El mérito de ser detective y no fumar / Paco Santos

Portada de «El mérito de ser detective y no fumar», de Paco Santos. Editorial SG, 2021.
Portada de «El mérito de ser detective y no fumar», de Paco Santos. Editorial SG, 2021.

Hoy vengo con la reseña de la sorprendente novela de Paco Santos, recién publicada este 2021, titulada «El mérito de ser detective y no fumar» y editada por Editorial SG. Es la segunda obra que leo del autor, la primera fue «Confidencias de un apestado» (reseñada en capítulos anteriores), una historia original y cargada de filosofía, deliciosamente escrita y que me encantó. Entonces, terminé la entrada con un «habrá que seguirle la pista al autor», pues eso he hecho y ¡cuánto me alegro de ello!

Paco Santos: escritor

Paco Santos (1974) nació en Mallorca pero se crió aquí, en Moratalaz (El Coleta represents), alternando el parque con la biblioteca. Fue profesor de filosofía durante más de una década, pero terminó abandonando la docencia y decidió cambiar el lenguaje filosófico por el lenguaje literario (como comenta en una entrevista en la revista Lenguas de fuego).

«El mérito de ser detective y no fumar» es la cuarta obra que publica. Además de esta y de «Confidencias de un apestado» (2017, Premio Dolores Campos-Herrero), tiene publicadas «Historias del país de cerca y de lejos» (2012, Premio de Cuentos Ilustrados de Badajoz, XV edición) y «L’amour, la merde…» (2014).

Se trata de un escritor muy activo en la red Instagram y es habitual verle en charlas literarias virtuales (y no virtuales seguro que también, sin COVID de por medio). Original, positivo, amante de la literatura (todos los que han ido a la biblioteca desde pequeños en busca de libros con asiduidad, lo son): genio y figura. Estas cualidades las hereda su obra.

Si eres mujer y detective, todos te tratan como a Miss Marple. Y Miss Marple está hasta el coño.

Los detectives y el fumar: «lo hemos dejado»

El mérito de ser detective y no fumar es una novela de detectives en plural, sí, pero algunos lo son a su pesar (como le ocurre a León Hormigo, el protagonista principal). León se implica en unas tareas de investigación engatusado por su hermano, el verdadero profesional (un detective que fuma). Poco a poco se verá arrollado por los acontecimientos y se encontrará, sin comerlo ni beberlo, en medio de una trama que incluye asesinatos, robos y humo, mucho humo.

A León (el detective que no fuma) le acompaña en esta historia Narcís, su amigo el librero, fumador y conocedor de todo lo relacionado con el tabaco.

¿Cómo negarse ante su entusiasmo por participar de una trama tan puramente detectivesca, con mensajes secretos, asesinatos, cuentas pendientes del pasado, y sobre todo con la atmósfera propicia del humo (…)?

Narcís tiene sus rarezas, está bastante chiflado y no para de darle la brasa al pobre León con anécdotas relacionadas con el fumar: es un erudito en la materia. Se hace querer y será el escudero perfecto en esta historia para León. Se convertirá en una pieza clave para sus pesquisas gracias a su entusiasmo, experiencia y conocimientos.

Eran pocas las ocasiones en que había contemplado a su amigo fuera de su librería, y siempre le transmitía una impresión que concordaba bien con las palabras de Conrado al despedirse. Narcís avanzaba entre la gente como si realmente acabase de arribar a un mundo que le era extraño, después de esconder su canoa entre los cañaverales.

Novela detectivesca y enciclopedia del tabaco

Sobrevolando la trama en la que se desarrolla la investigación de León y Narcís, siempre hay humo de tabaco: en puro, pipa, cigarro, etc. Por un lado, está la afición de Narcís, que es una enciclopeda de todo lo relacionado con ello (tanto que hasta está escribiendo un libro llamado Humo Sapiens). Por otro lado, está la casi obligatoriedad de fumar para cualquier detective, a lo que León se resiste. Y, por último, los detalles del enredo también irán descubriendo una historia en la que el tabaco tiene más protagonismo del esperado.

Con tanto humo, puede parecer que El mérito de ser detective y no fumar incluye un alegato pro-tabaco -como quien no quiere la cosa-, pero nada más lejos de la realidad. Es cierto que a lo largo de la novela se cuentan cientos de detalles relacionados que resultan en su mayoría muy curiosos (historia del tabaco, fumadores célebres, costumbres, tipos, utensilios, formas de consumo, etc.) Sin embargo, creo que es importante aclarar que en ningún momento se incita o defiende su consumo, al contrario.

