Acceso no autorizado / Belén Gopegui

Cuarta novela de Gopegui que me cepillo (La escala de los mapas, Deseo de ser punk, El padre de blancanieves).
Esta quizás es la más paralela a la realidad de todas las que he leído. En «Deseo de ser punk» y «El padre de blancanieves» aparecen personajes y tramas bastante realistas, y lugares que sí que existen (en Madrid). Pero aquí ya lo flipas: la protagonista es la vicepresidenta, mujer solitaria e independiente, de un gobierno socialista que está en decaimiento (¿os recuerda a alguien?), a la que le hackean el ordenador y empieza a llevarse bien con su nuevo invitado.
Ese invitado que la visita virtualmente por las noches resulta ser un abogado que le va facilitando información cuyo acceso está restringido (que obtiene hackeando) y que ayuda a la vicepresidenta a afrontar distintos asuntos gubernamentales. Un ejemplo: tiene lugar un accidente de avión y hay que descubrir las causas. El abogado entra en los archivos de la compañía y descubre que uno de los pilotos que murió en el accidente había presentado multitud de quejas porque le obligaban a pilotar con gente no preparada y blablabla. Con esos documentos la responsabilidad cae directamente sobre la compañía aérea.
Este es otro de los momentos en que dices «joder, esto me suena…». Sí, al accidente de Spanair que, casualmente, tuvo lugar hace pocos años durante el gobierno socialista y se debió a un fallo técnico unido a negligencia humana. ¿Recordáis la conversación esa en la que se escuchaban a los de mantenimiento diciendo que ponían bolsas de hielo para que bajara la temperatura de un sensor? Pues eso, otro paralelismo. Y ahora una anécdota sobre ese accidente. Cuando tuvo lugar estaba haciendo el practicum (usease, las prácticas de fin de carrera) en documentación de ABC. Hicieron una «Primera» en la que la portada era una foto que ocupaba portada y contraportada en la que aparecía el avión siniestrado y un cuerpo cubierto por el plástico ese con aspecto metálico que utilizan en los accidentes. Una jartada vamos, sensacionalismo a tutiplén. Luego se arrepintieron y cambiaron la portada para el resto de tiradas, pero ya habían repartido la primera por muchos comercios tipo VIPS y otro que abren bien temprano. Pa que luego digan de telecinco.
En otra parte del libro se menciona algo de una trama de espionaje y hackers donde uno de los implicados terminó suicidándose, con sospechas de que en realidad lo suicidaron. Señalé su nombre para buscarlo cuando hiciera la reseña por si acaso existió en verdad. Se llamaba Costas Tsalikidi y, efectivamente, existió. Te cagas.
Sigamos. Otro de los personajes de la novela es otro hacker al que le tiene pillao por las pelotas una mafia para la que accedió a hacer unos trabajos en su empresa. Como ya sabéis por las pelis de mafia, entrar es fácil, lo que es difícil es salir. Éste se pone en contacto con el abogado para que le ayude y a partir de ahí se empieza a liar la trama.
Cuando comienza la novela hay dos líneas de tiempo diferentes. Por un lado va narrando cómo «la flecha» (el abogado) entra al ordenador de la vicepresidenta y empieza su relación con ella. Por otro lado va avanzando desde 6 meses atrás narrando la historia del hacker y el abogado. Así hasta que alcanzan el mismo punto temporal y se desarrollan ambas historias de forma sincrónica. Esto implica que todo comienza a relacionarse.
Se habla de escuchas, rivalidades en el partido, de la derecha (mencionando directamente al PP), se mencionan personajes reales (Felipe González), conspiraciones entre colegas… Vamos que si te lo cuentan en un libro de historia en vez de en una novela te lo crees. Desde aquí aprovecho para decir que SON TODOS UNOS MIERDAS. Y #nolesvotes. A ninguno de los 2.
Y ahora (más) opinión.
Me flipa de Gopegui cuando los personajes reflexionan, me encanta cómo escribe. Este párrafo bien podría ser de La escala de los mapas:

«Sabrás tú, poderosa maestra Jedi, decirme dónde está la que espero, y por qué amor no basta, por qué vuelve siempre el deseo de intentarlo en otro cuerpo, no importan los años: alguien nos llama y sentimos que hay una latitud y una longitud y unos ojos junto a los cuales podríamos morir en paz?»

