El increíble viaje de las plantas / Stefano Mancuso

Portada de "El increíble viaje de las plantas", de Stefano Mancuso. Editorial Galaxia Gutenberg.
«El increíble viaje de las plantas» de Stefano Mancuso. Ed. Galaxia Gutenberg. Traducción del italiano de David Paradela López

Hoy traigo una reseña con tintes de divulgación científica tras haberme terminado «El increíble viaje de las plantas», escrito por Stefano Mancuso e ilustrado por Grisha Fischer. Como buena amante de las plantas tenía ganas de leerlo después de ver varias referencias en Internet y no ha estado mal, me ha gustado pero dista bastante de haberme entusiasmado. Me ha gustado lo suficiente como para querer leer más libros suyos pero no tanto como para recomendarlo como el mejor libro de divulgación científica sobre plantas que haya leído. Me quedo antes con «De «bichos», plantas y vacunas. Breves historias de divulgación científica / Jorge Poveda Arias».

Stefano Mancuso y las plantas

Stefano Mancuso (1965) es un botánico italiano muy prestigioso, especializado en neurobiología vegetal. Es director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal de la Universidad de Florencia y ha escrito bastantes libros sobre plantas.

Stefano Mancuso

Stefano fue hijo de un general y una maestra y, al parecer, gracias a la afición de su madre creció rodeado de plantas. No obstante, su interés por las plantas vino después, de niño no le interesaban.

Lo he hablado con muchos colegas botánicos: ninguno de nosotros conserva un recuerdo de la niñez en que sintiera un interés genuino por las plantas. Se trata de una pasión muy intelectual, no es intuitiva, por tanto no es propia de la infancia, sino de la edad adulta

Declaración de Mancuso en una entrevista de Jorge Carrión (NYTimes).

Más adelante, mientras realizaba el doctorado en Pisa, debido a un experimento que estaba realizando con las raíces de unas plantas, le llegó la inspiración. Los resultados de su estudio le dejaron tan sorprendido que germinó en su interior el interés casi obsesivo por las plantas. Desde entonces ha publicado bastantes libros y artículos científicos relacionados con las plantas. En algún sitio he visto que le llaman «El hombre que susurraba a las plantas».

El increíble viaje (por el tiempo y por el espacio) de las plantas

En este libro Mancuso trata de transmitirle al lector su admiración por el mundo vegetal por medio de historias sorprendentes y curiosas de diversas especies. Nos habla de la capacidad de adaptación (y por tanto, de sobrevivir) de las plantas, de cómo se han propagado algunas especies o cómo (¡por una vez!) el hombre ha podido salvar a algunas de ellas de la extinción.

Ilustración de Grisha Fischer (Árbol solitario)

Todas estas historias creo que pueden atrapar incluso a quienes se les muere un triste cactus. Además, esta edición incluye una serie de ilustraciones (acuarelas) hechas por Grisha Fischer que aportan belleza a sus páginas. Es posible que te resulte inevitable ir buscando en google imágenes o vídeos de lo que va hablando Mancuso, es muy curioso verlo (como el árbol de Campbell).

Conclusiones de El increíble viaje de las plantas, de Stefano Mancuso

Me ha parecido un libro de divulgación bastante ameno de leer y sobretodo, muy interesante. He aprendido bastantes cosas curiosas que espero recordar en un futuro. Sin embargo, creo que algunas partes están demasiado enfocadas a especies o entornos italianos que, quizás, no sean de interés tan general.

Por otro lado, no paraba de acordarme del libro «De «bichos», plantas y vacunas. Breves historias de divulgación científica / Jorge Poveda Arias» en el que se cuentan también multitud de historias curiosas sobre el mundo vegetal. Ese libro sí que me entusiasmó, seguramente porque la información está mucho más concentrada que en el de Mancuso, es mucho más conciso. En ese caso me quedé con la sensación de haber aprendido muchísimo en muy pocas páginas.

Puedo decir que me ha gustado y no me he aburrido con su lectura, pero creo que esperaba más. Es un libro muy recomendable para amantes de las plantas, pero si me preguntasen a mí ya sabéis cuál señalaría como mi preferido hasta hoy.


