Joder con el Walser. Es el atormentado sin tormentos.
Es la segunda novela de Walser que me leo y estoy segura de que no será la última. El tipo es de los que tanto sus personajes como la historia son atemporales, las podemos trasladar un siglo atrás o adelante que no desentonan con el contexto.
El estilo de Walser es acojonante. Reflexiones, diálogos o descripciones que va soltando a borbotones, saltando de una imagen a otra e incluso dejándote a medias algunas veces, como si fuera el avance de una historia que nos va a desvelar, y que siempre acaba dejando al lector con la intriga. Es como si lo que va escribiendo estuviera sincronizado con lo que piensa y va asociando ideas a una velocidad de vértigo, sin llegar hasta el final en muchas de ellas, el muy cabrón.
“Vaya arrojo en mis palabras, ¿verdad? El papel lo soporta sin dificultades; que luego lo soporte el lector medio, eso es ya otra cuestión.”
Porque, al jambo este, con el estilo que se gasta, te da la impresión de que le importara una mierda si lo que escribe lo van a leer o no. A pesar de que haya una narrador que presenta al Bandido a un posible lector. Y al final confiesa:
“Y es que existe gente que pretende sacar de los libros enseñanzas para la vida. Por consiguiente debo decir que, muy a mi pesar, no escribo para esta clase tan honorable de gente. ¿Si es una pena? Oh, por supuesto. Eh, tú, el más seco, el más sólido, el más bueno, el más burgués, el más amable y silencioso de los aventureros, que duermas bien entretanto. El muy tonto. Mira que contentarse con una mansarda en lugar de pedir a gritos: ‘Dadme el palacio que estáis obligados a poner a mi disposición’. Es algo que él no acaba de entender.”
Para más inri el narrador no termina de perfilarse como una persona ajena al Bandido, haciendo dudar a ese posible lector si es el propio Bandido el que cuenta la historia y más aún conforme avanza la narración.
Y en cuanto al prota…
El Bandido, pobre hombre, un desgraciado de los que marcan tendencia. Inadaptado donde los haya, pero con una moral propia muy recta, locamente enamorado de una camarera (arriba los clásicos) que pasa bastante de él. En cuanto a lo que digo de la moral, joder, a mí me la hubieran colado si me dicen, «-Y esta cita es del bilbilitano Baltasar Gracián…«. Al loro:
“Seamos rápidos a la hora de servir, y, cuando se trate de juzgar, lentos como al ordenar y al dirigir. Nunca es suficiente la cautela cuando se dirige. Además, dirigir y comandar son dos cosas bien distintas. Seamos tan prudentes al elogiar como al calumniar.”
Pa fliparlo.
En cuanto a Edith, su camarera, el notas analiza cuidadosamente todo lo que la rodea para poder anticiparse a los acontecimientos y ganarse su amor. Pero es que… telita con las «formas» que tiene con la gente. No apto para protocolos. No apto para hipocresías sociales.
Pero como dice mi madre: siempre hay un roto pa un descosío. Y tenemos a la señora que ve en el Bandido una persona a la que ayudar y en la que intuye un gran coraçao. Otra que se pilla, a su manera, claro. Todo celosa de la Edith.
Y, bueno, ese es el detalle sensacionalista del libro, lo bueno está alrededor.
Y ahora va el peeeeeeeero…
me gustó más Jakob Von Gunten. Este es demasiado loco. De esos libros que si te ves obligada a leer a trompicones (autobús -metro – metro -autobús) a lo largo del día, pierdes el hilo. Supongo que leído de una sentada de horas se disfrutaría más.
Ya, ya sé que he perdido el ritmo.
Duermo. SÍ. SOBO. ME APLASTO. CAIGO. DOBLO EL GORRO. Últimamente me acuesto tarde y aprovecho esos intervalos de tres cuartos de horas y medias horas pora dormir. Se me entrecruzan las líneas, no lo puedo remediar.
Tengo otro transcrito. Intentaré no tardar mucho en hacerle las cuatro líneas de comentarios.
Saludos.
🙂
(Que viva el vino y las mujeres, Manolo Escobar, jajaja)
“El buen comportamiento nos hace buenos no sólo por dentro, sino también por fuera. El amable proceder se graba en los rasgos de nuestra cara como algo que luego es percibido como buen aspecto.”
