pequeñas mujeres rojas / Marta Sanz

Portada de «pequeñas mujeres rojas», de Marta Sanz. Editorial Anagrama, 2020. Colección «Narrativas hispánicas», v.642
Portada de «pequeñas mujeres rojas», de Marta Sanz. Editorial Anagrama, 2020. Colección «Narrativas hispánicas», v.642

Hoy traigo la reseña de la novela «pequeñas mujeres rojas», de Marta Sanz. Se trata de una novela durísima que cierra la saga del detective Arturo Zarco, aunque dicho personaje no aparece en esta novela más que mencionado por otras protagonistas. Tenía muchas ganas de leer alguna novela de Marta Sanz Pastor, la forma en que escribe (cosa que hace habitualmente en instagram en forma de pequeños textos) me atraía bastante y la verdad es que no me ha decepcionado. No puedo decir que haya disfrutado muchísimo leyendo la novela puesto que hay partes que te revuelven bastante el estómago y, además, creo que debería haber leído los libros anteriores de esta saga. Me ha resultado complicado entender la relación existente entre algunos de los personajes que aparecen, aunque esto no influya en la trama. Así que me haré con «Black, black, black» (primera de las tres novelas relacionadas) lo antes posible.

Marta Sanz: ¿pequeña? mujer ¿roja?

Marta Sanz Pastor, madrileña, nacida en 1967 y doctora en Literatura Contemporánea por la Complu. Escritora y crítica literaria, atesora un interesante palmarés (Herralde de novela, ​Ojo Crítico de Narrativa, XI Premio Vargas Llosa de relatos y finalista del Premio Nadal en 2006). Escribe de forma habitual para El País (principalmente en su suplemento El viajero) y también lo ha hecho para Público, El Mundo o Infolibre.

Autora política, enemiga de las equidistancias, comprometida, reivindicativa, subversiva y feminista. Llegué a ella después de seguirla durante un tiempo en Instagram, donde comparte reflexiones, recuerdos o críticas a menudo. Parece que es consciente de que muchas de sus historias y opiniones vertidas levantan ampollas en ciertos sectores de la población, pero es lo que se consigue cuando se intenta acabar con esterotipos, costumbres y prejuicios arcaicos.

Esos sectores que pueden sentirse atacados (quien lo huele, debajo lo tiene) son los que la calificarían despectivamente como una pequeña mujer roja, seguramente.

pequeñas mujeres rojas (con minúscula)

En esta novela la protagonista es Paula Quiñones, inspectora de hacienda en excedencia, quien llega a un pueblo para participar en unas excavaciones cuya finalidad es desenterrar e identificar huesos de víctimas (perdedoras) de la guerra civil. El pueblo me recordaba a Puerto Hurraco desde el minuto uno, a tradición rancia, a demasiados secretos enc(t)errados.

Lo primero que te llama la atención como lectora es que el título de la portada no empieza con mayúscula, obviamente no es una errata (en cuyo caso Anagrama se habría cubierto de gloria). La minúscula enfatiza uno de los mensajes del libro: el menosprecio más o menos violento hacia la mujer. Ese menosprecio que las relegó a la cocina, al «obedece y calla» y en algunos casos a una fosa común.

Ahora vuelven a pasear por las calles españoles con pistolas a los que se les llena la boca llamándose es-pa-ño-les. Quieren electrificar con alambre de espino y cuchillas el perímetro de nuestros 5.978 kilómetros de costa. (…) Los verdaderos es-pa-ño-les quieren taparles la boca a nuestras risueñas mujeres. Aquí las echamos de menos, pero es preferible. En las ciudades también acribillaron niñas contra las tapias de las cárceles. En otros pagos llenos de flores y campos de trigo, las mujeres eran animales que se ponían a cuatro patas. A algunas les arrancaron los dientes para que chuparan pollas sin hacer dañito. No había necesidad de balacearlas. Amigas, os necesitamos tanto y tanto penamos aún por vosotras. Insistimos hoy, otra vez, hay hombres que pasean por la calle con sus pistolas y sus correajes, y donde ponen el ojo pueden poner la bala.

Paula, la coja, se entromete en un mundo ajeno y su presencia amenaza con tambalear los pilares de un orden establecido hace mucho. Niña, pa qué te metes le dirán muchos. Niña, Paula, niña, Marta. pequeña mujer roja, déjate de memorias históricas, no revuelvas el pasado, dirán.

«A veces las riquezas son el pago por los servicios prestados. Puede que una vez los ricos fuesen los obedientes.»

Estilo y voces de la novela

En pequeñas mujeres rojas se mezclan distintas voces, disintos puntos de vista narrativos. Lea despacio, advierten algunos capítulos al comienzo. Estos capítulos se narran a través de la voz de los que están bajo tierra, los traicionados, las despreciadas y los inocentes.

