Lady sings the blues: Memorias / Billie Holiday

Portada de «Lady sings the blues: memorias» (1956), de Billie Holiday. Ed. Tusquets, 4ª ed. en colección Maxi, mayo 2019.
Portada de «Lady sings the blues: memorias» (1956), de Billie Holiday. Ed. Tusquets, 4ª ed. en colección Maxi, mayo 2019.

Hoy traigo la reseña de unas memorias, las de Billie Holiday, tituladas «Lady sings the blues» y escritas por la propia Eleonora (es decir, Billie Holiday a.k.a. Lady Day). Es un libro que leí hace años y presté varias veces (tentando a la suerte) hasta que no volvió, así que me lo he vuelto a comprar recientemente. En este tiempo he pillado al menos otros dos ejemplares para regalar: ya tocaba reponerlo en la biblioteca y, aún mejor, releerlo. ¡Qué acierto! No recordaba casi detalles y he vuelto a flipar como la primera vez.

Las memorias de Eleonora (Billie)

Eleonora Holiday Fagan alias Bilie Holiday a.k.a. Lady Day no necesita presentación, pero sí que la merece. Se trata de una de las grandes voces del Jazz (y de lo que le echen), una fuente de la que han bebido y beberán muchísimos artistas, la favorita de muchos y no es de extrañar.

Billie Holiday - Abril de 1957. NJ, Broad Street.Con Carl Drinkard. Foto de: Jerry Dantzic

Nació en 1915, en Philly, y murió con 44 años, en 1959, en Nueva York. En las memorias dice que nació en Baltimore, que es donde se crió. Si tenemos en cuenta que su madre tenía 13 años y su padre 15 cuando llegó al mundo, podemos intuir que la vida no le resultó fácil. Estuvo rodeada de violencia y racismo, peleó en un entorno machista y viciado, hasta que -lamentablemente- el abuso de alcohol y consumo de heroína hicieron el resto.

En la foto: Billie Holiday con cara de «no tengo el chichi pa farolillos» en Abril de 1957. NJ, Broad Street. Con Carl Drinkard. Fotgrafiada por Jerry Dantzic.

Estas memorias se publicaron en 1956 y se entiende que fueron escritas durante una época -llamémosle- «valle» de su adicción a la heroína. Tres años después fallecería. Pero, ya os digo yo, que se quedó a gusto. Si bien no entra demasiado en detalles respecto a sus adicciones, cuenta su vida desde el nacimiento hasta el momento en que las escribió.

Billie Holiday luchó con uñas y dientes hasta hacerse legendaria.

Racismo, drogas y otros males de la sociedad

«Lady sings the blues: Memorias», de Billie Holiday, contiene un retrato magnífico de la sociedad estadounidense de la primera mitad del siglo XX a través de la mirada de una mujer negra. Desde su infancia, el racismo empapaba el ambiente, a pesar de que ella víva en la ciudad y no pisaba el Sur. Pero finalmente, por motivos laborales, tuvo que hacerlo y confirmó que ahí, el asunto del racismo era todavía más peliagudo. Habla de sus giras, cuando -acompañada de una banda de hombres blancos- era a la única que no aceptaban en los hoteles o cafeterías por ser negra. A la única que no miraban. Que no existía.

Además de este tipo de situaciones, su día a día, Billie Holiday tuvo que lidiar otra gran batalla: la de las adicciones chungas-que-te-cagas.

«Quizás algunos chicos que no están en condiciones de seguir el consejo de un juez inteligente, me escuchen a mí. La droga nunca ayudó a nadie a cantar mejor, ni a tocar mejor, ni a hacer nada mejor. Te lo dice Lady Day. Si al guna vez alguien trata de convencerte de que la droga ayuda, pregúntale si cree saber sobre la droga algo que Lady Day no sepa».

En estas memorias explica la caída, las rehabilitaciones y los problemas a los que se tuvo que enfrentar, aunque sin especificar demasiado. No llegaría a etiquetarlo como realismo sucio porque imagino a Eleonora demasiado señorona, sentada, escribiendo esto y, además, porque omite cualquier detalle escabroso. No obstante, el argumento sí que es realista y sí que es sucio.

Lady sings the blues y says the truth de memoria

Tras releer estas memorias muchos años después, reafirmo mis impresiones. «Lady sings the blues» puede gustar por muchos motivos:

Por la banda sonora. Gran parte del libro lo dedica a hablar de actuaciones, canciones, artistas o discos; música en general. Aunque está lleno de historias curiosidades y nombres, no se me ha hecho pesado en ningún caso.

«A menos que fuesen los discos de Bessie Smith y Louis Armstrong que oí de niña, no sé de nadie que haya influido realmente en mi manera de cantar, ni entonces ni ahora. Siempre admiré el sonido de Bessie y el sentimiento de Pop».

Por leer el testimonio sincero de una gran luchadora, en todos los sentidos, que a pesar de todo lo que ha pasado tiene bastante sentido del humor y mala hostia a partes iguales.

«Una vez, cuando trabajaba en la Calle 52, una modista me llevó un vestido barato, intentó cobrarme de más y discutimos. Me dijo determinado insulto y enfurecí hasta el punto de meterle la cabeza en el inodoro y tirar de la cadena. (…). En otra ocasión, también en la 52, después de la guerra, un oficial de la Marina que estaba en la barra me insultó exactamente con la misma palabra. Cogí una botella de cerveza, la rompí contra la barra y lo invité a salir a la calle. También en este caso tuve un buen follón, pero salí victoriosa.»

Por la forma tan amena en que están escritas estas memorias. La manera en que se expresa consigue que no te estanques en nombres o lugares que no conoces, porque el hilo conductor lo forman las ganas que tiene Lady Day de contar su historia. Quiere dejar testimonio escrito sobre cómo vino al mundo, qué putadas le pasaron, cómo era ser artista en esa época, cómo era su relación con su familia, cómo es ser una exconvicta: toda su historia, con el fin de que se aprenda de ella.

Que si Billie Holiday (Eleonora) no se salvó, otros sí puedan hacerlo. Quiso no quedasen en el olvido las injusticias y dejar limpio su nombre. Como los chorros del oro, tronca, como los chorros del oro.


Algunos fragmentos de «Lady sings the blues: memorias», de Billie Holiday

Sociedad

«Me encantaban los calcetines de seda blanca los zapatos de charol, lujos que, por supuesto, nunca podría permitirme. Pero entraba a hurtadillas en la tienda, cogía los calcetines del mostrador y salía corriendo como alma que lleva el diablo. ¿Y por qué no? Aunque hubiese tenido dinero no me los habrían vendido».

En el Sur soporto estas porquerías, pero no las aguanto en Nueva York. El sheriff de Kentucky había sido sincero, al menos.

Música

«Si descubres una melodía y tiene algo que ver contigo, no hay nada que desarrollar. La sientes, sencillamente, y cuando la cantas los que te oyen también sienten algo. En mi caso, no tiene nada que ver con el trabajo, los arreglos ni los ensayos. Dame una canción que me llegue y nunca significará trabajo. Algunas canciones me llegan tanto que no soporto cantarlas, pero esa es harina de otro costal».

«No soporto cantar la misma canción de la misma manera dos noches seguidas, así que no digamos lo que sera hacerlo dos o tres años. Si eres capaz de lograrlo, no será música sino práctica cerrada, ejercicio o cualquier otra cosa menos música».

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