LaZarillo: Matar zombis nunca fue pan comido / Lázaro González Pérez de Tormes

«Matar zombies nunca fue pan comido»
Jajajajaja. Esto sí que no os lo esperabais, ¿eh?
Pues es que resulta que desde hace unos meses para acá me he vuelto adicta al rollo zombie. Sí, sé que muchos frikazos que llevan años metidos en el rollo dirán lo típico «es que con Walking Dead se ha subido mucha gente al carro». Cierto es. Pero… ¡me la sopla!
En mi curro gano puntos con estas movidas. Así es la gente con la que me relaciono laboralmente, muñequitos de marvel de gomaespuma que se pueden lanzar a matar de un puesto a otro.
Así que en nada de tiempo me he visto tropecientas pelis y series de zombies. Tocaba dar el salto a la literatura. Me recomendaron encarecidamente que me leyera «Guerra Mundial Z», supuestamente una puta obra maestra. Así que hice caso a los expertos del género y me lo compré.
Menudo COÑAZO. Cuando iba por la página 100 me rendí. ¿Dónde coño estaban las huidas? ¿El grupo? ¿Los zombies? Eso es un puto tratado de política. Casi me echan del trabajo cuando llegué y les dije que Guerra Mundial Z era una puta mierda. Así, literalmente. Supongo que mis jefes hicieron balanza y al final me salvaron otras virtudes, pero me la jugué. Les expliqué que lo que yo quería era un libro de zombies, así en plan Alatriste (para que me entiendan), pero con zombies.  Y me prestaron este.

Así sí. Menudas risas de libro. Te lo lees en dos sentadas (o una si dispones del suficiente tiempo libre).
Fijaos en el nombre del autor: Lázaro González Perez de Tormes.
Nos presenta la auténtica historia del Lazarillo su verdadero autor y protagonista unos cuantos siglos después. Nos han tenido engañados en el colegio (Pedro, profe, esto no te lo perdono).
La historia comienza en la actualidad, cuando ingresan en un psiquiátrico a un pavo que acaba de montar un cirio del copón en la casa del libro de Barcelona.

«Releyó por tercera vez las anotaciones del ingreso del paciente fantasma, como había dado en llamarle, mientras en el exterior la lluvia castigaba con insistencia los cristales. Al parecer, y traduciendo el informe en términos populares y añadiéndole detalles de cosecha propia (algo que el doctor hacía desde sus tiempos de estudiante para quitarle hierro a las cosas), al tal Lázaro González le había dado una especie de jamacuco en plena Casa del Libro. Al grito de ‘¡Todo es mentira!’, ‘¡Ya se acercan!’, ‘¿Por qué no me creéis?’, se había liado a trompadas con la sección de clásicos de la enorme librería. No contento con tirar al suelo todas las obras desde Anónimo hasta Quevedo, Francisco de, había cogido los episodios nacionales de Galdós y los había convertido en armas arrojadizas contra empleados y clientes.  A todo esto, el vigilante de seguridad de la librería había salido a fumarse un cigarrillo (escapadita que seguro que planificaba para coincidir con la chica de la copistería de la esquina), con lo cual al pertinaz Lázaro le dio tiempo de sacarse un encendedor del bolsillo y prender fuego a la mesa de novedades.»

 Entre las pertenencias del paciente recién ingresado descubre un manuscrito y un termo lleno de sangre. Con lo de la sangre flipa así que decide leerse el manuscrito para ver de qué va el loco de turno. ¿Y qué es lo que se encuentra? Pues la verdadera historia del Lazarillo, escrita a mano, siglos después y sin esos arreglillos que han hecho que nos oculten la realidad: en España hubo una epidemia de Zombies, y no sólo eso, sino de vampiros.
Es en realidad la misma historia, los mismos amos y las mismas picardías (¿os acordáis de la jarra de vino a la que hace lázaro un agujero en la parte inferior que tapa con cera? pues esa historia sale, entre muchas otras).

La verdad es que con la lectura de este libro he disfrutado bastante. Por un lado porque me ha refrescado el lazarillo (recuerdo que lo leí en castellano antiguo antes de que lo mandaran leer en el colegio, en plan 6ª de EGB, sí, lo sé, de aquella ya apuntaba maneras de friki) y su picaresca, por otro te lo flipas cómo se van metiendo los zombies, la oscuridad y los vampiros en medio de esa historia harto conocida.
Después me han dicho que hay «Orgullo y prejuicio zombie» jajajaja, te cagas. Esa sí que no me la pienso leer. ¿Habrá Don Quijote Zombie? porque a esa historia sí que le pega.

Así que, en resumidas cuentas, recomiendo este libro como regalo para conocidos a los que les guste la literatura (y por lo tanto hayan leído el lazarillo) y los zombies y que, por otro lado, no le pidan peras al olmo y sean conscientes de que lo que van a leer no brilla ni en la forma ni en el fondo pero puede servir para echarte unas risas y flipar con cómo está la peña para escribir estas historias.

Un saludito….
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«Empecé así mi singladura con el tercero de mis amos, uno muy distinto a los otros, cabe decirlo. Debo admitir que, si bien mis sentimientos hacia él rozaban la más pura envidia, nada había en su trato que pudiera reprocharle; al contrario, desde el primer día combinó la firmeza de señor conla amabilidad de un amigo. Hubo siempre algo en él que hacía que uno deseara ser mejor: no ordenaba, sugería; no se enojaba ante los errores, sino que parecía abatido por ellos. Su mayor castigo era el silencio, y reconozco que ese mutismo procedente de alguien que parecía apreciarte sinceramente dolía más que las palizas del ciego»

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