En otros capítulos existe un narrador casi omnisciente, testigo y observador, que ve a Paula llegar, renqueante, a un mundo que le es ajeno completamente y con cuyos habitantes tendrá que convivir. Un mundo y unos personajes muy diferentes a lo que una urbanita acostumbra tener a su alrededor.

En el fondo, la discusión de los viejos avaros, su manera de ir empujándose por la línea de la carretera que atraviesa Azafrán, sus manotazos al aire, sus traspiés y sus patadas flojas, todo, todo le había resultado grotesco: «Hasta tu farmacéutico parece albino…» Entonces a Paula le brotó del puño la espada flamígera de la protección a los débiles, los albinos, los pobres, los vientres de alquiler, los despedidos, los desenterrados…

A estas formas narrativas se suman otras, las epistolares, las cartas que cruza con una tal Luz y que me costó contextualizar. En estas cartas tan interesantes, que contienen mucha carga psicológica y perfilan a Paula y a Luz, es donde aparecen frecuentes menciones a Arturo Zarco, o Zarco a secas, detective protagonista de las otras dos novelas de la saga.

Aquí es donde me he arrepentido mucho de haber leído esta novela primero. Estoy convencida de que si hubiera leído antes Black, black, black y Un buen detective no se casa jamás, le habría sacado mucho más jugo. Comprender la relación y el pasado al que hacen referencia, pero sin llegar a explicarlo de forma clara, me ha frustrado un poco. He tenido que ir cazando al vuelo detalles de aquí y allá hasta llegar a entender -a duras penas- los lazos que las unen. Llegó un momento en que tuve que decir (como ocurre con otros libros): bueno, va, da igual, lee y disfruta, no quieras saber lo que te es imposible saber.

Conclusiones de pequeñas mujeres rojas

Creo que la palabra que más se ajusta a esta historia es: desgarradora. Como avanzaba en la introducción de la reseña, difícilmente puedo decir: he disfrutado mucho leyendo esta novela. No, ni por asomo. He sentido el impulso de abandonarla en algunas ocasiones, pero por cobardía, por no querer sufrir leyendo tanta tragedia, crueldad, abusos, sadismo y dolor. Pero, por otro lado, gozaba con el manejo de la lengua que tiene Marta Sanz (está claro que sabe ponerle nombre a las cosas).

Me encanta cómo, por medio de distintos ángulos, va desnudando a los personajes (sobretodo a Paula y a Luz). Además, me fascina cómo es capaz de mantenerte en tensión durante el desarrollo de la historia y desvelar a poquitos, como de refilón, los secretos que esconden el pueblo y los protas. También me ha sorprendido la capacidad que tiene de formarte un nudo en la garganta y, sin esperarlo, deshacértelo por medio de una carcajada (frecuentes, en mi caso, en las partes epistolares).

En fin, que ha sido una experiencia inolvidable pero no apta para todos los públicos, hay que echarle ovarios. Aunque la novela me ha dolido, me ha acercado mucho (y para bien) a la autora: por su compromiso moral, por su pericia al colocar cada palabra, por la cantidad de registros que maneja y por su forma de desgranar a los personajes. Ha sido un gran encuentro y no me cabe duda de que seguiré leyendo más novelas suyas, aunque ojalá con otras no me haga sufrir tanto.


Fragmentos de pequeñas mujeres rojas

Quien escribe estas páginas aparece, justo en este instante, fugazmente como Alfred Hitchcock en sus películas -transeúnte que sube o baja del tranvía, bebedor de Martini a la hora del aperitivo- para constatar dos hechos: que quien escribe siempre es, centrípetamente, personaje de una obra y que los personajes de una obra son las centrifugaciones enmascaradas de quien escribe. Quien escribe se ensimisma o se enajena igual que sus personajes, que se encastillan o se hacen lonchas.

Le habría gustado que, al final de la función, los tertulianos se lamiesen unos a otros para acabar devorándose en veloz rito caníbal.

6 comentarios en «pequeñas mujeres rojas / Marta Sanz»

  1. Una preguntita, estoy por empezar libro y estaba pensando, por tus recomendaciones, uno de los de Sanz, pero importa el orden ¿debe ser primero black, black, black? ¿o da un poco igual?

    1. A ver, son historias independientes y puedes leer pequeñas mujeres rojas sin peroblemas (ni chafarte nada respecto a Black, Black, Black).
      Pero en mi caso, creo que hubiera disfrutado más de pequeñas mujeres rojas si hubiera leído antes «Black Black, Black», pienso que conocer a los personajes y entender sus relaciones desde el primer momento hubiera sido mejor. Una lectura todavía más completa, digamos.
      Si pudiera volver atrás en el tiempo, lo habría hecho en orden para flipármelo del todo con pequeñas mujeres rojas (conociendo a Paula desde hace tiempo…).
      Está en tus manos elegir, pero mi recomendación es que te leas las dos, sea como sea, ja, ja, ja.
      ¡Un saludo!

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