Un amor / Sara Mesa

Portada de «Un amor». de Sara Mesa. Ed. Anagrama, 2ª ed. oct. 2020. Colección "Narrativas Hispánicas", v.651
Portada de «Un amor». de Sara Mesa. Ed. Anagrama, 2ª ed. oct. 2020. Colección «Narrativas Hispánicas», v.651

En esta ocasión me estreno con una autora que está en boca de muchos: Sara Mesa, y lo hago con su novela «Un amor», editada por Anagrama. Decidí aventurarme debido a las múltiples y excelentes opiniones que respaldan a la novela; además, recientemente ha sido galardonada con el premio «Las Librerías Recomiendan 2021″. Apuntaba maneras y me ha gustado, sí, pero tampoco es que me haya entusiasmado demasiado. Como se suele decir en este mundillo: «no hemos conectado».

Sobre Sara Mesa

Sara Mesa (1976) es madrileña, pero desde pequeña ha residido en Sevilla; así que, más bien, es una sevillana nacida en Madrid (no lo digo yo, lo dicen los medios).

Poco cuenta sobre qué hizo hasta la teintenta más allá de vivir y ser una lectora voraz. Sabemos que estudió Periodismo y Filología Hispánica y que trabajó como periodista.

Lo primero que publicó fue poesía, pero prefiere que ese asunto no se desempolve. Según decía en una entrevista en JotDown: «me gusta la poesía, y pienso que aquello no estaba a la altura».

Así que, dejemos eso atrás y vamos a por sus novelas (aunque también tiene libros de relatos).

Un amor es su novela más reciente, pero con Anagrama tiene mucha obra (incluyendo ensayo) publicada. Parce que su popularidad ha ido in crescendo desde que salió «Cicatriz» en 2015 (novela que cuenta la relación de una pareja que se conoce por medio de un foro literario en internet). Después vinieron «Mala letra» (2016, conjunto de cuentos) y «Cara de pan» (2018, sobre la relación de una adolescente y un hombre maduro); todas ellas con muy buenas críticas.

De momento solo he leído una novela suya, así que no puedo hacerme una idea global de su obra. Sin embargo, hay algo que se repite en reseñas, críticas y entrevistas con lo que estoy de acuerdo tras haber leído Un amor y es es que le gusta incomodar al lector.

Un(os) (des)amor(es)

Un amor habla de y por Nat, a veces desde dentro, a veces desde las alturas. Nat es traductora y ha elegido dejar la vida en la ciudad para encontrarse a sí misma en el campo. Como Beatriz Montañez, pero la casilla de salida de Nat no incluye un pisazo en el centro de Madrid, Nat pasa de ir tirando a seguir tirando.

Nat tiene la posibilidad de cambiar esto, de dar un giro justo hacia el lado contrario, y solo por eso, porque existe esa posibilidad y está en su mano, se niega a rendirse.

En ese pueblo perdido de la mano de Dios, tendrá que lidiar con sus vecinos y con su casero. Pero sobre todo con ella misma, porque, efectivamente, está más perdida que el barco del arroz. Y piensa que ahí, en medio de la naturaleza, los problemas van a desaparecer. Han quedado atrás, con su piso y su pasado. Pero, como me dijo un colega: «el 95% de los problemas los crea tu propia cabeza», ojalá se lo hubiera dicho a Nat también. La cabeza también se la llevó al pueblo.

Entre todas las interpretaciones posibles, Nat siempre escoge la peor. Ni siquiera cuando se convence de que sus ideas carecen de sentido está a salvo. Cualquier variación, cualquier matiz que no hubiese previsto -por mínimo o lejano que sea-, consigue que se tambalee.

Un amor, de Sara Mesa: la culpa es de Nat

El estilo de Sara Mesa me ha gustado bastante, los temas que toca en Un amor también y el desarrollo de la trama puede resultar adictivo en algunos momentos. Es una novela que se lee en un pliqui y te puede dejar bastante noqueada, o no. Todo depende de lo que estés acostumbrado a leer, a mí no me ha parecido demasiado escandaloso o rompedor así que supongo que esa es una de las dos razones por las que está lejos de haberme entusiasmado.

La otra razón ha sido porque… no soporto a Nat. Pero desde el primer momento. A ver, cuando esto ocurre, significa que el personaje está muy bien construido, ¿no? Estamos de acuerdo, pero creo que hay algo emocional en esto de leer y cuando un protagonista (además narrador, con sus paranoias y movidas mentales) me cae muy mal, ya voy con el morro torcido el resto de la lectura. ¿Cómo puedo empatizar más con un ladrón de bancos que con una tradcutora que se va a vivir a un pueblo de España? Pues no lo sé. Pero, quiera o no quiera, eso consigue que me guste más un libro que otro.

Así que, si soy objetiva y hago balance, creo que volveré a intentarlo con Sara Mesa. El argumento de Cicatriz me atrae bastante así que repetiré con esa; veremos si afianzo el gusto en cuanto a sus virtudes (estilo, temas, tramas) y, con suerte, me caen mejor los protas.


Otros fragmentos de Un amor

Durante la cena, sus recelos van cediendo. Es el vino, quizá, pero también la amabilidad de Piter, que se muestra cercano y hasta ocurrente, haciéndola reir como hacía tiempo que no reía. Sin embargo, mientras recogen la mesa y él descorcha otra botella, lo mira de reojo y tropieza de nuevo con algo suyo que no le gusta, algo que la hace dar un paso atrás. No es su aspecto físico. De hecho, su cuerpo es atractivo y firme, su robustez resulta indudablemente erótica. Por otro lado, es innegable que se desvive por agradar: es encantador, buen vecino, sabe de libros, música y películas, todo lo que se presupone interesante en cierto ámbito -el ámbito del que ella proviene-. ¿Entonces? Nat se pregunta por qué vive solo, por qué aún no ha mencionado a ninguna mujer, y baraja la opción de que sea homo sexual. Después coge la copa que le ofrece y sonríe, forzándose a espantar todos sus prejuicios.

Siempre es así, no puede evitar verlo desde fuera: el macho a la caza de una nueva presa que caiga rendida de admiración, la mirada penetrante y con voluntad de seducción, pero también la espalda combada, los pies planos y la ridícula tonsura en la cabeza al darse la vuelta. Qué absurdos son algunos hombres, piensa divertida.

Curiosidad y frialdad al mismo tiempo: así ha sido siempre. Los hombres que le habían interesado eran muy diferentes a Andreas. A ella le gustaba escuchar sus historias -o pasear juntos, o ver una película, o emborracharse y reír-, en general mucho más que meterse en la cama con ellos. Y siempre terminaba cansándose de todas estas cosas, pero de la cama lo primero. Su cuerpo se cerraba al tacto, indócil, desobediente. Fría, le habían dicho alguna vez, como una acusación que afectaba a toda su persona, no solo a su cuerpo.

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