El criticón / Baltasar Gracián

Dedicación especial para Shining.

Don Baltasar Gracián, jesuita del S. XVII, un clásico de la literatura barroca española. Contemporáneo de ilustres como Calderón, Góngora, Quevedo, Velázquez, Zurbarán, Descartes o Ribera.
Ensalzado por filósofos como Schopenhauer o Nietzsche, siendo éste (El criticón) uno de los libros permanentes en sus mesillas de noche, como quien dice.
Dividido en 3 partes publicadas con años de diferencia, representan las distintas edades del hombre, asociadas a las estaciones del año: En la primavera de la niñez y el estío de la juventud –1651- , En el otoño de la varonil edad -1653-, y En el invierno de la vejez –1657-.
Por el momento sólo he leído la primera parte porque tengo un plan, en un par de años entraré a atacarle a la varonil edad y la tercera parte tendrá que esperar a que sea anciana.

En la primavera de la niñez y el estío de la juventud –1651-, fue publicado bajo el nombre de García de Morlanes, un anagrama de sus apellidos (Gracián Morales), para evitar tener que pasar por el filtro de la Compañía (Jesuitas), a la cual este texto «profano» no agradaba en demasía, pero antes o después llegaría a oídos de los altos cargos.
Esta obra trata de abarcar en su totalidad al hombre, con sus vicios y sus virtudes, especialmente en lo que respecta a su aprendizaje. Los protagonistas (Andrenio y Critilo) reflejan los dos extremos de la naturaleza humana, el racional y el animal, y emprenden un viaje juntos a lo largo del Universo en el que el personaje racional (Critilo) sirve de guía para el más animal, o impulsivo, que sería Andrenio. De una manera conceptual van enfrentándose con diferentes problemas, cada uno de los cuales será una Crisi, en los que la forma de actuar de Andrenio siempre ha de ser corregida por Critilo (el náufrago). Se encontrarán ante El gran teatro del Universo, La hermosa naturaleza, El despeñadero de la vida, Entrada del Mundo, La fuente de los Engaños, El golfo cortesano, Los encantos de Falsirena, etc.

La mentira, envidia, la sabiduría, el alma, la malicia, la lisonja, la tiranía, etc. aparecen personificados, dotándoles Gracián de forma humana y emparentándolos entre sí.
La misoginia a la que se acerca Gracián ha de entenderse conforme a la época, situación personal (religiosa) y experiencias propias (le viene de herencia de su padre).

Y qué hablar de los recursos estilísticos utilizados: la alegoría, aliteraciones, paradojas, contrastes, antítesis, neologismos, cultismos, etc. Baltasar Gracián era un gran conocedor de la lengua y su juego era el de las palabras. Un maestro.

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«Solicitaba puerto un Náufrago, monstruo de la naturaleza y de la suerte, Cisne en lo ya cano, y más en lo canoro, que así exclamaba entre los fatales confines de la muerte: Oh vida, no habías de comenzar, pero ya que comenzaste, no habías de acabar. No hay cosa más deseada ni más frágil, que tú eres, y el que una vez te pierde, tarde te recupera, desde hoy te estimaría como a perdida. Madrastra se mostró la naturaleza con el hombre, pues lo que le quitó de conocimiento al nacer , le restituye al morir: allí, porque no se perciben los bienes que se reciben, y aquí, porque se sienten los males que se conjuran

Mas, ¡ay!, que como andan encadenadas las desdichas, unas a otras se introducen, y el acabarse una, es de ordinario el engendrarse otra mayor. Cuando creyó hallarse en el seguro regazo de aquella madre común, volvió de nuevo a temer, que enfurecidas las olas le arrebataran, para estrellarle en uno de aquellos escollos, duras entrañas de su fortuna. Tántalo de la tierra, huyéndosele de entre las manos cuando más segura la creía, que un desdichado no sólo no halla agua en el mar, pero ni tierra en la tierra

«Es el hablar efecto grande de la racionalidad, que quien no discurre no conversa. Habla -dijo el filósofo-, para que te conozca. Comunícase el alma noblemente produciendo conceptuosas imágenes de sí en la mente del que oye, que es propiamente el conversar. No están presentes los que no se tratan, ni ausentes los que por escrito se comunican: viven los sabios varones ya pasados y nos hablan cada día en sus eternos escritos, iluminando perennemente los venideros. Participa el hablar de lo necesario y de lo gustoso, que siempre atendió la sabia naturaleza a hermanar ambas cosas en todas las funciones de la vida; consíguense con la conversación, a lo gustoso y a lo presto, las importantes noticias y es el hablar atajo único para el saber: hablando los sabios engendran otros, y por la conversación se conduce al ánimo la sabiduría dulcemente. De aquí es que las personas no pueden estar sin algún idioma común, para la necesidad y para el gusto, que aun dos niños arrojados de industria en una isla se inventaron lenguaje para comunicarse y entenderse. De suerte que es la noble conversación hija del discurso, madre del saber, desahogo del alma, comercio de los corazones, vínculo de la amistad, pasto del contento y ocupación de personas.«

