El camino / Miguel Delibes

Portada de «El camino», de Miguel Delibes. Ed. Destino. 21ª edición en Colección Destinolibro, v.100.
Portada de «El camino», de Miguel Delibes. Ed. Destino. 21ª edición en Colección Destinolibro, v.100.

Hoy regreso con la reseña de una gran, aunque corta, novela: «El camino», de Miguel Delibes. Es la segunda obra de Delibes que leo (la primera fue «Los santos inocentes», reseñada en este mismo blog) y ambas han sido este año, me reconforta haber saldado algunas deudas con los clásicos en este 2020 que ya termina.

El camino se publicó en 1950 y es la tercera novela de Delibes. Se trata de una obra tierna, entrañable, cuyo protagonista es Daniel, el Mochuelo, un personaje puro, inocente y divertido. Me ha gustado mucho, es una historia igual de natural y humana que Los santos inocentes, pero (aunque hay desgracias) el tono de la novela me ha resultado más risueño.

No ignoraba que una flor sin intención se la lleva el viento y una flor intencionada encierra más fuerza persuasiva que un filón de oro. Sabía también que la asiduidad y la constancia terminan por mellar el hierro.

El camino del Mochuelo, lejos del pueblo

El camino nos presenta a Daniel, el Mochuelo, que se encuentra en su cama tratando de dormir durante lo que será su última noche en su pueblo natal. A la mañana siguiente debe coger un tren a la Ciudad, donde sus padres le envían para que continúe con sus estudios. Tiene trece años y vive en un pueblo apartado.

Para el Mochuelo este viaje supone dejar atrás a sus mejores amigos (Roque, el Moñigo, y Germán, el Tiñoso), a sus padres, el contacto con la naturaleza y el pueblo que le ha visto crecer. No conoce la ciudad más que de oídas, nunca ha salido de su aldea y, la verdad, no ve con buenos ojos el rumbo que va a tomar su vida.

A Daniel, el Mochuelo, le dolía esta despedida como nunca sospechara. Él no tenía la culpa de ser un sentimental. Ni de que el valle estuviera ligado a él de aquella manera absorbente y dolorosa.

Sin embargo, su padre tiene la esperanza de que gracias a esto Daniel pueda labrarse un futuro mejor que el que entiende que le espera si no sale del pueblo. Su padre cree que si se queda terminará siendo El Quesero -como él- y vivirá trabajando como un mulo, sin ver mundo y rascándose siempre el bolsillo -como él-. Esto a Daniel, el Mochuelo, no termina de convencerle.

Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo -pensaba el Mochuelo- y, a fin de cuentas, habrá quien, al cabo de catorce años de estudio, no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón. La vida era asi de rara, absurda y caprichosa. El caso era trabajar y afanarse en las cosas inútiles o poco prácticas.

Delibes y el pueblo de Daniel, el Mochuelo

En El camino no se menciona el nombre del pueblo en ningún momento, pero al parecer Delibes se inspiró en uno de Cantabria al que iba en verano cuando era pequeño: Molledo. [Conviene recordar que cuando se publicó la novela (1950) Cantabria formaba parte de Castilla (la vieja), así que no os sorpendáis cuando leáis que esta historia ocurre en un pueblo castellano]. Si pasáis cerca de Molledo, sabed que existe una ruta literaria basada en El camino (podéis ver más información aquí).

Las calles, la plaza y los edificios no hacían un pueblo, ni tan siquiera le daban fisonomía. A un pueblo lo hacían sus hombres y su historia.

Como se dice en el párrafo anterior, el pueblo está hecho de quienes lo habitan. Daniel, el Mochuelo, recuerda fragmentos de su vida y de la vida de los del pueblo tumbado en la cama. Esto permite a Delibes hablarnos de la tradición, la iglesia, las injusticias sociales, de los prejuicios y de muchos otros aspectos presentes en la sociedad de principios de Siglo XX (y de ahora).

La gente del valle era obstinadamente individualista. Don Ramón, el alcalde, no mentía cuando afirmaba que cada individuo del pueblo preferiria morirse antes que mover un dedo en beneficio de los demás. La gente vivía aislada y sólo se preocupaba de sí misma. Y a decir verdad, el individualismo feroz del valle sólo se quebraba las tardes de los domingos, al caer el sol. Entonces los jóvenes se emparejaban y escapaban a los prados o a los bosques y los viejos se metían en las tascas a fumar y a beber. Esto era lo malo. Que la gente sólo perdiese su individualismo para satisfacer sus instintos más bajos.

Conclusiones de El Camino, de Miguel Delibes

Cualquier cosa que escriba sobre El camino ya la ha manifestado alguien antes, es una novela muy conocida, leída y valorada; después de haberla degustado he entendido por qué. Miguel Delibes combina a la perfección el lenguaje rural y el literario. También es capaz de retratar al ser humano (en este libro destacaría la ingeniudad y la sencillez de la infancia) y al campo como pocos.

Durante la lectura pasas de maravillarte con descripciones de pájaros a indignarte con las injusticias y la mala suerte que padecen algunos paisanos. Lo mismo estás riéndote con las ocurrencias y trastadas de los chavales, que concentrada releyendo alguna de sus reflexiones, tan acertadas en la mayoría de los casos.

Definitivamente, es una novela genial, de poco más de 200 páginas divididas en 21 capítulos durante los cuales -seguramente- lo pases bien. Me ha resultado una lectura divertida donde la narración, los diálogos y los hechos fluyen de maravilla, sin enquistarse en ningún momento. Además del ritmo que posee, también hay espacio para la crítica social y la defensa de lo rural; hay lugar para hablar del amor y de la muerte.

Resumiendo, invito a todo aquel que no conozca las aventuras y desventuras de Daniel, el Mochuelo, y del resto de habitantes de El camino, a que lo haga.


Fragmento de El camino

«¿Por qué si quemamos un poco a un gato nos dan a nosotros una docena de regletazos en cada mano, y nos tienen todo un día sosteniendo con el brazo levantado el grueso tomo de la Historia Sagrada, con más de cien grabados a todo color, y al que a nosotros nos somete a esta caprichosa tortura no hay nadie que le imponga una sanción, consecuentemente más dura, y así, de sanción en sanción, no nos plantamos en la pena de muerte?». Pero, no. Aunque el razonamiento no era desatinado, el castigo se acababa en ellos. Éste era el orden pedagógico establecido y había que acatarlo con sumisión. Era la caprichosa, ilógica y desigual justicia de los hombres.

2 comentarios en «El camino / Miguel Delibes»

  1. Parece una novela costumbrista, de las que me gustan, la pondré en la lista. Gracias

    1. ¡Un comentario muy acertado! Efectivamente es una novela bastante costumbrista, costumbrismo rural se podría decir. Te gustará.¡Un saludo!🤗

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