Agua para los muertos / Beñat Arginzoniz

Portada - Agua para los muertos
Hoy toca punk. El título completo es: Agua para los muertos. Apuntes sobre Jabi Subversión X.
Como ya se intuye en el título, esto no es ficción, tanto Jabi Arroyo como Subversión X existen (y ojo, que hablo en presente al que le podría incluso dar continuidad con un siguen existiendo).
En estos apuntes* (¿biografía? ¿ensayo? ¿novela poética?) se habla de Jabi, cantante del grupo de punk Subversión X, al que se considera digno sucesor (sobre esto siempre existirán opiniones dispares) o seguidor del rebufo del mítico grupo Eskorbuto. Ambos de Santurtzi (Santurce), margen izquierda de Bilbao. Si no sabéis de qué zona se trata pero habéis visto la película «El pico», ya estáis situados.

* Esto me recuerda que he tenido dos ejemplares de la misma novela de Dostoievski, pero cada uno con un título (traducción) diferente: uno titulado «Apuntes del subsuelo» y otro «Memorias del subsuelo». Así que a la lista palabras que vienen a continuación, con intención de de etiquetar esta pieza de literatura, añadid: ¿memorias?
De forma ordenada en el tiempo se aborda la vida de Jabi, desde las primeras movidas en el colegio siendo niño hasta… bueno, yo creo que al libro todavía se le podrían ir añadiendo capítulos (y que así sea durante mucho tiempo).

En el barrio se jugaba al hinque, a las chapas o a las canicas. Se construían goitiberas con palés de obra o casetas en algún pinar. Los tiragomas eran el orgullo de sus creadores más apreciada eran los rodamientos. Los más afortunados tenían un patinete o un balón de reglamento, pero la envidia del barrio la despertaban las bicicletas y las escopetas de aire comprimido (chimberas). También se hacían ballestas y arcos, cerbatanas, e incluso había quien manejaba la honda.
No era difícil que los niños organizaran en plena calle, a pedrada limpia, una auténtica batalla campal. Ser de diferentes barrios, cuadrillas e incluso edades, era motivo suficiente para que estallase la violencia. De esta manera emulaban a sus hermanos mayores, jóvenes de dieciséis o veinte años, los primeros punks de la península.

De forma opuesta a las extravagancias y colores de la movida madrileña (todo son risas), mucha cresta pero poca actitud real. La cruda realidad de una juventud que se siente estafada por esa supuesta democracia que había llegado y frente a la que se muestra inconforme puesto que nada había mejorado en realidad. 
Los prejuicios, los mismos, un adoctrinamiento enfocado a acabar dentro de la maquinaria capitalista donde, como ratones en su rueda, parece que el único camino respetable es el que siga este orden: estudiar – trabajar – casarse – tener hijos (seguir trabajando todo el rato, claro) – hacerse viejo y morir. Sin cuestionarse qué clase de libertad es esa, inconcebible para Iosu, Jabi y  otros muchísimos chavales.
Y, para poder manifestar todo eso, empezaron a escribir y a hacer música. Primero, para poder expulsar todo aquello de sus cabezas (y corazones, claramente) pero también, para agitar conciencias. ¡Despertad, cabrones!
En este libro se aborda todo eso de una forma sorprendentemente poética, sobretodo si tenemos en cuenta que el contexto es un cielo gris y muchas chutas tiradas por el suelo. La contraportada versa:
«…no se trata aquí de describir una vida a la manera de una novela burguesa, ni de componer ninguna leyenda épica de esas que los hombres pasan de mano en mano, como una moneda cuyo cuño se ha borrado, repitiendo esa existencia como un rito funerario o un chiste gratuito. Esta no es una historia con planteamiento, nudo y desenlace. No encontrareis aquí ese oscuro relato lineal, didáctico (siempre moral o evángelico), ese relato chato, torpe y de una sola cara, al que llaman experiencia. No hablamos, pues, de historias tristes ni de tristes tópicos que no hacen sino negar el acontecimiento, y ofrecernos finalmente, de todo lo que un hombre era, a modo de breve y modesto epitafio, el torpe funeral de su biografía. Hablamos simplemente de una lucha y de un chaval de barrio -Jabi Arroyo- al que se le podría acusar de muchas cosas (quizá demasiadas), pero del que nunca podrá decirse que no es digno, entiendo la dignidad como la comprensión de la injusticia o el dolor común, y la mirada fija en el horizonte…»
Bien podría ser parte de una novela de ficción de Paco Gómez Escribano, pero no lo es. El que lo lea encontrará capítulos que parecen extraídos de alguna película de «Perros Callejeros» y quizás sea capaz de entender el por qué de su forma de actuar (encima del escenario y en las mismas aceras).
En todo el libro sólo hay un fragmento que incluya un mensaje del propio protagonista, según el autor es lo único que quiso transmitir directamente a los lectores:

Me gustaría que el libro sirviera para que los chavales jóvenes no se metan en la droga. Que sepan que esta acaba con todo, con la creatividad, con el amor, con la familia, con la música, con todo. Quisiera tan sólo que el final del libro sea mi ejemplo verdadero, una lucha en la que lo único que yo pudiera aportar sería el haberlo dejado, el estar curado.

En resumen, una obra para gente viva y amantes del realismo sucio, para interesados en el movimiento (y fundamento) punk, para sabedores del peligro de la heroína, para indignados y  para poetas rebeldes.


 «Vivir la vida de manera urgente, nutriéndose de lo inmediato, de la acción, del movimiento. Porque el temor viene de aquello sobre lo que no se puede actuar, y esa agitación sin resultado paraliza y anula. En los cálculos de la prudencia siempre gana el dolor. No hay otra cura para el miedo que el peligro real.
Y es así que no encontramos para Jabi otra definición mejor que la de «siempre en el filo de la navaja». Una vida que es una constante sucesión de muertes y resurrecciones, muchas vidas unidas por una sola voluntad. Abrazar ese presente es olvidar la esperanza y abrir las puertas a lo imposible, a la aventura. Libre de esperanza y por lo tanto de temores absurdos, sólo queda la acción, la voluntad aferrada a una obsesión, a una lucha real, presente y concreta: Subversión X.»


«En la heroína no hay sino dolor, enfermedad y muerte. Una oscuridad que hace al hombre caer más y más, como en una estudiada tortura que pareciera no tener fin y donde siempre es posible dar un paso más en la lógica de la desesperación.
En ese fondo oscuro la única verdad es, como en la tragedia clásica, la muerte o el final de la obra.»


«El sufrimiento no es ningún argumento, en contra de lo que muchos se empeñen en creer, y cae sobre nosotros como un odioso azar o una matemática demente, sin sentido ni significado. Sin embargo es posible nombrarlo, podemos de algún modo conjurarlo y exorcizarlo, podemos no siempre anularlo pero sí al menos intentarlo.
No quisiera que nadie tomase los errores de Jabi como ejemplo de nada. Día a día y minuto a minuto está siendo castigado por ellos.»


«Que la aventura no sea nunca motivo de vergüenza y que la rebelión conserve siempre intacta su belleza en el alma; porque si introducen en nosotros el veneno de la culpa ya no habrá otra cura que la de su perdón. Y es así que el «rehabilitado» es siempre aquel que está ya muerto para el cielo y aparentemente vivo para el mundo, aquel que ha sido absuelto o perdonado y se empeña absurdamente en mendigar un papel en la escena burguesa: preparado para volver a las escuelas, a los cuarteles, a las oficinas, a las fábricas.»

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