—»Leer es un acto complementario al placer de fumar.»

—¿Qué dices, chico?

León se volvió hacia el rostro de terracota de Armonía.

—Son palabras de André Gide, un escritor que le gusta citar a un amigo mío. En realidad Gide hablaba de escribir, no de leer, pero vale lo mismo.

—Memeces -protestó en los asientos de atrás uno de los integrantes de la facción de quienes nunca habían probado el tabaco.- Leer es leer. Subirse a un barco es subirse a un barco. Y echar un quiqui es echar un quiqui. Para ninguna de esas tres cosas hace falta fumar, si no es para mermar las posibilidades de disfrutarlas.

«El mérito de ser detective y no fumar»: ingeniosa y documentada, con personajes sobresalientes

Sinceramente, me ha sorprendido mucho y me ha encantado. Por un lado hay una historia de detectives que te tiene intrigada con sus asesinatos, peligros y misterios (que poco a poco se irán resolviendo). Por otro lado está el genial elenco de personajes y las relaciones que existen entre ellos (fundamentalmente: la amistad). Más allá de León y Narcís, a los que ya me he referido, hay otros tantos que tampoco tienen desperdicio (Atanase y Conrado, también buenísimos).

Además, está el estilo y el humor que tiene. La situación con que abre la novela es divertidísima, casi teatral, ese rato que pasa León en la sala de espera hace que te rías desde el minuto uno. El estilo es aparentemente sencillo, sin embargo a lo largo de toda la narración demuestra gran delicadeza al escoger las palabras exactas. Se nota que Paco Santos siente veneración por la literatura: la prosa está muy cuidada, refleja mimo y calidad.

Pareciera que en el acto de volverse humo, de inspirarse hasta que las brasas de la cabeza alcanzaban el grado más alto de combustión para expeler su ser transmutado en volutas azules, las impurezas de cada cual, los rencores, las bajezas, las notas amargas de sus vidas, quedaban en nada, apenas una ceniza que les caía sobre los hombros, reconciliados todos en la misma nube etérea e inocente.

Por último, sabiendo que este blog es muy de papelillos y de librillos, ¿qué puedo decir, que no supongáis ya, sobre lo que he disfrutado leyendo tantas curiosidades sobre estos? (Lo de los «lectores de tabaquería» me ha flipado). Además, ¡menudo trabajazo de documentación! Mis felicitaciones.

Con rotundidad afirmo que leer El mérito de ser detective y no fumar ha sido un auténtico ♫♫ placer, genial… ♫♫


Fragmentos de «El mérito de ser detective y no fumar»

La melancolía de Narcís después de vender un libro era la del viejo a quien se le cae un diente, y tardaba horas -y a veces días- en apartar la vista de la estantería mellada donde antes se enraizaba alguna obra insustituible. Los libros y los cigarros eran sus dos amores, un mismo amor en verdad, pues para él cada bocanada de humo hermanaba en un íntimo aliento al escritor y al lector. 

-Tendré que incorporarlo a mi Humo Sapiens. La lógica del humo en la Teoría de Conjuntos. Las cenizas de la razón. Verdad, falsedad y evanescencia. Combustión del Principio de No Contradicción. Inspiración y expiración de enunciados. Lógica lineal y volutas de la razón. La cachimba del conocimiento: prender a aprender…

¿Sabías que el mismísimo Víctor Hugo envió una carta de agradecimiento a Partagás cuando supo que sus novelas eran leídas en su fábrica? Don Jaime compartió esa carta con los empleados, que durante un tiempo intercambiaron correspondencia con semejante eminencia de las letras ¿No te parece hermoso? Uno de los más bellos ejemplos que se me ocurre de hermanamiento entre los libros y el tabaco.

-Hay odios que no se apagan así pasen años o siglos, que perduran como la brasa de un buen cigarro, esperando el aliento que los avive


Se contuvo. Aún no había llegado el momento de dar vida a esa delicia habanera, «la hoja india, consuelo de meditabundos, deleite de los soñadores arquitectos del aire, seno fragante del ópalo alado», en palabras de José Martí, para dejarla morir en sus labios y dejarse morir con ella, por que todo fumador de un cigarro excelso, pensaba Narcís, se consumía un poco en el humo de cada exhalación, se alejaba algo más de este mundo para elevarse quién sabe a qué inmateriales esferas.

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