Perro come perro / Edward Bunker

Portada de «Perro como perro», de Edward Bunker. Sajalín Editores. 4ª ed. nov. 2019. Colección Al Margen, vol. 5
Portada de «Perro como perro», de Edward Bunker. Sajalín Editores. 4ª ed. nov. 2019. Colección Al Margen, vol. 5. Traducción de Zulema Couso.

Me estreno con Edward Bunker (el criminal que se hizo escritor) y lo hago con Perro come perro, publicado por Sajalín en su gustosísima colección Al Margen. Es el primer libro del autor que leo así que, para los que ya lo conocéis y antes de que me digáis nada, sabed que ya tengo No hay bestia tan feroz en la pila (física-real-adquirida) de libros pendientes. Menuda peli, chaval.

Esta es la historia [una aventura, diría] de tres exconvictos, colegas desde chavales, delincuentes profesionales, que planean su gran golpe: ese que te jubila pa siempre. Tiene un ritmo de cine, diálogos llenos de llamadas de atención a distintos problemas sociales, unos personajes muy propios y un final bastante guapo. Vamos, que repetiré con Bunker.

«Es increíble cómo construyen las cárceles. Después, las llenan a reventar de pobres infelices por casos de drogas insignificantes para luego convertirlos en maníacos allá dentro y soltarlos entre la gente normal. Es como si cultivaran chiflados en invernaderos».

Edward Bunker: un par de pistas

Bunker nació el 31 de diciembre de 1933 en Los Ángeles en una familia desastre. Con cinco años ya estaba en casas de acogida con otros niños y empezó a escaparse y a delinquir desde crío. Se pasó toda su vida entrando y saliendo de la cárcel por delitos como robar bancos, tráfico de droga, extorsión, robo a mano armada y falsificación (estos son solo por los que le condenaron, claro). Un angelito.

También se hizo pasar por loco varias veces en su vida para que le dejaran en paz o para intentar atenuar condenas. Una vez incluso fingió un intento de suidicio y alegó que la Iglesia le había insertado una radio en la cabeza, por eso hacía cosas, claro [y le salió bien la jugada, ja, ja, ja].

En 1975 fue la última vez que pisó el trullo y a partir de ese momento cambió su antigua vida por la de escritor. Durante sus ingresos en la cárcel se dedicó a hacer amistades, leer y admirar a los grandes (Cervantes, Dostoyevski, por ejemplo). Su novela No hay bestia tan feroz se publicó en 1973, cuando aún estaba encerrado, y le abrió las puertas al éxito. Por fin parecía ver la luz al final del túnel.

Lo que no sabía es que no solo iba a tocar el palo de la literatura, también aparecería en unas cuantas pelis. Seguramente, su papel más conocido es el de Mr. Blue en Reservoir Dogs, donde interpreta a un atracador. Finalmente, en 2005, falleció a la edad de setenta y un años (a pesar de que iba diciendo que no pasaría de los treinta).

¿Es esta una novela autobiográfica?

No, no es una novela autobiográfica. Perro come perro se publicó en 1995 y es de las obras en las que Bunker decidió dejar de lado sus propias peripecias y empezó a contar historias que conocía por medio de otros. Sobre la novela que nos ocupa, comentó en una entrevista (en 1997) lo siguiente:

«Dog Eat Dog recorre el mismo territorio que mis libros anteriores, se basa en historias que he escuchado a lo largo de los años; parte de la trama principal es una historia real que me contaron hace treinta años. […]

No invento nada. Memorizo, analizo, muevo cosas y las encajo de diferentes maneras, pero estoy trabajando con historias que ya conozco muy bien».

Este es un relato de acción que protagonizaron otros y al que Bunker dio forma.