De la temática de esta novela me encandila el rollo hacker, ahí me han tocado la fibrilla y me recuerda a mis 16 años, con el módem de 33.6Kbps, la debian y la línea de comandos, el IRC, el ciber, amigos que hice, a los que juzgaron, a los que no, a los que sacaron en los periódicos con su NICK, a mis padres queriendo utilizar el teléfono pero no poder porque estaba yo conectada…

«Empezó desde cero, siguiendo paso a paso las indicaciones del libro El entorno de programación UNIX. Después vinieron los ezines y luego los retos que le proponía el chaval. No buscaba trucos sino hacer las cosas entendiendo cómo se hacían. A persa de ser de letras, aprendió a encontrar la vulnerabilidad, a atravesarla como una puerta disimulada en la pared. Aunque nunca dejó de sentirse un extraño en la escena. Esos chicos, los demás, habían cruzado la adolescencia jugando en máquinas que ahora parecían prehistóricas pero que tenían el encanto de haber sido pioneras. Cerrados tras la puerta de su cuarto de noche, oyendo de vez en cuando el módem como un sónar submarino, llegaron a sentirse pequeños dioses con acceso a centrales remotas donde se controlaba el poder, el ejército, el conocimiento

Lo que me ha aburrido a ratos ha sido el rollo trama política, es que me la sopla.

«¿Recuerdas las SICAV? No aguantamos ni dos meses, el vicepresidente económico se puso de parte de los grandes patrimonios cuando ni siquiera había riesgo, es un dinero que no tributa ¿qué importaba que se lo hubieran llevado fuera?» [Yo sí lo recuerdo]
Así que puedo decir que me ha gustado bastante, he disfrutado de los momentos frikis y me he saltado párrafos del rollo partido político. Para recomendarla habría que preguntar: ¿te gustan los ordenadores? ¿has leído a Gopegui y te mola cómo escribe? si ambas respuestas son afirmativas, lo recomiendo. En caso contrario recomendaría que se lean «La escala de los mapas».
Saludines.
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«En su cabeza, problemas aún sin resolver y tareas pendientes se desplazaban con dificultad en medio del cansancio. Uno de esos demonios trabaja pero no para tener un programa de ordenador abierto sino para ir gastando mi cuerpo, mi resistencia, mi capacidad de concentración«
«Si ellos supieran cuánto deseaba ahora abrir un abanico de su estatura y cruzar al otro lado, porque todo abanico es un espejo y todo espejo una puerta y toda puerta un agujero por donde huir vestida de carnaval
«Cuando hackeaba procuraba prescindir del ratón, le gustaba la línea de comandos, el modo texto, y quizá era también eso lo que esperaba de la vida. Una instrucción que se cumple o no se cumple y no la confusión de procesos interrumpidos, mezclados, fallidos. No quería verse forzado a acudir al modo gráfico del ordenador, ni a una intimidad gráfica de la vida diaria, y cuando lo hacía procuraba conservar la conciencia de que un movimiento del ratón sobre un icono era siempre una línea de texto. En el modo texto una solicitud para llevar a cabo una acción y por eso incluso cuando se tecleaba de forma inadvertida el nombre correcto de un comando, este se ejecutaba. En el modo gráfico los ordenadores se colgaban, las órdenes tropezaban entre sí. En la intimidad gráfica de la vida real, el relato desaparecía por exceso de información, yo no quiero saber todo lo que te gusta si no estás conmigo porque duele, yo necesito un poco de oscuridad«.
«Pensó, no sin asombro, que aunque en su vida hubiera dado tantos bandazos y él hubiese cometido errores y abandonos, nunca había dejado de intentar, al menos intentar, cumplir las tres instrucciones de su madre: no coger frío, no llegar tarde, ser bueno
«-Los pequeños no ganan a los grandes, no es pesimismo, querido, es inteligencia.
-La tortuga no gana a la liebre.
-Lo has captado.
-Más vale fuerza que maña.
-Muy bien, muy bien.
-¿David y Goliat?
-Bah, nadie sabe si fue así. Va un gigante, lucha contra un pequeño pastor y el gigante gana, ¿quién querrá oír eso?
-Pero ha habido ejemplos reales.
-A ver.
-El Alcorcón contra el Real Madrid, Cuba, Vietnam.
-Quita, ganar es imponer tu modelo, que los niños quieran ser del Alcorcón, que Hanói fuese la capital del mundo.»
«Su entusiasmo de hacía solo unos minutos se había convertido en inercia, inercia de la buena, que también existe. De esto, flecha, no te he hablado nunca. Combatimos la inercia mala, la del descuido y la pereza, pero ¿sabes tú algo de la inercia buena, la que te hace seguir el día que todo te parece muerto, empezando por tu propio corazón? Exagero, sí, melodramatizo, y sin embargo creo que tú no conoces esos días. Porque no se trata de seguir con la vida diaria sino con lo que una vez pensamos que tenía sentido, y ahora sabemos que no, digo sabemos, sí, no digo intuimos sino sabemos; y la inercia nos hace seguir porque si abandonáramos otros que están en el juego y creen en él deberían parar
«El chico cerró la sesión, apagó y el cuarto se desmadejó de golpe, como una neurona que no pudiera conectarse con otras; ahora ya no había destello de bits sino solo paredes, una mesa, una estantería y la silla. Cuando no se le habla a alguien, ¿a quién se le habla? Las palabras son código, existen para ser intercambiadas. El ordenador podrá estar apagado pero mi pensamiento envía unas señales y recibe otras. El chico fue a su dormitorio pero no quería dormir, entró en el baño y no quería darse una ducha, en la cocina no tuvo hambre, otra vez estaba en el cuarto del ordenador prohibiéndose encenderlo como un adicto. <>. La puta poesía también es un código, que no te deja ni siquiera cuando estás solo y colgado.»
«¿debería dejarlo todo, marcharnos juntos a un pequeño hotel en una ciudad pequeña, costera, como a veces soñamos? ¿Los dos solos en Portugal o en Francia, presenciando el clima como un acontecimiento?».
«Cuando un día vengáis a buscarme, os pediré unas horas antes de partir. Y montaré mi escoba: ¡Mirad, ahí va la vice!, dirán desde la calle, y yo daré gusto a los que me llamaban arpía, mandril lechuza, nigromanta. ¡Mirad arriba, es la invitada del diablo! ¡Si ya lo decíamos nosotros: tras esa voz serena y esos colores en llamas había una mujer en el palo de una escoba!»
«Cuando esto acabe te preguntaré mi gran duda: ¿lo intentado y no conseguido, lo perdido que no se desintegra, la falta de eficacia, el disparo que no da en el blanco, los bocetos, el párrafo cortado que no volvemos a pegar, el comando que no se ejecuta, lo inoperante en estos tiempos de eficiencia estúpida puede ser borrado de la tierra? ¿Lo que no se consigue pero, por tanto, se ha intentado, añade algo, algún tipo de cualidad?«.