Casos curiosos de El increíble viaje de las plantas

Al escribir esta reseña he dudado sobre si mencionar o no algunas de las historias que se cuentan. Al final he decidido dejar las citas para el final, de forma que si alguien se quiere comprar el libro y prefiere no conocer ningún detalle que pare de leer ahora.

A partir de aquí, quien quiera (bajo su responsabilidad) puede continuar leyendo algunas de las curiosidades que más me han gustado.

Sobre la difusión de las semillas (el viaje por el espacio)

Propagación por animales

Mancuso nos recuerda la importancia de los animales como vector de propagación de las semillas de las plantas. Esta relación puede provocar que cuando un animal se extingue pueda peligrar la supervivencia de aquellas plantas cuyas semillas este desperdigaba.

Casi ocurre esto con el aguacate. Tras la desaparición de los grandes mamíferos consiguió sobrevivir (de milagro) gracias al jaguar y, posteriormente, establecerse como una especie común gracias al hombre (al incorporarlo a su alimentación).

Hoy en día, no existe en América ningún herbívoro capaz de ingerir un fruto de aguacate entero, pero hace trece mil años los había a montones. Entre ellos, estaban el gonfoterio (una especie de elefante con cuatro colmillos), el gliptodonte (un armadillo de tres metros de longitud) y el megaterio, un perezoso de las dimensiones de un elefante actual. Todos ellos, al nutrirse de los frutos del aguacate, posibilitaban la dispersión de sus semillas. (…) «

Propagaciones explosivas

Otra de las formas de propagación de semillas de las que nos habla Mancuso (quizás la más curiosa) es por medio de la explosión. Sí, hay semillas que al golpearse explotan y lanzan las semillas como si fuera metralla. El árbol más conocido que produce estas semillas recibe vulgarmente el nombre de «El árbol dinamita».

«En la selva amazónica y otras zonas tropicales de América Latina crece un árbol imponente, la ceiba amarilla (Hura crepitans), también conocida a veces como «árbol dinamita». Esta especie, a la que podemos considerar tranquilamente como la señora de las explosiones, es capaz de proyectar sus semillas a distancias de hasta 40 metros con una velocidad inicial de más de 60 metros por segundo. Sus explosiones pueden ser tan violentas que quienes recolectan sus semillas se ven obligados a parapetarse detrás de paneles protectores. En entornos más próximos, quizá a alguien le suenen el cohombrillo amargo o elaterio (Ecballium elaterium, del griego ecto, «fuera», y ballo, «lanzar), que proyecta el contenido viscoso de sus frutos, cargados de semillas, hasta a dos metros de distancia mediante un rápido proceso explosivo»

Como habéis visto ese árbol no es el único. Os recomiendo que busquéis en Youtube algún vídeo de «El árbol dinamita» o de «El pepinillo del diablo», flipais.

Árboles de récord Guiness

En El increíle viaje de las plantas también se mencionan algunos árboles que ostentan diferentes récords Guiness. Os dejo un par de ellos.

El árbol más exagerao: Lodoicea Maldivica

Produce el fruto silvestre más grande del mundo (42 kilogramos, aunque algunas plantas domésticas, como la calabaza, pueden producir frutos con un peso aún mayor), las semillas más pesadas (de hasta 17 kilogramos), los cotiledones más largos (de hasta cuatro metros) y las flores femeninas más grandes de todas las palmeras conocidas. Por si no fuera suficiente, sus gigantescas semillas poseen una forma magnífica que guarda una extraordinaria semejanza con la pelvis femenina, tanto de un lado como del otro.

El árbol más antiguo del mundo: el viejo Tjikko

En 2008, Leif Kullman, profesor de la Universidad de Umeå, descubrió en Suecia un abeto rojo (Picea abies) con la increíble edad de 9.560 años. Para ser exactos, el Viejo Tjikko -que tal es el nombre con el que Kullman bautizó a este campeón, en recuerdo de su difunto perro- es más bien un árbol que ha regenerado varias veces su propio tronco a lo largo de la vida, y no un solo árbol de avanzada edad. Las raíces, no obstante, siguen siendo las mismas, y el hecho de regenerar su tronco cada quinientos o setecientos años no deja de ser uno más entre los mecanismos con que las plantas se aseguran una longevidad sin parangón. El Viejo Tijkko es el árbol más viejo del mundo. Ya estaba ahí cuando, hace diez mil años, el hombre inventaba la agricultura y se liberaba de la necesidad de dedicar gran parte de su tiempo a buscar el alimento que le permitiera sobrevivir, y ahí seguía mientras nosotros desarrollábamos la civilización.

