Los puentes rotos / Pedro A. González Moreno

Qué retraso llevo con las transcripciones, joder. Tengo dos más terminados y todavía no están transcritos. Es que me estoy dedicando a hacer libros y pretendo sacarme unas perras con eso. Para que los llenen otros. Yo sólo doblo, coso, pongo guardas, chiflo, encolo, coso cabezadas y las pego, le pongo los refuerzos, los llevo a cortar, mido y encuaderno.
Pero ya sólo faltan dos semanas para las vacaciones. A Coruña, vai con coidado.

El libro que nos ocupa hoy ha sido uno de esos libros que llegan por sorpresa, con reencuentro incluído, en la feria del libro. Y es que el autor, Pedro A. González, resulta que fue mi profesor de lengua/literatura en BUP y COU. La verdad es que siempre me he sentido muy agradecida hacia él, desde siempre me gustaron esas materias, pero era uno de esos profesores que disfrutan con la implicación del alumno e intentan que le pique el gusanillo. Recuerdo cuando me dijo: pero, ¿a dónde vas tú eligiendo ciencias?… que eres de letras… ya me lo contarás. Acertaba. Renegué de la carrera de ciencias y acabé entre libros.

Y hete aquí, que me encuentro comentando una novela suya.
En un contexto actual y con personajes comunes, se diferencian tres líneas argumentales que nacen de tres protagonistas conectados. Los protagonistas son dos profesores de colegio y el colega de uno de ellos, recién divorciado. Cada personaje tiene sus propios fantasmas.
Uno de ellos, el poeta. Todo lo que le rodea es poesía, por eso creo que no interactúa prácticamente con nadie, y la relación más importante que tiene es por carta. También tiene sus tertulias en cafés hablando de métrica, premios literarios y cosas del palo, y el cómo cada uno parece que sólo se escucha a sí mismo.
«La tertulia acabó adquiriendo su aire habitual de pajarería alborotada, donde volvían a oírse, mezclados en una estridente armonía, los graznidos de aves de todas las especies líricas: golondrinas sin verano que soñaban con posarse en las páginas de las antologías; cucos de libreta en mano que cazaban metáforas al vuelo; palomas menopáusicas que zureaban sus ripis mientras raspaban con las uñas alguna mancha de café; halcones de presa fácil que no dejaban de pasar sus uñas por el lomo de todos los contertulios; loros con voz de vicetiple que vomitaban su versorrea sobre las tazas de té; cisnes de pluma lánguida que se miraban de reojo en los espejos, o buitres de vuelo raso que apuraban sin disimulo los últimos canapés y los últimos restos de vino

Otro de ellos, el profesor, originario de un pueblo de provincia y que está hasta los huevos del colegio (hay un cura-profesor que da escalofríos), no acaba de encontrar su hueco en la ciudad y tiene que regresar a casa por un contratiempo familiar.
De ahí viene el reencuentro con la familia, y con el amor platónico (con mucho protagonismo). He flipado un poco con lo reducido de mi vocabulario rural, jajaja, conceptos como las banastas, el hacer picón con las gavillas, una pleita de esparto o los serones, me han dejado descolocá. Soy una jodida URBANITA.
Y el último, colega del anterior, un señor divorciado, que habita en el piso de su amigo el profesor por no tener/saber a dónde ir y que es un ávido lector de novelas policiacas. Otro personaje que no encuentra su sitio, pero duda entre si el problema reside en el sitio o en él mismo, así que decide acudir a una profesional. Ejem, de la PSICOLOGÍA, entre otras cosas.

Los escenarios… variopintos, con mención especial a plazas, parques, calles y gentes de Madrid.
«Hacía muchos años que ya no necesitaba irse al Retiro o a los terraplenes del Parque del Oeste a buscar la inspiración, sino que era capaz de hilvanar unos serventesios ante los escaparates de Serrano, o de redondear una décima entre los cines de la Gran Vía; podía encadenar unos tercetos por los restaurantes de las Cavas o pergeñar media silva mientras bajaba por el Paseo de Recoletos o mientras deambulaba entre los cachivaches de los puestos del Rastro

Y ya si concretamos un poco, estarían: el café del poeta,

[«al otro lado de las rojas cortinas de tafetán del Café Gijón (…) en aquel modesto exilio de la glorieta de Bilbao«]

el piso del profesor, en el que cohabitan los dos amigos, y el pueblo. Las tertulias del café son, cuanto menos, curiosas, y las sensaciones de regresar al pasado porque algo te ha estallado en la puta cara, también.
Quizás, en cuanto a cambios materiales en las vidas de los personajes no hay muchos, pero espirituales hay pa dar y tomar; aparentemente tratamos de evolucionar, pero al final somos animales de costumbres, y seguimos actuando como siempre…
Muy poético el estilo, se ve, se toca.
Un placer de lectura.