«—Yo —dijo— ni sé quién soy ni quién me ha dado el ser, ni para qué me lo dio: ¡qué de veces, y sin voces, me lo pregunté a mí mismo, tan necio como curioso! Pues si el preguntar comienza en el ignorar, mal pudiera yo responderme. Argüíame tal vez, para ver si empeñado me excedería a mí mismo; duplicábame, aun no bien singular, por ver si apartado de mi ignorancia podría dar alcance a mis deseos.»

«Entramos todos en el mundo con los ojos del ánimo cerrados, y cuando los abrimos al conocimiento ya la costumbre de ver las cosas, por maravillosas que sean, no deja lugar a la admiración.»

«No es tanto la noche para que duerman los ignorantes cuanto para que velen los sabios. Y si el día ejecuta, la noche previene.«

«—Confiésote que se me había pasado por pequeña —dijo Andrenio—, a más de que ocupó luego toda mi curiosidad aquella hermosa reina de las estrellas, presidente de la noche, sustituta del sol y no menos admirable, ésa que tú llamas luna. Causóme, si no menos gozo, mucha más admiración con sus uniformes variedades, ya creciente, ya menguante, y poco rato llena.
—Es segunda presidente del tiempo —dijo Critilo—. Tiene a medias el mando con el sol: si él hace el día, ella la noche; si el sol cumple los años, ella los meses; calienta el sol y seca de día la tierra, la luna de noche la refresca y humedece; el sol gobierna los campos, la luna rige los mares: de suerte que son las dos balanzas del tiempo. Pero lo más digno de notarse es que, así como el sol es claro espejo de Dios y de sus divinos atributos, la luna lo es del hombre y de sus humanas imperfecciones: ya crece, ya mengua; ya nace, ya muere; ya está en su lleno, ya en su nada, nunca permaneciendo en un estado; no tiene luz de sí, particípala del sol, eclípsala la tierra cuando se le interpone, muestra más sus manchas, cuando está más lucida; es la ínfima de los planetas en el puesto y en el ser, puede más en la tierra que en el cielo: de modo que es mudable, defectuosa, manchada, inferior, pobre, triste, y todo se le origina de la vecindad con la tierra.«

«quisiera tener cien ojos y cien manos para poder satisfacer curiosidades del alma, y no pudieran.»

«Es la hermosura agradable ostentación del comenzar: nace el año entre las flores de una alegre primavera, amanece el día entre los arreboles de una risueña aurora, y comienza el hombre a vivir entre las risas de la niñez y las lozanías de la juventud; mas todo viene a parar en la tristeza de un marchitarse, en el horror de un ponerse, y en la fealdad de un morir, haciendo continuamente del ojo la inconstancia común al desengaño especial.»


«siempre faltan palabras donde sobran sentimientos.«

«Sí, que por lo que tiene de mundo, aunque pequeño, todo él se compone de contrarios. Los humores comienzan la pelea: según sus parciales elementos, resiste el húmido radical al calor nativo, que a la sorda le va limando y a la larga consumiendo. La parte inferior está siempre de ceño con la superior, y a la razón se le atreve el apetito y tal vez la atropella. El mismo inmortal espíritu no está exento de esta tan general discordia, pues combaten entre sí (y en él) muy vivas las pasiones: el temor las ha contra el valor, la tristeza contra la alegría; ya apetece, ya aborrece; la irascible se baraja con la concupiscible; ya vencen los vicios, ya triunfan las virtudes, todo es arma y todo guerra. De suerte que la vida del hombre no es otro que una milicia sobre la haz de la tierra.«