Una gran colonizadora: la siciliana Oxford Ragwort

Mancuso también menciona la historia de una planta (Senecio squalidous) originaria de las laderas del Etna que llegó a colonizar la ciudad de Oxford, Inglaterra, en muy poco tiempo. De este modo pasó de ser una especie invasora a una especie autóctona, lo cual según Mancusole ocurre a todas las invasoras con el paso del tiempo.

En 1794, no había ni un solo college cuyos muros no hubieran sido colonizados por ejemplares de Senecio squalidus. Sus flores amarillas destacaban por sus respetos incluso en las paredes de la Biblioteca Bodleiana, el buque insignia de Oxford. Fue en esta ciudad donde recibió el nombre común por el que se la conoce todavía hoy en inglés: Oxford ragwort. Los primeros ejemplares empezaron a difundirse por los alrededores de la ciudad, apoderándose de las granjas abandonadas y de los muros de edificios en ruinas (…)

El Antropoceno y el Jurassic Park de las plantas

Mancuso parece estar de acuerdo con la teoría de que actualmente nos encontramos en una época que se debe denominar Antropoceno, puesto que el hombre lleva tiempo siendo una «fuerza telúrica» (lo que se discute sobretodo es desde cuándo) sobre la naturaleza.

Existen al menos cuatro posturas distintas al respecto: 1) con el inicio de la agricultura, hace diez mil años. (…); 2) en el siglo XVI, con las primeras grandes exploraciones, el descubrimiento del continente americano y el consiguiente intercambio de plantas, animales, mercancías y enfermedades; 3) en la segunda mitad del siglo XVIII, con la revolución industrial y el aumento de las emisiones de CO2; 4) después de la Segunda Guerra Mundial, con el inicio de la era atómica. Cada una de estas hipótesis tiene sus razones.

En cuanto a Parque Jurásico, en El increíble viaje de las plantas, el autor hace hincapié en lo poco que se valora y el poco reconocimiento que se le da a los descubrimientos relacionados con el mundo vegetal (en comparación con el que se le da al mundo animal). Ejemplo de ello es que no hace mucho tiempo se consiguió regenerar una planta con restos de hace 32.000 años, ¿a que no os habíais enterado?

Lo que algunos sueñan hacer con mamuts, rinocerontes lanudos y leones de las cavernas se ha logrado con una planta de la misma época. Si se hubiera regenerado un animal cualquiera de hace 39.000 años, todos los medios del mundo habrían hablado de ello durante semanas; en cambio, el regreso a la vida de una insignificante Silene stenophylla interesó tan solo a unos pocos especialistas.

Engelhardt el coquívoro

He dejado para el final una de las historias con las que más he flipado: la de Engelhardt el coquívoro (el que come cocos). No tiene desperdicio, os dejo una imagen de Engelhardt con un colega músico en su isla.

Engelhardt, (…) adquirió por 41.000 marcos una plantación de cocoteros bananos de 75 hectáreas en la isla de Kabakon, un atolón coralino cuyas 50 hectáreas restantes comprendían una reserva protegida donde vivían 4o melanesios. (…) era el único blanco de la isla, se construyó una casita de tres habitaciones, se desnudó y empezó a alimentarse de frutos tropicales. Durante su estancia en la isla, profundizó en su relación filosófica con la palma cocotera, árbol que hasta entonces no había visto, y formuló el siguiente razonamiento: puesto que el sol era la divinidad de la cual derivaba la vida, y puesto que la nuez de coco era el fruto que crecía más cerca del sol, de ello se seguía que el coco tenía que ser el mejor alimento para el ser humano. Incluso llegó a afirmar que si las personas se limitasen a comer nueces de coco, alcanzarían la inmortalidad. (…)

Como imagináis, el fanático de los cocos, Engelhardt, no terminó bien. Fue demacrándose cada vez más hasta que finalmente apareció muerto en 1919 sin llegar a cumplir los 44 por desnutrición (consumido prácticamente). Aquí podéis ampliar información sobre su historia.

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