Luces de Candilejas / Andrés Amorós

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Parece que tengo abandonada la novela…
En este caso Amorós hace un recorrido por los espectáculos de España desde 1898 hasta 1939.
Dividido en 14 capítulos (introducción, música clásica, ópera, flamenco, el teatro «serio», el teatro musical, la canción popular, los bailes, los toros, el cine, la radio, el circo, los deportes y………. LA CALLE) con una documentación impresionante

Ilustra cada uno de ellos con citas de diferentes autores o con noticias aparecidas en publicaciones periódicas (ole ahí ese vocabulario especializado) en ese margen de tiempo.

La verdad es que es un repaso cultural enorme y ves que el entramado «artístico» está (estuvo) más enredado de lo que parece. Autores que actúan, actores que escriben, bailaores, toreros,cupletistas,.. la de dios.

A mí me ha gustado bastante, sobretodo el último capítulo (la calle) que a pesar de ser el más corto (3 páginas) es el único escrito por el señor Amorós, y me ha encantado. Se nota su admiración a Ramón Gómez de la Serna (el cual aparece tropecientas veces en el libro), me recuerda a él describiendo Madrid.

En fin, que después de «Manual de Literatura para Caníbales» ha sido un buen complemento para el margen temporal que trata. Costumbres y ocio…

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«Con su sequedad e individualismo habituales, el vasco Baroja desdeña este tipo de espectáculo:
-Cuando recuerdo que de joven iba al paraíso del Real a asufrir incomodidades y molestias para oír los gorgoritos de una tiple o las escalas de un tenor, me considero a mí mismo como un estúpido. Esa sujeción de estar en el teatro como esperando el maná me fastidia. Todo lo colectivo me es antipático.-
(…)
En algún caso, el desdén de Baroja por la ceremonia social es vencido por el amor a la espontánea musicalidad del alma italiana y la nostalgia de los viejos teatros:
-A mí me gustaría oír por última vez esas operas desde el fondo de un palco, eun teatro elegante y pomposo, con una decoración clásica del siglo XIX-
¿Contradicciones? No le faltaban a don Pío, desde luego, ni nos faltan a ninguno de nosotros: -Yo soy un hombre con mi contradicción, proclamaba Unamuno. Lo que alguna vez nos ha abominado, en otra circunstancia vital nos embelesa…»

«Rafael Alberti nos ha transmitido el deslumbramiento de Lorca ante un hallazgo expresivo de un gran cantaor jerezano:
-Manuel Torres no sabía ni leer ni escribir; sólo cantar. Pero, eso sí, su conciencia de cantaor era admirable. Aquella misma noche, y con seguridad y sabiduría semejantes a las que un Góngora o un Mallarmé hubieran demostrado al hablar de su estética, nos confesó a su modo que no se dejaba ir por lo corriente, lo demasiado conocido, lo trillado por todos, resumiendo al fin su pensamiento con estas maistrales palabras: «En el cante jondo -susurró, las manos duras, de madera, sobre las rodillas- lo que hay que buscar siempre, hasta encontrarlo, es el tronco negro de Faraón»; viniendo a coincidir, aunque de tan extraña manera, con lo que Baudelaire pode a la muerte capitana de su viaje:

Aun fond de l’Inconnu poue trouver du nouveau!

¡El tronco negro de Faraón!
Como era natural, de todos los allí presentes fue Federico el que más celebró, jaleándola hasta el frenesí, la inquietante expresión empleada por el cantaor jerezano. Nadie -pienso yo ahora-, en aquella mágica y mareada noche, halló términos más aplicables a lo que también García Lorca buscó y encontró en la Andalucía gitana que hizo llamear en sus romances y canciones»

«La pasión por el teatro llevaba a no pocos autores a actuar, ocasionalmene, en algún escenario: lo hemos visto ya, en los casos de Gª Loca y Pío Baroja; habría que añadir a Valle-Inclán, Benavente, Mrtínez Sierra…»

«Equivocadamente, muchos identifican Zarzuela con Género Chico. No resulta difícil, en este caso, precisar las diferencias: el segundo es un capítulo de la primera. (…) Se llamó así a la organización del espectáculo teatral que consistía en ofrecer al público cuatro obras diversas, cada una en un acto, durante cuatro horas consecutivas, con entrada independiente en cada caso y a un precio asequible.»

«Entre los rasgos del madrileño, Ramón Gómez de la Serna encontraba éste: «… es ir en la plataforma de un tranvía y que al mirar a un señor raro, éste no se ofenda por la mirada fija, sino que canturree: ¡Caballero de Gracia me llaman!«

«El duende opera sobre el cuerpo de la bailarina como el aire sobre la arena. Convierte con mágico poder una hermosa muchacha paralítica de la luna, o llena de rubores adolescentes a un viejo roto que pide limosna por las tiendas de vino; da con una cabellera olor de puerto nocturno y en todo momento opera sobre los brazos, en expresioones que son madres de la danza de todos los tiempos. Pero imposible repetirse nunca. Esto es muy importante de subrayar. El duende no se repite, como no se repiten las formas del mar en la borrasca

«No es de extrañar que se desencadenara en España una verdadera pasión popular por la radio. Y que surgieran las caricaturas, como ésta de Ramón Gómez de la Serna: –Así como hay divorciadas porque su marido se dedica al alcohol, a las mujeres o al juego, las hay ahora porque el marido se dedica demasiado a la radiocomunicación

«El amor no tiene nada equitativo, pero es una equitación.
La mujer es la espuela del hombre.
El hombre es el jockey de la mujer.
Domar mujeres, montar caballos…
Domar caballos, montar mujeres..
Todo es uno y lo mismo.
Una mujer que se entrega es un caballo de carrera.
Una mujer que se resiste es un potro de tortura.
Cuando el hombre suelta las bridas, la mujer se desboca.
Amar con pasión es galopar.
Amar románticamente es ir al paso.
El amor es una equitación.
Por eso, un amante que se siente viejo, os dirá siempre:
-Yo ya no estoy para estos trotes.» (Jardiel Poncela)

4 comentarios en «Luces de Candilejas / Andrés Amorós»

  1. Vaya pirada de pinza… había entendido que era usted nieto de Amorós.
    Luego ya he enlazado con sus blogs y he visto el apellido.

    Lo menciona Amorós varias veces y ha conseguido que quiera leer algo de él, todas las referencias que pone son cojonudas.

    Siempre es un placer citar a los buenos (desde mi punto de vista).
    Un saludo.

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