Perro come perro: la historia de Troy, Mad Dog y Diesel

Los protagonistas de esta historia son Troy, Mad Dog y Diesel; tres viejos colegas y socios, que se proponen darle el palo a unos traficantes, forrarse y vivir la vida. Cada uno de ellos tiene sus propias circunstancias personales (que si uno está casao, que si el otro está enganchao) y mentales (Mad Dog es un puto venao, Troy es muy listo); y tendrán que organizarse lo suficientemente bien como para ejecutar el plan a la perfección.

Como imaginaréis, con este cóctel de ingredientes no puede salir otra cosa que una historia muy loca y que contiene bastantes momentos tensos. Bunker también aprovecha para soltar todas las pullas que puede y da voz a muchas injusticias, desigualdades y falsedades sociales.

«—¿Te interesa esa mierda política? —preguntó Diesel.
—Sí, a veces.
—Normalmente, ni siquiera sé a quién apoyar. Todos dicen un montón de gilipolleces. Y mienten. Joder, si mienten.

—Ya —asintió Troy—. A veces mienten cuando la verdad sería igual de buena.

—¿Sabes qué, tío? Creo que prefiero ser un ladrón que un político, así al menos sé lo que soy. Algunos de ellos tienen problemas de identidad.

—Tienes toda la puta razón —dijo Troy. Pensó para sí que también existen muchos hipócritas que ni siquiera son conscientes de ello. Incluyó la hipocresía entre los vicios más despreciables».

Habrá peli de esto, ¿no?

Seguro que muchos, al terminar el libro, han hecho como yo: se han ido a Google a buscar la peli [tiene que haberla]. ¡Bien! Sí, hay una peli que se llama Perro come perro. ¡Mal! No, no se basa en esta historia. ¡¡¡Queee sííí!!! Hay otra peli de 2016 que sí está basada en la historia de Bunker y que en español se titula Como perros salvajes. Habrá que verla.

Volviendo a la novela [he venido aquí a hablar de mi libro]: es una aventura cruda, narrada con un estilo directo, claro y sin artilugios extraños, y con gran cantidad de diálogos (más o menos profundos), pero siempre entretenidos. Edward Bunker te mantiene alerta a ver por dónde salen los personajes y cómo se desarrolla la acción, porque todo huele chungo desde el principio.

Recomendable para aquellos a quienes les molen las historias de criminales, especialmente las que van sobre atracos. También para los lectores de literatura realista con ambientes sucios y peña chunga. Si te lo pasas pipa leyendo este tipo de aventuras delictivas: te molará.


Otros fragmentos de Perro come perro

«—¿Qué piensas de los negros? ¿Los odias?

—No —respondió Troy—. No si ellos no me odian a mí. 

—Yo pienso lo mismo… Si son de esos que están llenos de odio, que les den por culo. Si me respetan, yo los respeto. Si me dan malas vibraciones, les devuelvo malas vibraciones a esos paletos. No les he hecho nada a esos gilipollas. Qué coño, a mí me han jodido igual que a ellos. Y a ti. ¿Qué me cuentas de todo el odio del gangsta rap? ¿Y a esa mierda la llaman música?»

«La hipocresía le permitía autojustificarse, y la autojustificación es lo único que una persona necesita para hacer cualquier cosa. Si la burguesía le había dado la espalda, los bajos fondos lo acogieron. Para cuando cumplió los dieciséis, había robado varios supermercados e invertido el dinero en maría de primera calidad del condado de Humboldt para convertirse en «el Rey de la Hierba» de Hollywood Oeste».

«Troy medio escuchaba mientras observaba Tijuana. Al principio, la vio como la recordaba, los colores chillones y cegadores de los taxis, el bulevar principal, la calle Revolución con sus miles de negocios enfocados a los estadounidenses que iban allí a pasar el día. La tapicería para los coches era barata, los medicamentos se vendían por mucho menos de lo que costaban al otro lado de la frontera, las tiendas ofrecían Joy de Partou, Opium y otros perfumes caros por la mitad del precio de Los Ángeles. En las calles, abundaban mendigas con sus bebés, cantinas y locales de striptease y putas».

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