“Cualquiera de nosotros prefiere que le amen sin excesos. Es algo que nos gustaría a todos. A nadie le apetece ser el santo del otro, pues habría de ser una imagen. Ser ideal es terriblemente aburrido.”
“A quienes conservan su sano juicio les hago el siguiente llamamiento: no leáis siempre y de manera exclusiva esos libros sanos; acercaos un poquito a la llamada literatura enfermiza, de la que tal vez podáis sacar un consuelo vital. La gente sana debería arriesgarse siempre de una u otra manera. ¿Para qué demonios, si no, conservar el sano juicio? ¿Para morir un día saludablemente? Vaya un futuro desolador… Hoy en día sé con más certeza que nunca que en los círculos ilustrados hay mucho filisteísmo, me refiero a una cobardía moral y estética. El recelo, sin embargo, es algo malsano.”
“Está claro: no hay inteligencia sin una pizca de maldad. A aquellos que son buenos porque sí, los consideramos necios. Discúlpenme y no se abstengan entretanto de tomarme a mal y para siempre este comentario, pero créanme: nada hay más orgulloso que un maestro de escuela que ya no quiere ser maestro porque se cree predestinado a ser algo mejor.”
“Con las maldades se hace uno querer; con la pasión, odiar.”
“Creo en usted, me dijo una vez una mujer, pero me lo tomé como una suerte de caricia, tal vez sincera. La opinión de esa mujer, pues, era que creía en mí, pero qué son las opiniones. Las opiniones pueden cambiar de un día para otro, y la fe obedece a la opinión. Nos equivocamos cuando le decimos a alguien algo así, pues ¿cómo podríamos evaluar las dificultades que le esperan a aquel en quien tenemos fe, dificultades contra las que debe luchar para justificar esa fe? De esta manera, y sólo para que no suframos una decepción, no debería ya tener una hora de tranquilidad. Por nuestra fe, o quizá sólo porque dijimos que teníamos fe en él, está obligado a salir airoso de todas las situaciones –incluso las más difíciles- y a cosechar grandes éxitos, o grandes y continuos fracasos, como aquel al que terminan por crucificar. Le dije a la mujer que se lo agradecía , pero que prefería que tuviera la bondad de dejar de tener fe en mí. ¿Acaso no es tremendamente cómodo tener fe en alguien? Uno se puede dejar arrastrar por la fe sin el menor esfuerzo. Uno puede ser la deshonra en persona y creer firme y piadosamente en cualquier hombre bueno o valeroso.”
“Para poder dormirme de una vez, me esforzaba repetidamente por mantener los ojos bien abiertos. Y, sin darme cuenta, estaba profundamente dormido. Así que, para dormirse, hay que empeñarse en seguir despierto. No se empeñen en dormir. Para poder amar, hay que hacer todo lo posible por no amar. Y entonces, sin uno darse cuenta, estará amando. Para hallar un profundo respeto, hay que mostrarse irrespetuosamente durante cierto tiempo, entonces aparecerá la necesidad de respetar.”
Me encanta que hayas analizado algo de Pío Baroja. Este último no me da tiempo a leerlo, ¡pero lo dejo pendiente!
Disculpa mi intermitente disposición 😛
Los párrafos que colgaste al final parecen de antología. Walser demuestra toda la sabiduría que sólo los locos pueden tener.
Leí un sólo libro de él, parece que la rompe en todo los libros.
saludos KATRINA
Avísame cuando por fin seas bibliotecaria o eso que vas a ser. Me pasaré.
Hola, Karina!
Robert Walser pone palacios a nuestra disposición.
Demasiado linda tu lectura. Yo también quiero pasar a ver a la bibliotecaria y pedir sugerencias…
Saludos
No es mi locura pero
Gracias, otra y otra vez.
Buah, pequeña, qué ganas de hablar horas y horas en un coffee…te voy a rayar con el quijote pero bien, jajaja
qué haces, sólo lees?
"A quienes conservan su sano juicio les hago el siguiente llamamiento: no leáis siempre y de manera exclusiva esos libros sanos; acercaos un poquito a la llamada literatura enfermiza, de la que tal vez podáis sacar un consuelo vital."
Pues si, o perder el sano juicio, como le pasó a Walser…
Se la extraña, Katrina
Bicos
aguante los hermanos tanner !!!!