«Han dado en decir que soy ciego (¿hay tal testimonio, hay tal disparate?) y me pintan muy vendado: no sólo los Apeles, que eso es pintar como querer, y los poetas, que por obligación mienten y por regla fingen, pero que los sabios y los filósofos estén con esta vulgaridad no lo puedo sufrir. ¿Qué pasión hay, dime por tu vida, Fortuna amiga, que no ciegue? ¿Qué, el airado, cuando más furioso, no está ciego de la cólera? ¿Al codicioso, no le ciega el interés? ¿El confiado no va a ciegas, el perezoso no duerme, el desvanecido no es un topo para sus menguas, el hipócrita no trae la viga en los ojos? ¿El soberbio, el jugador, el glotón, el bebedor y cuantos hay, no se ciegan con sus pasiones? Pues ¿por qué a mí más que a los otros me han de vendar los ojos, después de sacármelos, y querer que por antonomasia me entienda el ciego?» (el amor)

«(…) ya es tiempo de abrir los ojos, ya es menester vivir alerta. Procura de ir con cautela en el ver, en el oír y mucha más en el hablar; oye a todos y de ninguno te fíes; tendrás a todos por amigos, pero guardarte has de todos como de enemigos. Estaba admirado Andrenio oyendo estas razones, a su parecer tan sin ella, y arguyóle desta suerte:
—¿Cómo es esto? Viviendo entre las fieras, no me previniste de algún riesgo, ¿y ahora con tanta exageración me cautelas? ¿No era mayor el peligro entre los tigres, y no temíamos, y ahora de los hombres tiemblas?
—Sí —respondió con un gran suspiro Critilo—, que si los hombres no son fieras es porque son más fieros, que de su crueldad aprendieron muchas veces ellas. Nunca mayor peligro hemos tenido que ahora que estamos entre ellos.»

«cada uno es hijo de su madre y de su humor, casado con su opinión, y así, todos parecen diferentes: cada uno de su gesto y de su gusto. Verás unos pigmeos en el ser y gigantes de soberbia; verás otros al contrario, en el cuerpo gigantes y en el alma enanos; toparás con vengativos que la guardan toda la vida y la pegan aunque tarde, hiriendo como el escorpión con la cola; oirás, o huirás, los habladores, de ordinario necios, que dejan de cansar y muelen; gustarás que unos se ven, otros se oyen; se tocan, y se gustan, otros de los hombres de burlas, que todo lo hacen cuento sin dar jamás en la cuenta; embarazarte han los maniacos que en todo se embarazan.»

«la próvida naturaleza privó a los hombres de las armas naturales y como a gente sospechosa los desarmó: no se fió de su malicia. Y si esto no hubiera prevenido, ¡qué fuera de su crueldad! Ya hubieran acabado con todo. Aunque no les faltan otras armas mucho más terribles y sangrientas que ésas, porque tienen una lengua más afilada que las navajas de los leones, con que desgarran las personas y despedazan las honras; tienen una mala intención más torcida que los cuernos de un toro y que hiere más a ciegas; tienen unas entrañas más dañadas que las víboras, un aliento venenoso más que el de los dragones, unos ojos invidiosos y malévolos más que los del basilisco, unos dientes que clavan más que los colmillos de un jabalí y que los dientes de un perro, unas narices fisgonas (encubridoras de su irrisión) que exceden a las trompas de los elefantes. De modo que sólo el hombre tiene juntas todas las armas ofensivas que se hallan repartidas entre las fieras, y así, él ofende más que todas. Y, porque lo entiendas, advierte que entre los leones y los tigres no había más de un peligro, que era perder esta vida material y perecedera, pero entre los hombres hay muchos más y mayores: y a de perder la honra, la paz, la hacienda, el contento, la felicidad, la conciencia y aun el alma. ¡Qué de engaños, qué de enredos, traiciones, hurtos, homicidios, adulterios, invidias, injurias, detracciones y falsedades que experimentarás entre ellos! Todo lo cual no se halla ni se conoce entre las fieras.»

4 comentarios en «El criticón / Baltasar Gracián»

  1. Hoy de verdad te as pasado, te lo agradesco mucho. Ahora me entro aun mas curiosidad, y sobretodo «No es tanto la noche para que duerman los ignorantes cuanto para que velen los sabios. Y si el día ejecuta, la noche previene.», me alegrò el dia ;^).

  2. Dale más publicidad a la web, que hay gente haciendo lo mismo que tú y en un Ministerio o con un programa de tele.
    Por cierto, ¿has leído El Gen Egoista de Richard Dawkins y La Máquina de los Memes de Susan Blackmore? Me dejaron flipando hace más de cuatro años.
    Un abrazo y sigue leyendo!

  3. Te escoltas con buena literatura, gracias por compartir un poco de ella.

    Me uno a la opinión de Azhaag, buen blog.

    Hibris

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