6 comentarios en «Acceso no autorizado / Belén Gopegui»

  1. De la Gopegui me he leído La Escala, sencillamente fascinante, lo tengo más que subrayado, y La Conquista del Aire, muy bueno también.
    Ella se ha convertido en una de esas escritoras que sin ser demasiado conocida merece la pena cien por cien, quizá precisamente por eso, por no ser un best seller. Me apunto esta recomendación…yo ando ahora con Marías.

  2. De la Gopegui me he leído La Escala, sencillamente fascinante, lo tengo más que subrayado, y La Conquista del Aire, muy bueno también.
    Ella se ha convertido en una de esas escritoras que sin ser demasiado conocida merece la pena cien por cien, quizá precisamente por eso, por no ser un best seller. Me apunto esta recomendación…yo ando ahora con Marías.

  3. Katrina, un placer tenerla por aquí de nuevo, se la ha extrañado… Yo también ando medio "perdío", pero amenazo con volver.

    ¡Bicos!

  4. La autora estuvo en Santiago, firmando su libro, en una pequeña librería, hará cosa de un mes y medio. Por cuestiones laborales me fue imposible asistir… Me hubiera gustado estar allí.
    Sigo su estela en Twitter: "comando golpegui".
    He llegado a tu espacio a través del "blog de Oesido".
    Buen hallazgo.
    Saludos atlánticos¡!

  5. You're back!! Tengo apuntado desde que hiciste la reseña "Deseo ser punk", joer, pero no tengo tanto tiempo, qué asco!!!!! Si pudieras predecir qué libros no nos iban a gustar y dejarlos… jajaja Besos.

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