Espero no tardar tanto para la próxima. Regresaré con un poquito de Generación del 98. Grandioso.

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«Había aprendido muy pocas cosas de la vida, pero de los libros lo había aprendido casi todo: por ejemplo, que los amores verdaderos eran aquellos que nunca llegaban a alcanzarse y por eso se había entregado durante toda su existencia a amar y a escribir en silencio.»

«Porque todos los viajes son circulares y, por muy paralelas que sean las vías, siempre acaban juntándose en un punto. Una buena lección de geometría: la distancia más corta entre dos puntos son siempre los recuerdos

«Otra lección de geografía, profesor: ¿qué ríos y qué recuerdos y qué campos limitan con la infancia? Pero nada de líricas. La memoria no tiene geografía. La memoria sólo es un montón de escombros hundidos en medio de un patio. Y yo soy como un perro sin olfato que escarba entre esos escombros buscando algo vivo entre tantas cosas muertas

«La espera y la esperanza eran una misma cosa, como las dos caras inseparables de una misma moneda, y por eso le habría gustado prolongar eternamente el hechizo de ese tiempo de duda, en el que todo estaba aún por ocurrir. La experiencia le había enseñado que al final de aquel pasillo se abría siempre una puerta, una certeza; y también sabía que al otro lado de esas puertas se desvanecía siempre el hechizo«

«Muy pronto comprendió que aquella aventura iba a ser otro puente que el azar le tendía para que abandonara (…) como quien abandona un barco que se hunde sin remedio. Y sólo tuvo que dejarse llevar por la marea, a sabiendas de que (…) apenas encontraría poco más que compañía o consuelo, a sabiendas de que (…) le conducicía hasta el otro extremo del puente y le abandonaría allí, al otro lado, en ese otro lado inestable que tienen siempre los amores deseperados y furtivos.»

«-¿Y tú, Anselmo -interrumpió Andrés Espinosa-, a qué te piensas dedicar?
Yo a vivir -respondió lacónicamente Anselmo del Álamo.
¿Nada más?
-A vivir y a descansar. ¿Te parece poco? Después de haber estado trabajando toda mi vida ya me lo voy mereciendo.
-Eso también es verdad -asintió el poeta versolibrista-. Nos explotan durante toda nuestra vida y así no se puede pasar a las antlogías. Y si no pasamos a las antologías, ya se sabe, no pasamos a la Historia.
-Tú tampoco puedes quejarte -protestó Germán Ramírez.
-No lo dirás por lo de las antologías, porque no estoy en ninguna.
-No, lo digo por lo de la explotación. Trabajar en una biblioteca es el mejor destino para un poeta. Yo te envidio: -Germán Ramírez se acarició las barbas y puso una expresión de arrobo, casi soñadora- siempre respirando al lado de Garcilaso, rozando a Quevedo, pasándoles la manos por el lomo a las rimas de Bécquer…
-Mira que te pones cursi algunas veces, Germán.»

«-Yo, si ustedes me lo permiten -opinó el poeta rioplatense-, pienso que el creador no debe estar sometido a ningún yugo, ni siquiera al de la familia. La literatura es como un sacerdocio. Uno debe entregarse a su obra y nada más. El único matrimono que suele durar siempre, y perdónenme la frase, es el del poeta y su obra.
-El del poeta y su puta, si le da igual

5 comentarios en «Los puentes rotos / Pedro A. González Moreno»

  1. Hola, Katrina!!!
    Hoy buseando en la lista de blog, veo que renovaste, no sé por qué no lo ví antes. por qué tan desaparecida?
    en fin, siempre me gustan leer reseñas de libros que, muy probablemente, no llegaré a ver de cerca, pues me dejan un nombre, y como una posibilidad casi imposible de lectura. en todo caso, anoto: pedro a. gonzález. en buenos aires me toparé con un montón con este nombre, seguro, pero de que sea tu profesor alguno, es difícil.
    en todo caso, que disfrutes la generación del 98, que yo más que valle inclán y baroja, no me lo soporto mucho (aunque escuché rumores sobre galdós, que es o no de la generación esta?).
    saludos

    pd. muy hermoso tu primer párrafo.

  2. Qué suerte, siempre eché en falta un buen profe de literatura…

    Y te vas a Coruña, más suerte. Si coincides con el Salón del cómic espero que te compres un tebeo a mi salud.

    ¿El 98? Si yo me acabo de leer La Busca, de Baroja (maravilloso, y muy castizo)…

    Bicos

  3. Vaya, haciendo libros. Pues rellenar alguno de tu puño y letra tampoco estaría mal. Sería un lujo tener una edición Made in "Katrina"

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