caseta acolchada con sedas! ¡Yo canto al perro manchado de barro, al perro pobre, al perro sin hogar, al perro vagabundo, al perro que hace títeres, al perro cuyo instinto, como el del mendigo, el del gitano y el del cómico de la legua, está maravillosamente aguijoneado por la necesidad, esa madre tan buena, esa auténtica patrona de las inteligencias!
Canto a los perros desdichados: a los que andan errantes y solitarios por las calles sinuosas de las ciudades inmensas, y a los que han dicho al hombre marginado guiñándole inteligentemente un ojo: ¡Llévame contigo, y puede que uniendo nuestras miserias consigamos una cierta felicidad!”
no es sólo eso. Mantiene la fe en la oración y es consciente de la bondad y maldad humanas
“Le habría perdonado fácilmente el deseo de disfrutar haciendo una mala acción; algo de lo que momentos antes creía capaz(…). Pero no le perdonaré nunca su cálculo estúpido. No hay excusa alguna para ser malvado, pero tiene cierto mérito saber que uno lo es; el vicio más imperdonable es hacer el mal por pura imbecilidad.”
La mujer: venerada y despreciada por partes iguales. Es como si admirara a la mujer como ente individual pero la odiara como grupo, sería lo más cercano al animal dentro del ser humano.
“¡Si supieras todo lo que veo, todo lo que siento, todo lo que oigo en tus cabellos! Mi alma viaja con el perfume como el alma de otros lo hace con la música.”
Versus
“Por muy poeta que sea, no soy tan tonto como crees, y si me cansas con demasiada frecuencia con tus afectados lloriqueos, te trataré como a una mujer salvaje, o te tiraré por la ventana como una botella vacía.”
Y, por supuesto, también se trata uno de los temas básicos para cualquier poeta: la relevancia del tiempo. Desde el que se controla mirando la esfera del reloj:
Y si algún impertinente viniera a molestarme mientras mi vista descansa en esa deliciosa esfera, si genio descortés e intolerante, algún demonio inoportuno se acercara a decirme: ‘¿Qué estás mirando con tanta atención? ¿Qué buscas en los ojos de ese ser? ¿Estás mirando ahí la hora, pródigo y holgazán mortal?’ Contestaría sin vacilar: ‘Sí, estoy mirando la hora, ¡y es la eternidad!”
hasta el que delimita el juego que mantienen el sol y la luna, día sí y noche también:
“¡Oh noche, oh tinieblas! Para mí sois la señal que llama a una fiesta interior, sois la liberación de una angustia. En la soledad de los llanos o en los laberintos de piedra de una capital, vosotros, el titular de las estrellas o la explosión de los faroles, sois los fuegos artificiales de la diosa Libertad.”
En fin, que tengo que recomendar estos escritos a aquel que quiera acercarse un poquito más al autor de Las flores del mal. Quizás le ocurra lo que a mí, que comulgue con prácticamente el 98% de lo transmitido por este maldito escritor. O escritor maldito. Que cada uno decida.
“Si quieres, si quieres, te haré dueño de las almas… y dominarás la materia viviente, más aún que el escultor de arcilla; conocerás el placer, cada vez mayor, de salir de ti para olvidarte en otro, y de atraer a las demás almas hasta confundirlas con la tuya.”
“Dice la letra de una canción que el placer hace a las almas buenas y ablanda los corazones. (…) Había dirigido mis ojos a los tuyos, amor mío, para leer en ellos mi pensamiento; me había sumergido en tus ojos tan bellos y tan extrañamente dulces, en tus ojos verdes, habitados por el capricho e inspirados por la luna, cuando me dijiste: ‘¡No soporto a esa gente con los ojos abiertos como platos! ¿No puedes decirle al encargado del café que los eche de allí?’
¡Hasta qué extremo es difícil entenderse, ángel mío! ¡Hasta qué extremo es incomunicable el pensamiento, incluso entre aquellos que se aman!”
En mi opinión, Katrina, Baudelaire está sobrevalorado. Yo, como bien dices, soy de los que he leído las flores del mal y no hay por dónde cogerlo. Un beso.
Mmmm, no sé, puede no gustar, pero hay que reconocerle su enorme influencia: lo revolucionó todo.
Antes de Las flores del mal me leí “El vino y el hachís” (seducido por el título, ejem…) y creo que fue en la misma colección, todo un clásico de la segunda mano…
Qué buena la anécdota de la foto y el cumpleaños, yo sólo me he encontrado dedicatorias, tickets, o lo peor: páginas ya subrayadas.
Bicos
stoy de acuerdo con Redwine, te guste o no, su influencia es innegable y, pese a que todos aseguran habelo leído, ¿cuánto hay de cierto?
En fin, fantástica entrada y maravillosa la anécdota de la felicitación de este buen caballero, es curioso dónde van a parar nuestras cosas y cómo los libros son pequeñas ventanas al pasado.
Un abrazo.
Muy buena reseña, y buen compendio de los temas más obsesivos y recurrentes de Baudelaire. Lo cierto es que en mi opinión este autor es admirable en casi toda su obra. Ahora precisamente estoy leyendo su crítica literaria, y la verdad es que como crítico tampoco se quedaba corto (también son excelentes sus Salones).
Me ha hecho gracia esa imagen del poeta borracho y harapiento. En realidad, a Baudelaire le iba más el rollo dandy, de estos artistas que tenían un único traje, caro y excéntrico, y si llovía no salían de casa para no ensuciarlo.
Por cierto, curiosa anécdota la de la tarjeta. No sabemos hasta que punto nos sorprenderíamos si nuestros objetos (y más aún nuestros libros viejos) pudieran hablar…
Un saludo.
Baudelaire dijo algo parecido a esto «Sólo estoy bien allá donde no estoy»
Es un libro muy interesante. Efectivamente, hay escritores malditos, como Baudelaire, y también hay los que por sus escasa calidad podríamos catalogar de malditos escritores. Pero bueno, la gente se busca la vida, generalmente, y esta es una manera de hacerlo. Y, aunque un escritor también puede hacer mucho mal, hay profesiones peores en ese sentido.
Un comentario un poco tonto el mío, muy mejorable.