Cuando la noche obliga / Montero Glez

Ayer volví a recomendar a este autor, así que para ahondar más al respecto comento brevemente “Cuando la noche obliga”. Después de leer más cosas de Ventarrón (al que se lo recomendé) estoy casi segura de que le gustará….

Una historia de clubs de alterne entre Madrid y Tarifa.
El Luisardo, un buscamani de Tarifa, cuenta la historia de un hombre que apareció apuñalado ahí. Esa es la coraza de la novela pero se van entretejiendo personajes e hilos argumentales a una velocidad que flipas.
En realidad el libro comienza con la historia de un camarero que se queda prendado de una femme fatale de esas que van dejando olvidada la pitillera al más puro estilo cenicienta. Claro, el colega se vuelve loco hasta localizarla.

Y los líos de faldas acaban trayendo secretos peligrosos, matones enzarpados y demás historias.

Sublime.

Os dejo enlaces a críticas del libro aparecidas en diferentes medios:
– El Mundo. 12/02/2003. Por Raúl del Pozo.
La Vanguardia. 17/03/2003.
Qué Leer. Febrero 2003. Por Toni Itube.
El Pais. 14/02/2003. Por Ruiz Mantilla.

Y aquí va la selección…

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“Ocurre que el viento sopla tan fuerte que borra el número de los zapatos. Y que a su paso enojado arranca lunares de pañuelo, ladridos de perra y besos perdidos para siempre. Y ocurre también que la mar se alborota y que, sabrosa de sal, embiste la costa y chifla los ánimos del viajero”

“(…) los ojos de gelatina clavados en el techo y la somnolencia de animal satisfecho que le desenreda la lengua.”

“Es de esas personas que a la trampa llaman negocio, al robo beneficio y al dinero medida de dignidad”

“Mira, pichita, siguió diciéndome a la vez que sonreía por un lado de la boja, los ojos heridos de sangre y el humo saliendo a empujones, mira, pichita, cuando una persona le confiesa a otra un secreto, está perdida, pues se convierte en persona cautiva y vulnerable. Ya sabes, pichita, desde que el mundo es mundo se paga cara la compulsión informativa.”

“El Faisán se queda solo; sobre la mesa camilla están el dinero y la última mano. Se desata la corbata y se sirve un güisqui. Mira al techo y, cuando sus ojos chocan con la bombilla cagada de moscas, le da por pensar que algo así es la vida, pichita: una bombilla cagada de moscas que unas veces ilumina y otras no. Pero ese pensamiento no le dura mucho, pues el Faisán es de los de, si a esta vida hemos venido a sufrir, pues a mí que me sirvan otra copa.”

“En fin, que el Luisardo poseía un entendimiento que era como una navaja de afeitar, que tiene filo para cortar un cabello, pero que se embota a partir de una loncha de fiambre”

Y ocurre que cuando la va a besar, ella se deja y ocurre también un dialogo que se repite: el de dos silencios que no se dicen nada pero que quieren decir mucho. Ella le abraza en el marco de la puerta; sus labios hirientes y heridos aprietan un cigarrillo. El le promete volver; volverá rico, le dice, y la retirara de ese infecto burdel. Cuídate, viajero. Y la puerta se cierra tras el. Sus pasos resuenan en la escalera

“A día de hoy, la tierra con sus giros de progreso ha conseguido que los esclavos paguen por ser esclavos. Y huyen de sus países o les echan las guerras y las hambres. Y sienten la noche metida en la patera cuando atraviesan en Estrecho. Los hemos visto llegar. Llevan los labios prietos y llenos de juramentos. No los despegan, pues guardan su beso más negro para esta vieja puta que llaman Europa y que les recibe con las piernas abiertas y el coño plagado de ladillas. (…) . Ahora miren al otro lado, asociaciones en pro del mestizaje, oenegés y torcidas entidades de derechos humanos que se aproximan para salir en la tele. Pónganse cómodos, parecen decir los recién llegados, bienvenidos al coño de esta vieja puta que se deja tascar los bajos fétidos y que no pone reparos a nadie que quiera emplearse a fondo en limpiar el semen rancio de la historia. Ustedes no vienen a trabajar, no se confunda, ustedes vienen a dar trabajo, a pagar todas las deudas de este país que les recibe. Al igual que un cáncer es bendecido por un médico, pues significa trabajo y pan, esta carne amontonada en pateras significa trabajo para toda una red de profesionales como son los abogados, médicos, forenses, fiscales, ministros, oposición política y camioneros, pues a ver sino quién cojones los traslada. Por todo lo dicho, el inmigrante no quita trabajo, no se confunda, lo trae. Trabajo del que se benefician aquellos que, debido a nuevas extensiones del lenguaje, al moro con dinero lo denominan árabe

“De él se contaban cosas inquietantes. Contaban que fumaba besando y que miraba matando. Que sus manos eran tan capaces de la caricia como del crimen. Y que cuando algún vivo osaba cruzar esa línea de sombra que le separaba del resto, la venganza silbaba en su cabeza como si retratase del viento que escuchó al nacer. Entonces juraba por los ojos de su madre y se besaba el pulgar al aire y salía de la oscuridad a pedir revancha. Y después de resolver el asunto zarpaba. Se despedía con el aplomo del buen marinero que conoce el pulso de las resacas.”

«…voy a contar lo que es un buscamani, pues el Luisardo y muchos otros ejercían como tal a lomos de sus motos trucadas, comiendo el culo a los coches patrulla y con el teléfono móvil en cobertura para informar de los movimientos de la Guardia Civil. Al principio el trabajo consistía en buscar, simples busquemos de fardos sin dueño, polen de Ketama, goma de Aloceima, chocolate de Bab Taza, en fin pateras que son abordadas por la autoridad y que descargan antes de llegar a la costa. Se quitan el marrón de encima tirando los fardos al agua. Material mojado que deja un dinero a los lugareños. Para ejercer de buscamani solo se necesita ser menor de edad y estar fuera de responsabilidades criminales. De esta forma todo el monte es orégano y toda la playa jachís. (…)”

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